Durante los
últimos veinte años he producido decenas de artículos explorando las raíces de
la patética diferencia entre nuestro desarrollo y el de nuestro vecino del
norte; los EUA. Sin embargo, siempre al final arriendo mi caballo ante primero
de los barrancos, algo que Octavio Paz afirmaba al referirse al perfil de dos
muy diferente Américas: “Una de habla inglesa, es hija de la tradición que
fundó el mundo moderno: la Reforma y sus consecuencias políticas—sociales,
democracia y capitalismo. La otra de habla española y portuguesa, es hija de la
monarquía universal católica y la contra Reforma produjo la autocracia y el
mercantilismo.”
Ya Simón
Bolívar me daba una pista en uno de sus escritos del siglo XIX: “En tanto
nuestros compatriotas no adquieran los talentos y virtudes que distinguen a
nuestros hermanos del norte, los sistemas populares lejos de favorecernos, temo
vengan a ser nuestra ruina. Desgraciadamente esas cualidades parecer estar muy
distantes de nosotros y, por el contrario, estamos dominados por los vicios
que se contraen bajo la dirección de una nación como la española que solo
ha sobresalido por su fiereza, ambición, venganza y codicia.”
Los EU nacían
como la primera democracia moderna y la poderosa frase de Jefferson en su
declaración de independencia, dictaba su futuro; “Dios creó a todos los hombres
iguales”—pero iguales ante la ley, concepto que no entendieron los
revolucionarios franceses, mucho menos los mexicanos. Emergían como la primera
economía de mercado de la era moderna sin ligas al feudalismo, y ambos
conceptos le daban vida al capitalismo democrático para crear el milagro del
siglo XIX.
México, en
contraste, al lograr su independencia se deshacía del yugo de España, pero
mantendría el mismo esquema económico—político de la era colonial. La
concepción del Estado benefactor, tutelar, paternal que conciliaba al interior
o, si no era posible, suprimía todas las disidencias, es obra de los neo
tomistas españoles del siglo XVI. Es el diseño que echó raíces en la colonia,
fue luego adoptado por Porfirio Díaz con ropaje liberal, y finalmente fue
consagrado en la Constitución de 1917.
Durante
décadas los orígenes culturales de ambos países han sido la explicación más
popular de este desconcertante fenómeno, y en actitudes de algunos de nuestros
líderes encontrábamos algo semejante a la condena de un destino predeterminado
y, al igual que nuestro valle de lagrimas, dócilmente deberíamos de aceptar
algo totalmente fuera de nuestro control: “Somos latinos y ellos son
anglosajones.” Nuestro modelo fue España y lo debería seguir siendo per secula
seculorum. Sus modelos en nuestro país son inoperantes.
Pero nuestros
sesudos analistas congelaron la historia de España y se han dedicado a ignorar
su transformación de los últimos 40 años. Han ignorado cómo el Rey Juan Carlos,
quien fuera preparado por el mismo Franco para continuar su dictadura, primero
coqueteara con el liberalismo y luego le daba al pueblo español la ansiada
libertad negada por el dictador. Han ignorado cómo Adolfo Suárez emergiera como
el cirujano político de España, logrando los acuerdos para cimentar la
democracia liberal y pluralidad.
Ignoran la
transformación de Felipe González de ser un carismático líder socialista, a un
estadista abrazando los mercados libres, luego de entender que la derecha y el
conservadurismo moralista de Franco, no era el credo liberal. Pero lo que más
han decidido ignorar, es el papel del ex Presidente José María Aznar quien,
habiéndolo identificado—en su limitado mundo—como un hombre de “derecha,” se
resisten tozudamente a reconocer su aportación de los años en los cuales España
se consolidó como un ejemplo admirable y un país de primer mundo.
Aznar había
convertido a España no sólo en un gran aliado de los EU—dejando en el pasado el
complejo de ultraje tan popular en México—la había convertido en un dinamo
económico y algo más; dejaba el poder en sus propios términos, sin buscar otra
reelección que fácilmente ganaría. Este hombre de corta estatura y gran
determinación, había transformado la política española. Habiendo heredado los
remanentes del conservadurismo de Franco—activista, aislado y místicamente
español en su catolicismo—los transformó en una estructura liberal clásica y
moderna.
Con orgullo
afirma ser esta la primera vez en su muy larga historia que en España se habían
aplicado políticas liberales en toda su pureza. Ello había producido
prosperidad para todos los españoles, una economía envidiable y de las pocas
que crecían en la Europa unificada. Sus asertivas políticas desde mercados
libres hasta el Supply—Side, tan impopulares en el resto de los países de la
Unión largamente controlados por el socialismo cristiano, produjeron una rugiente
ola de bienestar no conocida en Iberia. Cuando en un país de 40 millones de
habitantes se crean 4 millones de empleos, ello es una verdadera revolución
social.
Al
cuestionarlo de su retiro en la cúspide de su carrera y a tan temprana edad;
con sabiduría responde: “Porque es lo que prometí al pueblo de España y debo
respetar mi promesa. Porque no quiero que la serie de cambios y políticas
implementadas, se confundan como logros personales, debemos institucionalizar
nuestro proceder en la política. Esos logros no se deben de observar como de
Aznar, sino como los de una gran generación de españoles.” “Hasta ahora”
continua, “me he dedicado a actuar y poco a persuadir. Es ya la hora de dedicar
todo mi tiempo a la persuasión en el universo de las ideas.”
Pero Aznar no
contaba que con el miedo los españoles entregaran el poder a un Peje churumbel,
luego de los ataques terroristas a los trenes de Madrid. Zapatero dedicó dos
periodos de gobierno para destruir la obra de Aznar y a España, de ser el gran
ejemplo a seguir, la convirtió en otro paria de la Unión Europea que tal vez,
como Grecia, deba ser rescatada de la Euroeclerosis aguda en su segunda
avenida. Entonces ¿fue cuerda la retirada de Aznar?
José María
Aznar se ha convertido en la cabeza de una Fundación de liberalismo clásico:
Fundación para Estudios Sociales y Análisis. Pero todos se preguntan si eso es
suficiente para este dinamo que había logrado cambiar la sociedad más
conservadora del mundo civilizado. España es uno de los países europeos que
cuenta con más centros de ideas liberales, mientras que nosotros todavía
navegamos en el subdesarrollo, retraso mental y nostalgia, a través de las
venas abiertas de Galeano.
Hace unos
días al escuchar un mensaje del Presidente electo, Enrique Peña Nieto, no pude
evitar hacer la comparación con Aznar. No sólo porque sean dos hombres de corta
estatura, inteligencia y, me parecen ambos, determinación. Sus mensajes
liberales suenan muy claros, similares, coordinados y provenientes del mismo
canal. Sigue esa vereda Presidente Peña, metiéndole el machete a los
chirahuales y rastreando los chóllales para sacarlo de raíz.
chero@cox.ne
Twetter@elchero
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ResponderEliminarHolistic Nuгsing, and whο now will hаve aсceѕs to us on Hοuston Ѕtrеet," Pamintuan added.
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