¿Por qué el presidente Hugo Chávez, que criticó por insincera la
propuesta social y económica de su contendor Henrique Capriles Radonski, no
pasa de ofrecer más “eficiencia” gubernamental, mientras nada dice de la
monstruosa corrupción que pudrió a su gobierno y al sistema
político-institucional que emergió de la Constitución de 1999?
Esta interrogante encierra el fondo de la crisis nacional venezolana,
una crisis moral sin solución de continuidad, en una sociedad de cómplices que
gira espueleada por la codicia, la sinvergüenzura, la cobardía y un hedonismo
estimulado globalmente mediante el consumismo desbocado que interesa a las
corporaciones mundiales, a los grupos oligárquicos tradicionales y a las mafias
cívico-militares que han proliferado bajo el liderazgo del reelecto Presidente
venezolano.
Pensar o sugerir con el silencio, que la gestión pública y el
desenvolvimiento general de la sociedad puede mejorar con los actuales niveles
de corrupción moral, más que ingenuidad es una vulgar estrategia para que nada
cambie y sigamos enmascarando la crisis a punta de petrodólares y la
penalización impositiva regresiva que significa el IVA (Impuesto al Valor
Agregado) en 12 por ciento.
Así, Chávez legaliza el cohecho y se hace cómplice de sus subalternos
corruptos y los correspondientes testaferros.
Desde la delincuencia desbordada e impune que ataca con violencia
sanguinaria a sus víctimas, hasta la pésima calidad de los servicios públicos o
el tráfico de armas y drogas hacia y desde los principales penales del país,
tienen su caldo de cultivo en la corrupción desbordada durante los catorce años
de mando chavista. Esa es la razón por la cual Chávez no se compromete a
desbaratar las redes de corrupción, codicia y hedonismo que mantienen pasmado a
su gobierno.
El hecho es que el gobierno caería al día siguiente de comenzar una
limpieza moral como la requerida para relanzar a Venezuela por caminos de justicia
social, desarrollo y solidaridad.
Parafraseando a aquel famoso asesor del presidente Bill Clinton, se
podría decir al mandamás de Miraflores: “¡Es la corrupción, estúpido!”.
candido.mireles@gmail.com
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