PENAS Y GLORIAS
Si no se estuviese en esa difícil
búsqueda de Dios por los rincones se podría mirar lo evidente. Hoy puede ser
instructivo aprender de Chávez y de la izquierda bochinchera que está en el
poder porque tiene experiencias que interesan a la oposición democrática. Está
tan a la vista, tan obvio, que no se puede entender que estén allí.
Una de las pericias que Chávez puede
mostrar y que en su tiempo exteriorizó desde una perspectiva histórica
democrática Rómulo Betancourt, es la necesidad de un proyecto de poder. Es
decir, no se apunta a una diana fija sino a un objetivo móvil: el poder. Para
el logro de este propósito, Chávez conspiró, dio un golpe de estado, cortejó la
abstención, participó en unas elecciones limpias, y finalmente encontró el
camino: atrapar el poder, legitimarse a través de elecciones sucesivas y
profanadas, y quedarse allí hasta que el cuerpo aguante. Su proyecto era y es
mantenerse en el poder, mientras el de Betancourt era instaurar la democracia.
En ambos casos el método no sustituyó al objetivo; participar en elecciones se
convirtió en un instrumento para alcanzar el objetivo y no el objetivo mismo.
La izquierda bochinchera que hoy
controla el Estado en un proyecto de corte militarista jamás se le arrugó el
entrecejo cuando apelaba "a todas las formas de lucha", lo cual era
el eufemismo para decir que podía alzarse en armas y simultáneamente pedir
desde el Congreso Nacional que cesara la ofensiva de las Fuerzas Armadas contra
"los campesinos", es decir, contra la guerrilla. Es de recordar la
primera candidatura de José Vicente Rangel cuando éste lanzó la idea de que la
izquierda se proponía llegar al poder "incluso por la vía electoral".
En la oposición democrática actual no
se plantea montar un frente guerrillero o el golpe de estado. Entre otras
razones porque la mayor parte de los que saben de ambas cosas están en el
gobierno. Sin embargo, resulta un contrasentido que se limite a la concurrencia
a elecciones avasalladas por las manifestaciones de fraude permanente y
oficial.
¿POR QUÉ LA PESADUMBRE?
A precios de hoy no se puede asegurar
que el abatimiento que todavía existe en las filas democráticas sea
exclusivamente motivado por la derrota infligida por Chávez el 7-O. Cada vez
más surge la idea de que esa sensación de congoja emerge más por la forma en la
cual los principales dirigentes de la campaña procesaron el desastre, lo cual
no sólo tiene que ver con la ausencia de explicaciones sobre una derrota que
era "una victoria segura", sino al desarme político, intelectual y
espiritual que siguió; la perplejidad que quedó como lamentable subproducto.
Esa especie de nada rellenada a duras penas con el llamado a votar el 16 -D, al
cual se debe concurrir.
Ha surgido como un tema central el de
las condiciones electorales. Está claro ahora lo que estaba claro antes pero
que en forma recalcitrante los jefes se negaban a considerar en su dramática
dimensión: si no se combaten estas prácticas concebidas por el gobierno y
ejecutadas con rigurosa sumisión por el Consejo Nacional Electoral, no hay
posibilidad alguna de resolver el problema del poder en Venezuela por vía
electoral y democrática. Nadie pide un poder electoral que le garantice a la
oposición el reemplazo de Chávez sino que le garantice que esa posibilidad
existe, lo cual es esencial para que la democracia impere y funcione. La
derrota política de Chávez en este terreno es crucial.
Para el 16-D el tema se ha planteado,
sólo que muy tarde y en forma débil. Era posible hacerlo sin que eso estimulara
la abstención porque, como se sabe, la que pueda ocurrir el mes próximo depende
tanto de la naturaleza de la elección como del resultado del 7-O. En ningún
caso de las críticas al organismo electoral.
Si no se lucha por cambiar la
composición del CNE para generar un árbitro imparcial es muy difícil que eventuales
nuevas elecciones motiven a los votantes. No es seguro que se logre el objetivo
pero si no se lucha por lograrlo ni siquiera se sabrá hasta dónde es posible.
¡LA HISTORIA, COMPAÑERO,
LA HISTORIA!
Otra de las cuestiones en las que ha
habido maestría por parte de los líderes, incluido Chávez, aunque pese
reconocerlo, es que saben usar -y tienen una visión de- la historia. Para
muchos y con razón es una versión interesada, distorsionada y generalmente
utilitaria, pero encuentran en los aconteceres del pasado los códigos genéticos
y las claves de las sociedades que se proponen transformar.
Rómulo Betancourt, Rafael Caldera,
Jóvito Villalba, Luis Beltrán Prieto, Gustavo Machado, desde distintas
perspectivas, pensaron Venezuela. Chávez también. Mediante este proceso
generaron una narrativa que a cada clase o sector social les dio un lugar y un
futuro; allí encontraron símbolos y respuestas a los enigmas venezolanos.
Obsérvese a Chávez que se atraganta con las palabras porvenir, proyecto, plan,
novedad y otras que apuntan hacia allá lejos; pero no se le enfrió el guarapo a
la hora de recurrir a "los viejos", esos sabios de la política de la
izquierda venezolana que antes de 1998 estaban representados por Luis
Miquilena, J. V. Rangel, Douglas Bravo, o por personalidades de otros veneros
como Ernesto Mayz Vallenilla y Jorge Olavarría. Sí, fue un grupo de muchachos
alzados pero que no renunciaron a la búsqueda histórica y la usaron hasta sus
ascos.
Resulta que "los nuevos" de
ahora, en ese esforzado proceso de descubrimiento del agua tibia, en forma
arrogante han renunciado a la búsqueda histórica, y mire que es difícil ver
Venezuela a través del cristal de Chacao. Entender la significación histórica
del chavismo requiere abrevar en la historia del país, porque así como el
germen de esta tragedia yace en un proceso que arranca desde hace siglos,
también la lucha por la República liberal democrática encuentra en esos mismos
siglos su origen y fuerza.
Pero la historia no es sólo una
adecuada interpretación de hechos sino la recurrencia a la memoria existente de
eso que el país ha sido y es. En los intelectuales, los partidos, los gremios,
la gente de la cultura; sí, también en los poetas y pintores, está la clave de
una salida democrática que ojalá sea sin sangre, pero muy difícilmente sin
sudor y sin lágrimas, de las que ha habido en abundancia, por cierto.
FRENTE NACIONAL.
Para abordar los temas del porvenir y
las luchas que planteará la inevitable y colosal crisis de 2013 hay que unir
sin exclusiones a los "moderados" y los "radicales", los
"viejos" y los "nuevos", partidos y ONGs en un Frente que
debata, que acuerde grandes líneas y que movilice al país hacia los desafíos
que vienen.
2013 será un año en la que las leyes
implacables de la economía le pasarán la cuenta al Comandante y si a esta
situación se une la lucha por el poder en el chavismo, las luchas sociales se
incrementarán. ¿Quién dirigirá el desenvolvimiento de esa crisis?
www.tiempodepalabra.com
Twitter @carlosblancog
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