El término
prostitución viene del latín prostituere: “exhibir para la venta”. Pero no
siempre se ha asociado con el intercambio de sexo por dinero. Hace cinco mil
años, las mujeres de Babilonia tenían el deber cívico de fornicar al menos una
vez en su vida con un desconocido, como muestra de hospitalidad hacia el
extranjero y para aumentar las ofrendas al templo de la diosa Ishtar. En esa
cultura el matrimonio sólo servía para perpetuar el linaje, pero no se
relacionaba con amor ni con fidelidad, pudiendo el hombre ceder los favores
sexuales de su esposa para pagar deudas.
En la Grecia Clásica la prostitución
era aceptada para mujeres y efebos y llamada porne (vender), raíz de la palabra
pornografía. En la Atenas del siglo VI A.C. surgió el primer burdel del que se
tiene registro, para que trabajasen las cuadrantarias (que cobraban un mísero
cuadrante para ser usadas sexualmente por cualquier orificio corporal) y las
fellatoras (expertas en chupar el pene) que escalaron posiciones y
evolucionaron hasta llegar a las hetairas, algunas de las cuales destacaron por
su cultura y poder como en el caso de Aspasia, compañera de Pericles. En la
Roma Imperial, un hombre penetrado por otro resultaba socialmente más aceptable
que si le practicaba el cunnilingus a una mujer, mientras Egipto era el primer
país civilizado que vetaba a sus ciudadanos el prostituirse, eligiendo para esa
actividad a extranjeros y esclavos de ambos sexos. Por el año 800 D.C. y bajo
la influencia del cristianismo, Carlomagno fue el primero en intentar prohibir
(inútilmente) los burdeles y las relaciones extramaritales. Durante las
Cruzadas, las libertinas idearon vestirse de hombres para acompañar a los
ejércitos y ofrecerles sus servicios, popularizando con ello el travestismo y
el comercio sexual. En el siglo XII las tabernas que también funcionaban como
burdeles se anunciaban colocando un ramo en la puerta, por lo que las
trabajadoras del oficio más viejo del mundo también comenzaron a ser conocidas
como rameras. Durante los siglos XIII y XIV la recesión económica hizo que las
prostitutas europeas se estableciesen dentro de las grandes urbes y villas
estudiantiles, en locales fácilmente ubicables. En la España del siglo XVI, un
juez daba una plática moral a cualquier chica pobre mayor de doce años que
quisiese vender su cuerpo a ratos y, si no la convencía para ganarse la vida de
otra manera, la autorizaba a hacerlo así mediante un documento. En las grandes
ciudades italianas renacentistas las cenas ostentosas pusieron de moda a las
cortesanas, cuyo número creció tanto que se organizaron legal y
administrativamente al mando de una matrona llamada Reina(equivalente a la
matrona Queen dentro de la prostitución inglesa). En todos los países y épocas
han surgido meretrices y favoritos que han influido sobre los gobernantes y los
sucesos de su siglo, aunque utilizar el sexo para obtener beneficios no sea
exclusivo de la historia humana. En otras especies además de la nuestra también
se da la prostitución: se ha observado que muchos animales ceden a sus hembras
para evitar represalias del macho dominante; variedades de pingüinos canjean
sexo por piedras y materiales para hacer nidos, y los bonobos lo hacen a cambio
de comida o para resolver conflictos, recordándonos que su ADN se asemeja al
nuestro en un 98%. Ejemplos que colocan
a la prostitución a la par que el instinto y más allá del simple intercambio
sexual por dinero.
Considerando
que algunos países estudian legalizar la lucrativa industria del sexo, los que
se oponen a esta posibilidad aducen que la legalización y despenalización de la
prostitución no supone un mayor control sobre ella, sino un estímulo para su
expansión que además favorecerá a los proxenetas, comerciantes y proveedores de
dicha industria; promoverá el tráfico sexual de menores; reducirá
significativamente el poder de los valores y principios que sostienen a la
familia y a la sociedad, sin aumentar la calidad de vida de los trabajadores
sexuales ni sus posibilidades de elegir otro medio de supervivencia. En el lado
opuesto, los que están a favor de legalizar la prostitución sostienen que ésta,
como pasa con la droga, es un problema que crece junto con la población
mundial, por lo que exige sincerarse y ser regido jurídicamente, apoyando los
derechos laborales de las personas involucradas en ese comercio; aducen que su
legalización reportaría enormes beneficios económicos a los países
tercermundistas (sin que dejen de serlo) y, por tratarse de una actividad que
conlleva una mayor probabilidad de transmisión de enfermedades, admitiría
controles sanitarios más efectivos; con la prostitución reglamentada, muchas
mujeres dejarían de ser explotadas por proxenetas y podrían dirigir su propio
negocio, organizarse y ejercer mayor poder de decisión en cuanto a cómo, cuándo
y dónde ejercer su trabajo; se favorecería el comercio indirecto cercano a
cualquier zona de prostitución legal (cafeterías, hoteles, taxis, comercios,
clínicas, farmacias, tiendas de ropa y de artículos sexuales, etc); se
reduciría drásticamente el problema de las mafias así como la inmigración
ilegal. Y, como razón final, los que están a favor de legitimar la prostitución
recuerdan que nadie está obligado a ejercerla o a ser cliente. Obviamente, éste
y otros de los argumentos antes expuestos pueden rebatirse fácilmente, pero son
los más utilizados por ambas partes.
Según un
tercer enfoque, el materialismo -por su culto al dinero, al placer y al
escapismo- hace que la gran masa consumista se comporte como una puta alienada
y siempre insatisfecha, que se atiborra de prótesis existenciales para poder
vivir, sean teléfonos celulares, moda, sexo, drogas o tetas falsas. Quienes lo
plantean sostienen que el término prostitución define toda conducta que compra
y vende la dignidad personal y que no se limita al comercio del cuerpo por
dinero, pudiendo aplicarse al comportamiento social de muchísimas personas que
son consideradas –y se consideran a sí mismas- respetables: se prostituye el
político que miente al pueblo o usa los recursos y bienes comunes como propios;
el corrupto que ocupa un cargo para el que es incapaz y desde el que favorece a
otros inútiles; el militar u oficial que abusa de su autoridad; el juez o
abogado que defiende al que sabe delincuente a cambio de prestigio y dinero; el
profesional de la salud cuya tasa de honorarios lo convierte en un vulgar
comerciante de la salud; la mujer que exagera sus atributos físicos con
artificios, vestidos e implantes, para atraer la atención del sexo opuesto y
beneficiarse a su costa; la juventud que entrega su acompañamiento social o
sexual a cambio de bienes; el artista que utiliza el cuerpo propio o ajeno para
ganar popularidad y dinero. Se vende cual prostituta el comerciante que pone
sobreprecio a su producto, contribuyendo a la inflación nacional y mundial. Se
vende el que deteriora el planeta buscando lucrarse, así como el que tiene o
busca pareja por conveniencia social o por la seguridad y comodidad del dinero
y de otras ventajas materiales. Se vende quien toma los hábitos religiosos para
tratar de huir de su preferencia sexual o de la pobreza o de cualquier otra
situación insatisfactoria, y en general prostituye su dignidad todo individuo
que discrimina o ataca los derechos humanos, en cualquier contexto. Ante estos
casos, tan frecuentes como tolerados, sus defensores automáticamente responden
con puritanismo o mojigatería a las acusaciones de hipocresía o doble moral,
mientras el tabú con el que la tradición y las religiones han rodeado a la
prostitución levanta ronchas de indignación en aquella persona que se siente
incluida en cualquiera de los escenarios mencionados -entre otros- y que emplea
eufemismos para distinguirse de la desprestigiada trabajadora sexual. Este
enfoque del asunto convierte a la mayoría de las personas en prostitutas, al
extender el significado de esta palabra al campo de los valores morales. Pero
sin tomar partido por ningún enfoque relacionado con la prostitución, ni caer
en estériles análisis semánticos, la razón del blog es llamar a la reflexión
acerca de éste y otros temas polémicos, abordándolos con objetividad,
procurando desenmascarar hipocresías sociales, denunciando prejuicios y
discriminaciones, tradiciones y creencias destructivas o injustas, con el fin
de sincerar las cosas y fomentar el bien común. El ser humano es experto en
atacar a su especie y a su entorno. Y, ya que negar u ocultar su oscuridad no
la hará desaparecer, lo mejor es llevar hasta ella la luz disponible desde
todos los ángulos, para poder verla y combatirla con mayor efectividad. Y parte
de la oscuridad mundial se condensa en la violación a sus derechos humanos que
sufren niños y adultos a causa de la prostitución, sea ésta legal o no.
soyotuel@hotmail.com
EL ENVÍO A NUESTROS CORREOS AUTORIZA PUBLICACIÓN, ACTUALIDAD, VENEZUELA, OPINIÓN, NOTICIA, REPUBLICANO LIBERAL, DEMOCRACIA, LIBERAL, LIBERALISMO, LIBERTARIO, POLÍTICA, INTERNACIONAL, ELECCIONES,UNIDAD, ALTERNATIVA DEMOCRÁTICA,CONTENIDO NOTICIOSO,
Excelente artículo, bien enfocado con objetividad y buenos fundamentos históricos.
ResponderEliminar