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jueves, 7 de febrero de 2013

ALFREDO VERGARA, LA TERCERA VÍA LATINOAMERICANA

La Tercera Vía Latinoamericana es un nuevo modelo económico que se construye con base a las condiciones propias del crecimiento, estabilidad y equidad de ese continente; y nace en respuesta al fracaso del Neoliberalismo y del Socialismo del Siglo XXI.
Como si fuera una nave sin brújula, cuyo timonel ignora en qué dirección se encuentra su puerto de destino, en las últimas décadas América Latina ha permanecido navegando a la deriva en las aguas de un sinuoso proceso que ha tenido dos fases: la primera se inició con la crisis financiera de 1982 bajo el nombre de Neoliberalismo; y, la segunda fase, surgió en Venezuela a fines del siglo veinte bajo el nombre de Socialismo del Siglo XXI. 

Las dos fases forman parte de un mismo proceso, por cuanto la segunda nace como consecuencia directa de los errores cometidos en la primera. Hasta antes de que ese proceso se inicie, nuestros países habían intentado encontrar una puerta para escapar del subdesarrollo. Pero esa búsqueda fue abandonada por la urgencia de pagar la deuda externa primero y cubrir el déficit fiscal después. 

Hoy, cuando ya ha transcurrido más de una década en el siglo XXI, América Latina permanece aprisionada en ese proceso; porque ni el Neoliberalismo -que consiguió mantener un monopólico poder a nivel gubernamental por cerca de veinte años- ni el Socialismo del Siglo XXI -que ya lo ha reemplazado en varios países- han logrado abrir alguna puerta que nos permita escapar del subdesarrollo.

La Tercera Vía Latinoamericana –cuyas bases teóricas se encuentran detalladas en el libro “Una brújula para América Latina”- enfrenta ese reto y propone construir un camino alternativo que nos conduzca hacia el desarrollo económico. En ese escenario, el ‘desarrollo’ no es un concepto, como asumen las doctrinas tradicionales, sino que es un proceso que empieza a gestarse cuando en un país coinciden -como si fueran las columnas de un trípode- las siguientes tres condiciones: crecimiento, sustentabilidad y equidad.

Desde luego, como en cualquier trípode, ninguna de sus columnas puede ser más pequeña o menos solida que las otras dos; porque entonces todo el trípode tambalea. Lo anterior significa que la política económica jamás debe sacrificar la fortaleza de una de esas columnas en beneficio de cualquiera de las otras dos. Por lo tanto, La Tercera Vía deberá ser construida de manera continua, simultánea y gradual.

Crecimiento Económico

En los textos de economía -la mayoría de los cuales han sido escritos en y para el primer mundo- el crecimiento de un país se establece en base al mayor o menor valor que tengan los bienes y servicios que en un año hayan sido producidos en ese país. Ese valor usualmente se designa con el nombre de Producto Interno Bruto: PIB. No obstante, debe señalarse que en América Latina existen seis realidades que invalidan equiparar el crecimiento de un país con el valor de su PIB; incluyendo aquella cruel paradoja gestada por los emigrantes que huyen del desempleo, pero cuyos envíos de remesas a sus familias, ciertamente hacen crecer el PIB del país que huyen.

La Tercera Vía enfrenta esa realidad y resuelve esa paradoja al utilizar el nivel de empleo como el verdadero parámetro que determina el crecimiento de una economía. Desde luego, como se demuestra en el mencionado libro, determinar el nivel de empleo no debe limitarse a calcular el número de gente que trabaja, sino que el análisis también debe incorporar los aspectos relevantes a la eficiencia y productividad laboral; así como las políticas de generación de trabajo y empleo, que se adapten en la práctica a las condiciones concretas de cada país.

Esas condiciones, en América Latina, suelen presentarse en el lado opuesto de aquellas que caracterizan al primer mundo. Así, mientras en el mundo industrializado se tiende a crear grandes empresas o fábricas, invirtiendo en ellas una gran proporción de bienes de capital a ser operados por el mínimo número de empleados que sea posible; en nuestros países predomina la situación inversa.

Como lógico resultado, las empresas del primer mundo alcanzan una muy alta productividad en relación al número de sus trabajadores; no en relación a su abundante capital. Es esa productividad relativa la que se refleja en su estructura de precios; en la cual un alto nivel de sueldos y salarios, se complementa con un reducido costo del capital y con bajas tasas de interés.
 
En contraste, en Latino América, la carencia de capital y la abundancia de mano de obra, generan una baja productividad de sus trabajadores y un paupérrimo nivel salarios.

Para tratar de revertir esa visible realidad, tanto el neoliberalismo latino como el socialismo del siglo XXI, abogan por el proteccionismo del Estado: los neoliberales, para que los gobiernos emitan concesiones que incentiven la inversión de capital y así aumente la productividad de los trabajadores y el nivel de sus salarios; y, los socialistas, para que ese incremento de salarios se produzca de manera directa, por intermedio de un decreto presidencial o emitiendo bonos y subsidios.

Pero La Tercera Vía considera que ninguna de esas dos doctrinas, donde ambas abogan por un gobierno filantrópico e intervencionista, puede generar fuentes de empleo de manera sustentable, no obstante de que ambas ya han tenido oportunidad de ser gobierno.

Y es que, ni el Neoliberalismo ni el Socialismo del Siglo XXI, acogen la realidad económica de nuestros países; realidad que se fundamenta en una estructura productiva que funciona de manera independiente al gran capital y a la acción de sus gobiernos. Esa realidad, además, se refleja en los millones de obreros y artesanos que, con una inversión mínima, fabrican sus productos trabajando de manera individual o agrupados en pequeñas unidades; que logran crear redes comerciales y sistemas de organización productiva, en niveles más eficientes y flexibles que el de los sistemas industrializados; que casi sin tener contacto con la burocracia local o nacional, logran comerciar con eficiencia sus productos; y, que su decisión de cuanto, cuando, donde y que producir, no se basa en algún conocimiento teórico del mercado, sino en la percepción directa de las necesidades de su entorno.

Ante esa realidad, la propuesta de La Tercera Vía a favor de la creación de empleo, se sintetiza en la apertura de un mercado en el cual el Estado no limite ni penalice, el funcionamiento formal o informal de todas esas medianas, pequeñas y micro empresas que sin dádivas, pero con autonomía y eficiencia, logran generar más de las cuatro quintas partes del empleo total.

Sustentabilidad Económica

La sustentabilidad es un concepto que aún no ha sido definido en la economía convencional; pero en el contexto de La Tercera Vía, para que un país tenga una economía sustentable debe cumplir por lo menos dos requisitos: el primero es que las variables que obedecen a las políticas monetaria, fiscal, financiera y cambiaria –es decir, el nivel de precios, déficits, tasas de interés y tipos de cambio- no sobrepasen un determinado nivel; el segundo requisito es que, esos índices y esas tasas, logren mantenerse por debajo de su nivel máximo en el largo plazo. Para lo cual, a su vez, se requiere mantener una adecuada expansión del mercado.

Estos dos requisitos –la estabilidad de los índices macroeconómicos y la expansión del mercado- se cumplirían casi automáticamente si se logra crear una moneda común: el Peso Latino. Este aserto se basa en el hecho de que –como se demuestra en el citado libro- si varios países adoptan una moneda común y un único banco central, ya no podrían imprimir dinero sin respaldo y, por lo tanto, tendrían que sepultar las políticas inflacionarias y devaluatorias que han sido tan burdamente utilizadas por la mayoría de nuestros gobernantes. Por otro lado, la creación del Peso Latino, aseguraría la formación de un sólido y expansivo mercado latinoamericano; sin que sea necesario negociar ningún acuerdo de integración comercial, como aquellos publicitados en las pomposas y estériles cumbres presidenciales convocadas en el último medio siglo a lo largo y ancho de nuestro continente.   

Así, crear el Peso Latino garantizaría la sustentabilidad económica de América Latina. Pero para  crearlo, La Tercera Vía propone construir un atajo más corto que el que, por más de medio siglo, tuvo que transitar Europa antes de crear el euro. Este atajo, cuya maqueta ya está ensamblada en capítulo 16 del mencionado libro, consiste en lograr que algunos países -además de Panamá, Ecuador y El Salvador, que ya lo han hecho- adopten temporalmente al dólar como su moneda oficial; para luego de unos años, cuando sus economías ya se hayan acoplado, substituir en conjunto ese dólar por el Peso Latino.

Gran parte de ese atajo, desde luego, ya ha sido recorrido por la mayoría de los países latinoamericanos que utilizan dólares para pagar su deuda externa; para preservar sus  divisas; para recibir la inversión externa; para pagar importaciones y cobrar exportaciones; para contabilizar los contratos de largo plazo, externos e internos;  y, para viajar por el mundo, por negocios o por placer.

Desde luego, la creación del Peso Latino, no se limita a posibilitar la sustentabilidad económica como una de las columnas que sostienen al desarrollo económico propuesto por La Tercera Vía; sino que también lograría fecundar la unión y unidad de América Latina.

Equidad Económica

La equidad económica es la tercera columna que sostiene el proceso del desarrollo y es la que más claramente refleja el abismo conceptual que separa a La Tercera Vía del pensamiento económico tradicional.

En efecto, la principal controversia que persiste entre las diversas escuelas del pensamiento económico convencional, es la que trata de dilucidar cuales son las actividades y grupos humanos que ameritan absorber los beneficios de la política económica.  Para el capitalismo -ya sea en su versión clásica, liberal o neoliberal- esas actividades son las que están orientadas a lograr un mayor nivel de producción y productividad. Así, el objetivo de la política económica, es el de incentivar al hombre en su condición de empresario y de productor.

 Pero para el socialismo –ya sea en la versión comunista del siglo XX o socialista del siglo XXI- las actividades que ameritan tener una mayor atención o preferencia por parte del Estado, son aquellas destinadas a satisfacer la demanda de bienes y servicios de la sociedad. Así, el objetivo de la política económica, se reduce a tratar de satisfacer al ser humano en su condición de consumidor.

La Tercera Vía no interviene en esa controversia porque –tal como el citado libro lo demuestra- para esta nueva filosofía económica, el ser humano es un ente único e indivisible; dentro del cual no pueden separarse sus funciones ni sus instintos de producir y consumir.

En ese contexto, entonces, tanto el Neoliberalismo como el Socialismo del Siglo XXI, son igualmente inequitativos, por cuanto ambos tratan de mutilar una de esas dos funciones del ser humano. Asimismo, como ambas doctrinas intentan beneficiar solo una de esas funciones a expensas de la otra; en ambos casos sus políticas atentan contra la equidad y el desarrollo económico; desarrollo que, para La Tercera Vía, también constituye un proceso único, aunque deba ser observado y analizado desde diferentes ángulos e, incluso, a la luz de diferentes circunstancias.

alfredovergara1@yahoo.com

Vergara: "La Tercera Vía Latinoamericana", en Observatorio de la Economía Latinoamericana, Nº 166, 2012. Texto completo en http://www.eumed.net/cursecon/ecolat/la/12

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