No
hubo fiesta, no hubo bulla, no hubo corneteo ni bailanta en plazas. No hubo
gente. En lugar del festejo y la algarabía esperadas en caso de un triunfo
arrollador y desesperado sólo hubo silencio y parálisis durante las 24 horas
siguientes. Fue como un plebiscito espontáneo, soberano, independiente en el
que se manifestó la verdad a través de un vacío apabullante.
Primero,
a confesarme: Yo, el 8 de octubre de 2012, amanecí llorando. Lloré como hacía
años que no lo hacía, con tristeza, con dolor y miedo profundos, con desgarro,
con ruiditos y mocos a granel. Viendo que aquello no paraba me concedí
declararme en depresión por el día así es que, traicionando uno de mis más
firmes principios, durante todo el día ni me quité la piyama y dejé la cama sin
tender. Pasé más de medio día abrazada a la cajita de Kleenexdeambulando entre
la cocina para colar café -que era lo único que mi debilitado organismo podía
tolerar- y la computadora para ver qué se decía.
Ya
más tardecito empezaron las piezas a recomponerse, las neuronas a estirarse y
las ideas a coger rumbo. Lo primero que hice fue enviarle al cerebro la orden
de impedir –a como de lugar- que la idea del #ComediantePresidente haciendo que
gobierna durante 6 años más se apoderara de mis espacios lúcidos; a partir de
ahora eso está considerado pensamiento pernicioso y, como tal, debe ser
mantenido a raya.
Acto
seguido rebobiné la peli y retomé la imagen de Chávez dirigiéndose al país
después de conocerse los resultados y lo que vi fue un hombre que, aún habiendo
sido re-re-reelecto mostraba un aspecto adusto, resentido, nada feliz y estaba
rodeado de rostros igualmente hoscos, ásperos, poco triunfales. Caras que
reflejaban la conciencia de haber ganado imponiendo el miedo y oprimiendo
conciencias, cambiando normas e irrespetando leyes, repartiendo dinero y
sembrando mentiras; haciendo trampa abierta y descarada ante los ojos del país
y el mundo. Ganar así debe ser más devastador que perder.
También
caí en cuenta que, después de dos o tres fuegos artificiales y escasos minutos
de música, el silencio se apoderó de las ciudades venezolanas. No hubo fiesta,
no hubo bulla, no hubo corneteo ni bailanta en plazas. No hubo gente. En lugar
del festejo y la algarabía esperadas en caso de un triunfo arrollador y
desesperado sólo hubo silencio y parálisis durante las 24 horas siguientes. Fue
como un plebiscito espontáneo, soberano, independiente en el que se manifestó
la verdad a través de un vacío apabullante.
El
tercer detalle que me animó fue ver los resultados así: Chávez en 6 años (y más
3 millones de nuevos electores inscritos desde 2006) apenas remontó 700.000
votos. Capriles y su equipo, acoplados, preparados, enfocados y con una visión
contemporánea y efectiva del bienestar integral para el país, habiendo sorteado
todas las marramucias posibles y en un esfuerzo humano realmente heroico -en
apenas 4 meses- sumaron para la oposición más de dos millones de seguidores.
Visto así es como para montar fiesta en cada plaza.
Y,
aunque usted no lo crea, al escuchar a Diosdado decir que “A quien no le guste
la inseguridad que se vaya”, y ver la sobre actuada rueda de prensa del
presidente el 9 de octubre, de inmediato recuperé la sindéresis y supe que este
régimen seguirá siendo intolerante, tramposo, prepotente e incompetente. Un
monstruo demasiado grande para ser vencido en tan poco tiempo de unidad pero
con las bases corroídas por sus propias miserias.
Retomé –intacta- la
convicción con que me acosté el sábado 6 y que me transmitió El Flaquito
durante su campaña: Somos mayoría y sí hay otro camino: el del respeto, la
inclusión y la prosperidad.
No
tiene sentido perder el rumbo porque mi fantasía no se correspondió –por ahora-
con la realidad.
anablackll@gmail.com
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El 08 de octubre, el día siguiente a mi 58 cumpleaños, me sentí igual que usted, hice lo mismo que usted y aunque muy triste por no haber recibido el regalo más deseado en 14 años decidí que mientras viva no renunciaré a la idea de rescatar con la fuerza del voto el sistema democrático en el que crecí. Apartaremos las espinas del camino y seguiremos andando.
ResponderEliminarCultivo una rosa blanca
ResponderEliminaren junio como enero
para el amigo sincero
que me da su mano franca.
Y para el cruel que me arranca
el corazón con que vivo,
cardo ni ortiga cultivo;
cultivo la rosa blanca.