La frase que titula el artículo
pretende cuestionar el impacto de un tipo de consejo que los escépticos como yo
llamamos conformismos contemporáneos. Algunos ejemplos de los mismos son:
"el tiempo de Dios es perfecto", "todo tiene su razón de
ser", "lo mejor es lo que sucede", etcétera.
Cuando enfrentamos situaciones
difíciles en nuestras vidas, siempre encontramos a alguien cuyo apoyo y empatía
vienen rematados con alguno de los conformismos contemporáneos mencionados. El
caso es que nos es mucho más fácil aceptar que la circunstancia adversa por la
que atraviesa nuestras vida tiene una razón de ser enmarcada en lo "divino",
que aceptar que lo que nos afecta tan terrible y penosamente es producto de una
relación causa-efecto (cadena causal), del azar o meramente de un accidente.
De acuerdo con Paul Thagard, profesor
de Filosofía (Ph.D en Filosofía, 1977) y Director del Programa de Ciencia
Cognitiva en la Universidad de Waterloo, Canadá y autor del libro "El
cerebro y el significado de la vida" (The Brain and the Meaning of Life,
2010), los mencionados conformismos son la versión "New Age" del viejo
dicho religioso "es la voluntad de Dios" y aceptado el dicho no queda
otra acción que la resignación: la aceptación de la voluntad divina contra la
cual no podemos hacer nada los mortales neuróticos normales como usted y como
yo.
El problema aquí es que con la
resignación nos privamos de como mínimo dos cosas. En primer lugar de poner en
acción los dos activos más importantes que tenemos como seres humanos: la
capacidad de soñar y la capacidad de materializar lo soñado. En segundo lugar,
nos privamos de todas aquellas opciones que la ciencia coloca a nuestro alcance
y que seguramente nos sacarían de la miserable autocondena de pensar y vivir
resignados abandonados a la voluntad de un "Dios" sinusoidal que unas
veces es bueno y misericordioso y otras sádico y castigador.
Sea que las cosas suceden por cadenas
causales cuyas variables y cuya verosimilitud no nos son transparentes, o sea
que las cosas suceden por azar o por accidente, este último definido por
Thagard como el resultado improbable de una intersección de cadenas causales
independientes, el caso es que la psicología moderna pone a nuestra disposición
un arsenal de recursos que ciertamente nos permitirán enfrentar y superar esas
circunstancias adversas: desde estrategias cognitivas para generar
explicaciones y soluciones hasta estrategias emocionales (e incluso
farmacológicas) para gerenciar el miedo, la ansiedad y la rabia que acompañan a
toda tragedia humana.
Tal y como afirma Daniel Gilbert (Ph.D
en Psicología Social, Universidad de Princeton, 1985), profesor de Psicología
en la Universidad de Harvard e investigador en el área de pronóstico afectivo
(affective forecasting) y autor del libro "Tropezando con la
felicidad" (Stumbling on Happiness, 2006) pero en palabras de Simón Díaz:
"No llores más nube de agua, silencia tanta amargura, que toda leche da queso, y toda pena se cura, Lucerito, Nube de Agua".
De modo que ya lo sabe: no se resigne
ni se abandone y aléjese de quien así se lo recomiende. Ayúdese, búsquese
amigos verdaderamente inteligentes y pida cita con un psicólogo.
c.e.tinoco.g@gmail.com
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