Yo me involucré en política cuando me harté
de quejarme y entendí que o formaba parte de la solución o seguiría padeciendo
mis rabias. Para no aburrirlos con un cuento largo, fue en 1999 cuando conocí a
esos con quienes nacería Primero Justicia. A Julio lo conocía desde antes, pero
poco. Con Blyde la historia fue mucho más interesante, pero la dejo para otro
artículo. A PJ lo montamos con las uñas. Acostumbrada a trabajar por muchos
años en oficinas elegantes, enfrentarme a espacios con escritorios horrendos y
sillas de plástico fue todo un reto. Pero la motivación era enorme.
Entre esos con quienes hicimos equipo estaba
Juan Carlos Caldera, para entonces un abogado joven, atildado y de lenguaje
formal. Con él, como con los otros, tuve acuerdos y desacuerdos. En política,
del debate -a veces acalorado- surgen las buenas ideas. Juan Carlos, mucho más
conservador que yo, es ese tipo de hombres con quien jamás me hubiera casado
pero con quien sin duda es muy interesante discutir sobre políticas públicas y
sobre comunicación política, cual es mi especialidad. En esos muchos años en PJ
hubo momentos difíciles y complejos, incluso horrorosos. Jamás vi a Juan Carlos
tirar la toalla.
Cuando supe lo del reciente video, mi primer
pensamiento fue que a Juan le habían tendido una emboscada. Me sentí culpable.
Si yo hubiera estado en la posición que ocupé como director de Comunicaciones
de PJ, esa reunión me hubiera sido consultada antes de ocurrir. Y nada de eso
hubiera pasado. Yo le hubiera aconsejado a Juan Carlos no encontrarse con ese
señor Ruperti.
Pero todo el asunto ocurrió y ahora hay que
enfrentar las consecuencias. Ahora bien, haremos mal en convertir a Juan Carlos
en el malvado que no es. Harán mal los factores políticos en resbalar en esta
concha de mango y harán peor aún los electores del Mun. Sucre en no ponerse
firmes en su decisión del 12 de febrero que convirtió a Caldera en su próximo
alcalde. De lo contrario, la patética consecuencia será ver a un rojo rojito de
nuevo desguazando a Petare, una serpiente de dos cabezas como William Ojeda, a
quien precede su dilatada carrera camaleónica. Ah, y se habrá aplaudido a
Ruperti, con lo cual se validará la teoría del absurdo. El linchamiento a Juan
Carlos Caldera es una de esas acciones en las que una sociedad, como Saturno en
el cuadro de Goya, se come a un buen hijo.
smorillobelloso@gmail.com
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