Millones
de los electores que votaron por Henrique Capriles tienen suficientes motivos
para sentirse defraudados por los resultados del 7-0. Cuesta entender que haya
sido reelecto Hugo Chávez, el peor Presidente que ha tenido el país desde
Cipriano Castro.
La
nación está hundida en un caos de anarquía, ineficiencia, corrupción y desidia
nunca visto, factores agravados porque la gigantesca masa de recursos
petroleros que han fluido hacia el país en la última década, habrían sido
suficientes para colocarnos en una plataforma de lanzamiento hacia los primeros
lugares entre las sociedades más próspera del continente y del mundo. No ha
sido así.
Ese
volumen de petrodólares ha servido para enriquecer a unos cuantos
boliburgueses, formar una inmensa clientela oficialista, fortalecer la tiranía
cubana y permitir el crecimiento económico de Nicaragua y Bolivia. Dentro de
nuestro territorio lo que se ve es inseguridad personal, inflación, escasez de
productos básicos, informalidad, caos urbano, falta de medicamentos, colapso de
la infraestructura. No es sencillo entender cómo con este panorama pudo haber
triunfado el comandante y, además, lograrlo sin que exista un fraude
electrónico de por medio.
Tampoco
resulta sencillo explicarles a los votantes que la oposición subestimó la
capacidad de movilización y acarreo del PSUV, la profundidad de la hegemonía
alcanzada por el aparato comunicacional del régimen, el dominio casi absoluto
que el oficialismo ejerce en las ciudades más pequeñas y en los centros
rurales, la enorme capacidad de gasto del Estado clientelar (el más rico de
América Latina) y los aberrantes beneficios que proporciona el ventajismo
abusivo, sin límites ni contrapesos, que practica el teniente coronel, apoyado
en la complicidad del CNE.
La
trama de todos estos factores condujo al fracaso del 7-0. Ante este descalabro
numerosos electores han reaccionado emocionalmente, como ocurre cuando se
pierde a un ser querido. Los votantes entraron en un período de duelo, en el
cual se mezclan la decepción, la rabia y la impotencia. El peligro de esta
reacción es que puede conducir a la desmoralización y la parálisis. Esta es
precisamente la respuesta que busca el gobierno.
El
desánimo de los opositores es un formidable aliado del chavismo para las
elecciones del 16-D. Lograr el triunfo por la vía del forfait, de la ausencia
de los electores de los centros de votación, es ideal para Chávez y sus
candidatos. Sin ningún costo para ellos, podrían obtener la legitimidad de
origen de los paracaidistas que aspiran a ser gobernadores y diputados
regionales, y conseguirían mantener los comicios como norma democrática,
alimentando la ficción de la participación ciudadana,.
Los
duelos hay que vivirlos. La negación del sufrimiento es dañina sea cual sea la
pérdida de que se trate. Pero de los duelos hay que salir porque pueden
transformarse en patologías letales para el alma y el cuerpo. El organismo
puede enfermarse y el alma envenenarse. El dolor tiene que ir abriéndole
espacio a las ganas de vivir de nuevo, sin dejar de evocar lo que desapareció,
pero sí convirtiendo el recuerdo en energía para corregir errores y vivir
mejor.
Los
sectores democráticos deben encarar las elecciones regionales del 16-D con el
propósito de cerrar las grietas detectadas en los comicios pasados, mejorar los
mecanismos de supervisión que fallaron, denunciar los desmanes del régimen en
connivencia con el CNE, y obtener nuevas gobernaciones donde sabemos que es
posible lograrlo. Luego del doloroso traspié hay que recobrar el pragmatismo y
la sensatez. Con el voto de los electores democráticos es factible triunfar en
los estados que actualmente cuentan con mandatarios opositores y sumar, además,
Anzoátegui, Mérida, Lara y Bolívar. En todas esas entidades nuestros aspirantes
son mejores que los escogidos por Chávez, cuentan con equipos más eficientes y
programas de gobierno concebidos para profundizar la descentralización,
mantener la democracia, defender la propiedad privada, mejorar los servicios
públicos y la infraestructura. Los escogidos por el dedo atómico del caudillo,
en cambio, buscarán acabar con la descentralización, implantar el comunismo y
el Estado Comunal, y, por esta vía, transferirle aún más poder al autócrata.
Protesta
contra los abusos, el ventajismo, el CNE: vota el 16-D.
trino.marquez@gmail.com
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