Después de las
elecciones y la incertidumbre que de lado y lado ha quedado sembrada para una
germinación a plazo más que incierto, en medio de un clima imperante de
historia agotada, de ensayo general previo a una defunción no solo individual
sino generalizada, en este nervioso ambiente, ha surgido de forma tan cínica
como insólita, el tema de las comunas.
Digámoslo de una vez:
esta propuesta del poder comunal es la primera oportunidad clara que se
presenta en años, de poder impugnar al poder regente desde la misma base
popular, pero corre el riesgo de resecarse entre las dos involuciones que
promueven la desertificación de la política venezolana de comienzos de siglo,
representadas por un régimen particularmente infértil, especialmente en lo
revolucionario, y una oposición que lo complementa perfectamente en la
esterilidad del debate.
Desde luego que la
oferta comunal que lanza el régimen chavista no es la oferta virtuosa de un
estado dispuesto a deslastrarse de prerrogativas y delegar poderes, y sobre
todo, a renunciar a la oportunidad de aprovecharlos para ejercer su perenne
extorsión sobre la sociedad, no es así, de hecho, la oferta chavista de las
comunas se hace para crear nuevos receptores clientelares, y extender la
dependencia existencial de todos los estratos del poder, al dictado implacable
de un régimen de incontrolable propensión totalitaria y por lo tanto,
indetenible en su afán de prevaricar y dominar en forma cada vez más
incontrastada.
Es por lo tanto la
oferta del poder comunal chavista la estafa final, el engaño final, la carnada
definitiva que se le tiende a un pueblo que, en su buena fe, podría hasta
ilusionarse con que al fin podrá “bypasear” a esos intermediarios vagabundos
que se la pasan engañando al comandante y escondiéndole la verdad, o a esos
políticos malandrines que lo que quieren es quedarse con el presupuesto y
embolsillarse la plata que mandan de Caracas.
Lástima porque esto
de las comunas, presentándolas como un verdadero proyecto de profundización de
la descentralización, podría representar una de las mejores ofertas posibles de
salvación y rescate del país nacional, especialmente si se llegara a la audacia
de proponer un poder mas horizontalizado y cercano a la gente, con lo cual y de
paso, tendríamos la oportunidad histórica de descoser enteras redes de tráfico
clientelar, que son el desarrollo tumoral de una relación estado-país
sépticamente determinada por el vicio rentista.
Sobretodo podría representar
una ocasión para la oposición si una gran parte de ella no estuviese tan
supeditada en relación de vida o muerte, a sus feudos regionales de
supervivencia residual. Pues a la limitación que podría hacerse del poder
estadal o regional, podrían oponerse ciertos establecimientos que visualizan su
ámbito administrativo como un coto vital de apropiación/incautación del reparto
rentista y emporio de mantenimiento de sus propias clientelas locales.
Los partidos
democráticos venezolanos no pueden cometer el error trágico de sustraerse de
discutir un poder que se podría proponer como el más popular y cercano al
pueblo, sin quedar seriamente comprometidos en su posibilidad de ofrecerse como
alternativa de poder… y olvídense del termino oposición, porque aquí de lo que
se trataría es de superar definitivamente esa condición, con la cual se puede
incluso sobrevivir indefinidamente, para lanzarse de lleno, y sin red de
seguridad, al reto de desafiar al poder máximo, al poder centralizado y
concentrado en la prepotente Caracas, con una oferta superior, con un liderazgo
fusionado con el pueblo exigiendo mas poder para la gente, desde cada rincón
del país.
Si hay un discurso
con el cual la política pudiera volver a aterrizar exitosamente en lo social, y
colocarse en la perspectiva ventajosa de retar al poder central omnímodo desde
la mejor posición posible/imaginable que es al lado de la gente, es
precisamente con una verdadera propuesta de avanzada sobre el poder comunal, el
verdadero, el que saldría de un debate nacional sin precedentes, y no el
paquete trampajaula impuesto por la neoburguesía chavista caraqueña y habanera.
Especialmente si
logramos demostrar que el discurso del régimen chavista en el fondo es una
estafa monumental que, desvirtuando una propuesta que parece pero no es, no
transfiere verdadero poder popular sino mas bien extiende y tentaculiza el
control del poder central.
Para cualquier
agrupación política que se plantea como una organización para proponer un
proyecto de país posible y proponer también los líderes dispuestos a hacerlo
realidad, todo desafío de participación popular debería ser atendido con
entusiasmo en lugar de andar creando resquemores, porque discursos como el de
la inconstitucionalidad y el de la amenaza comunista, representan cuestiones
que sin duda alguna deberán tratarse y hasta denunciarse, pero ponerlas en el
centro de la discusión, o peor aún, en el centro de las consignas, podría
constituir la mayor torpeza posible, además de atascarnos justo en el brete
donde el chavismo nos esperaría “pa caernos a palo cochinero” y regocijarse con
nuestros chillidos estertóreos…
Además, se podría
visualizar esta propuesta del poder comunal, como una ocasión inigualable para
plantearse la gestación de una verdadera política del siglo 21, desarrollando
por ejemplo, una campaña que se enfoque en el impulso a redes sociales reales
de iniciativa ciudadana, precisamente como la expresión de un poder lo mas
cercano posible a la gente y sus intereses.
Dicho en otras
palabras, la palabra clave para explicar la política del siglo 21 será la
palabra “REDES” y el poder comunal podría representar su desarrollo mas
consustancial y hasta natural.
El discurso de la
comuna, bien planteado y bien llevado con propuestas reales de gestión
comunitaria y contraloría social, podría constituirse en el más eficaz de los
recursos en contra de cualquier tentación autoritaria y totalitaria, es mas,
podría convertirse en el mensaje antitotalitario por excelencia y en el más
virtuosamente democrático.
La propuesta del poder
comunal podría ser la ocasión y el ámbito perfecto, para proponer un nuevo
modelo de sociedad democrática, socialmente sostenible, un proyecto dirigido
por “inteligencias colectivas hacia la autoorganización y la
autodeterminación”, y no esta estafa que propone el chavismo, fraudulentamente
empaquetada por “inteliguentsias” agavilladas en nomenclaturas donde el
compromiso principista o ideológico, sólo es un sastre que ronda por las
cortes, confeccionando disfraces.
Entonces por fin
estaríamos hablando también de transición, y no solo de transición en el modo
más profundo posible, al movernos en la dirección correcta para proveer
estabilidad y gobernabilidad, ante una crisis futura que se vislumbra
sistémica, con peligrosas decadencias pandémicas en la representatividad y la
legitimidad, porque además estaríamos abordando el tema de la transición en el
modo como el conjunto estado-sociedad-comunidades se podría comenzar a
restructurar en modalidades de relación, interdependencia y cooperación, que
rehúyen la concentración totalitaria, la sumisión cómplice de poderes que solo
aspiran a hegemonías inapelables, y los inevitables callejones sin salida a los
cuales nos podría llevar, el agotamiento de un modelo de estado
populista/rentista tan cristalizado y esclerosado como el actual.
Dentro de este
contexto de asumir y no rehuirle al reto del poder comunal, y mas bien
arrebatárselo a sus ominosos proponentes originales (incluso en el caso de
llegar a tratarse de otro caso más de “amenaza interrupta”, de esas tantas que
se han quedado en la nada, como la fibrilación axial apureño-orinoquesa, el
cooperativismo o el trueque…). Aun así, lo que queda de dirigencia política
nacional capaz de pensarse más allá de lo electoral, y partidos de verdadero
espesor social como Acción Democrática, no deberían perder el menor tiempo en
plantearse seriamente el “rapto de la iniciativa”.
Para un partido como
Acción Democrática la discusión sobre las comunas sería como un retorno estelar
a los planteamientos de vanguardia, a los “desafíos epocales”, y en ese campo
sería de las pocas organizaciones políticas de verdadero alcance nacional, que
además podría sonar auténtica en una propuesta de empoderamiento de las
comunidades, a diferencia de otros partidos que, además de carecer de la
indispensable “capilaridad geográfica”, si se metieran en eso podrían verse
demasiado como “vestidos para la ocasión”.
Por lo tanto para AD
podría ser la gran ocasión para recolocarse en el epicentro de la lucha
política con naturalidad y credibilidad, y si lo hace recuperando cierto
sentido del trabajo político en donde antaño fue campeona, esta vuelta al
centro del ruedo podría coincidir con otra gran oportunidad: la de volver a
disputar la tenencia del mensaje de inclusión social y su semántica asociada
(un campo que siempre fue especialidad de AD, hasta un pasado ni tan remoto).
Es la gran
oportunidad para volver a hacer política, en vez de limitarse, como algunos
proyectos personalistas hacen por deficiencias insuperables de concepción y
liderazgo, al mero rol opositor.
Es la gran
oportunidad para recuperar el sentido de aquello que mientan la “vocación de
poder” distinta a la “vocación de medrar” que pareciera distinguir a cierta
supuesta dirigencia.
¡Adelante!
twitter: @FBoccanera
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