La
semana pasada, cuando estaba en una reunión, nos pusimos a hablar de la
situación política del país y del odio que uno puede sentir en algunas
personas. Yo dije que, como cristianos,
no podemos sentir odio sino que debemos llevar el Amor de Dios a todos los
venezolanos, sin excluir a nadie, porque esa es una de las mejores maneras de
lograr la Paz en nuestro país. Una
joven, ahí presente, me miró con cara de
sufrimiento y tocándose el corazón me preguntó: "¿Pero cómo puede hacer
uno para sacar este odio que tenemos aquí adentro?". De verdad, me
impresionó mucho ver cómo una persona tan joven se mostraba tan inquieta, con
tan poca paz, y con verdaderos deseos de
sacar ese sentimiento de su corazón.
Y es que como dice el psicólogo peruano Frank
Clavijo: "el odio o resentimiento es un sentimiento de hostilidad que no
se ha logrado superar, es un sentimiento de ira por lo que se cree que se fue
tratado injustamente, es un enfurecimiento que se siente cada vez que hablan de
esa persona o de la situación en particular que le pasó, es un dolor
emocional. Es un sentimiento destructivo
que le impide tener la capacidad de dejar pasar, olvidar o perdonar... Finalmente se puede decir que el
resentimiento es un malestar emocional en el que se gasta demasiadas energías
para alcanzar algo en contra de alguien y en el que finalmente se termina
perdiendo, pues es como tomar un veneno uno mismo para que la otra persona o
los otros sientan los efectos del envenenamiento".
Por su parte el filósofo Max Scheler afirma
que una persona que siente odio o resentimiento se intoxica a sí misma:
"El otro le ha herido, de ahí no se mueve. Ahí se recluye, se instala y se
encapsula. Queda atrapada en el pasado.
Da vida a su rencor con repeticiones y más repeticiones del mismo acontecimiento,
de este modo arruina su vida. Los
resentimientos hacen que las heridas se infecten en nuestro interior y ejerzan
su influjo pesado y devastador, creando una especie de malestar y de
insatisfacción generales. En consecuencia, uno no se siente a gusto en su
propia piel. Pero, si no se encuentra a gusto consigo mismo, entonces no se
encuentra a gusto en ningún lugar. Los
recuerdos amargos pueden encender siempre de nuevo la cólera y la tristeza,
pueden llevar incluso a depresiones".
Y es que el tema del odio y del resentimiento
es verdaderamente terrible. Por eso es sumamente importante aprender a superar
las ofensas y aprender a perdonar, porque el odio y la venganza realmente
pueden "envenenar" la vida y convertir a cualquiera en un ser infeliz
y amargado.
Yo lo único que le pude decir a esa persona,
en ese momento, fue que la mejor manera de no sentir odio es rezar por la
persona a quien le guardas rencor. Su
cara de asombro iba en aumento: "¿Rezar por esa persona, pero cómo?",
me dijo. Entonces ahí le expliqué que al
principio a lo mejor no te puede provocar rezar por ésta, pero que cuando
comienzas a hacerlo, te vas tranquilizando y poco a poco vas sacando ese odio
que tienes dentro. Incluso puede llegar
un momento en el que hasta puedes llegar a querer a esa otra persona a quien pensabas que nunca podrías
perdonar.
Y es que esa es la verdad, aunque ustedes no
lo crean. Como cristianos, debemos rezar por nuestros "enemigos",
debemos querer a todas las personas, por más mal que hagan. Eso nos hace un gran bien a todos porque el
hombre está hecho para el amor y no para el odio. Y si no me lo creen hagan un
experimento por varios días y empiecen a desearle el bien a sus
"enemigos" para que vean cómo el corazón se les va llenando de una
paz que no podrán describir con palabras.
Cuando logramos perdonar, y no sentir
rencor, nosotros somos los mayores
beneficiados. Si vivimos en la onda del perdón y de la oración nuestra vida se
volverá inmediatamente más alegre, más serena, más positiva, por más problemas
que tengamos. En pocas palabras, lograremos vivir en Paz con nosotros mismos y
le haremos la vida más agradable a los demás. Y podremos dormir tranquilos, porque pudimos estar por encima
de ese veneno tan terrible que es el odio, el resentimiento y el deseo de
venganza.
Si ponemos voluntad, y con la ayuda de Dios,
sacaremos ese veneno de nuestro corazón y lograremos la victoria del Amor sobre
el odio, del Perdón sobre la venganza, de la Humildad sobre el orgullo, de la
Unidad sobre la división. Esas palabras
con mayúscula hacen mucha falta en Venezuela así que vivamos y digamos: ¡No al odio y sí al Perdón y al Amor! Sigamos el llamado que hizo Benedicto XVI
hace días en Beirut a "trabajar por la Paz, cada uno como pueda y allí
donde se encuentre".
mariadenissecapriles@gmail.com
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