El apolillado cartapacio de promesas acumuladas es el principal enemigo de Chávez
Era
previsible: después de catorce años y trece mediciones electorales, era
razonable que la campaña del Presidente luciera errática y cambiadiza. Nunca
antes Chávez se había subordinado ante las iniciativas de un contendor. Todas
las mediciones comiciales eran un paseo para la revolución, que ahora juega al
ensayo y error para plantarle cara a un curioso contendor de atributos
inasibles, a quien no se le da nada mal la crítica a la mediocre gestión
exaltada por los focos y cámaras de la maquinaria publicitaria roja.
Ajado por el
paso ineluctable del tiempo, "el proceso" exhibe ahora dificultades
para dominar el debate. Las cartas de las que siempre ha dispuesto están
malogradas: el uso recurrente las ha deteriorado hasta volverlas infructuosas.
El discurso del comandante no aporta ideas nuevas al tablero de la competencia:
no hay una sola que no se haya planteado antes. Su libreto se ha teñido de
sepia: el contenido de sus páginas es materia conocida por los venezolanos, que
hoy presencian una disputa donde el gran histrión aparece latoso y repetitivo,
cuando no cínico y desvergonzado frente a sus negligencias.
Los ajustes y
reajustes que ha sufrido la campaña de Chávez en su primer mes, nos recuerdan
la larga seguidilla de eventos electorales ocurridos desde 1998 hasta esta
parte. Junto a todas esas jornadas, en las cuales se han desempolvado siempre
las mismas promesas, las cadenas presidenciales también han contribuido a la
corrosión de la oferta. El Presidente y su equipo saben que todo está dicho:
saben que la revolución se encuentra oxidada y que es imposible ocultar los
obstáculos con que se enfrentan para rejuvenecer su propuesta... El punto es
clave. La reelección necesita justificarse: coronarla requiere dotar al
electorado de un sólido abanico de razones que fundamenten el voto y encubran
la apetencia continuista. Sin esas razones todo se reduce a la búsqueda y
atesoramiento del poder por el poder.
Los
propagandistas bolivarianos la tienen difícil para explicarle al auditorio
nacional que la revolución, pese a su morosidad, merece un nuevo crédito. No
basta decir que "ahora sí" se resolverán las asignaturas pendientes:
catorce años después, y trece elecciones seguidas, comportan un problema serio.
La revolución es un cliché monótono y previsible; es una rutina mecanizada
cuyosound track es la voz de un hombre que habla incesantemente acerca de una
sempiterna tierra prometida de la cual, transcurridos catorce largos años, sólo
existe la vaguedad de la palabra mil veces empeñada... El apolillado cartapacio
de promesas acumuladas es el principal enemigo de Chávez. Esa carpeta que
Capriles airea en sus recorridos, es el prontuario electoral que lo amenaza.
Argelia.rios@gmail.com Twitter
@Argeliarios
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