La ética, esa rama de la filosofía que investiga
la moralidad y -en particular- las variables del pensamiento por las cuales la
conducta humana se guía y puede ser evaluada, no es más que pamplinas para el
presidente saliente
Al igual que la persistencia del oficialismo
casi que rogando para que la oposición declarara que respetaría cualquiera que
fuese la decisión del “árbitro” CNE o de la misma manera en que el chavismo
zafio acusa de violencia a los pacíficos manifestantes de la oposición, la
ética sigue siendo una de las primeras y más graves bajas del presidente saliente,
cuya diarrea de odios e insultos desparrama indiscriminadamente, como si fuera
la razón de ser de su gobierno o la única defensa posible del monumental
fracaso de su robolución, integralmente descontrolada por la arrolladora
campaña de Henrique Capriles.
Así es que el presidente saliente llega al reino
de la falsificación, magno escudo encubridor que delata el abuso y la rapacidad
canalla, como sin duda quedará retratada su gestión ante la historia.
La ética, esa rama de la filosofía que investiga
la moralidad y -en particular- las variables del pensamiento por las cuales la
conducta humana se guía y puede ser evaluada, no es más que pamplinas para el
presidente saliente, como otras realidades que acostumbra a enfocar a la
inversa, como lo contrario a lo que es, a la diabla. Para el 99 por ciento de
sus descalificados voceros, la ética ya es también algo sin significado ni
justificación en sus acciones, para ellos lo correcto y lo incorrecto son
elementos de utilería para manejar a conveniencia. (Tal es el caso, de paso,
con los cuatro gatos que tienen regados de a poquito por el país y que pagan y
empaquetan en autobuses para transportarlos a sus octavitas caraqueñas,
buscando hacer creer que tal bultico escuálido representa el apoyo de las
mayorías nacionales.)
Ya es política oficial del presidente saliente
la sustitución de virtudes por vicios; lo digno de alabanza no existe y los
créditos valiosos van todos para sus agentes vueltos campeones de la
distribución realenga de inculpaciones hacia los demás; olvidados del bien y el
mal, ya ni siquiera atienden e ignoran las consecuencias que su degenerada
moralidad genera. Y cada vez que el presidente saliente se asusta, por el
destruccionismo de sus propias irracionalidades, sus amenazas reaccionarias salen
de su jeta como vomitivos de baja ralea.
El problema fundamental de la ética –que es si
las afirmaciones morales son realmente declaraciones de hechos, verdaderas o
falsas, como parecen ser gramaticalmente- es algo que los tiene sin cuidadoal
presidente saliente y a sus adláteres; da lo mismo lo que sea que fuese
cualquier cosa, les rueda, se desatiende, es otra cosa la bastardizada
desintegración que los motiva. Para nada importa si declaran sobre un hecho
como algo cierto o falso, son militantes de la falacia consuetudinaria cuya
corona es la mentira, y como en toda emotividad farsesca lo que diga y haga el
presidente saliente le interesa más como orden de mando a ser cumplida sin
chistar que como expresión de algún razonamiento coherente, justificado, ético.
Del presidente saliente no se puede esperar la
visión medianamente correcta de los hechos que suceden en la realidad, tampoco
le interesan las afirmaciones empíricas sobre las características observables
que podrían conducir a la felicidad general, que es lo que mantienen los
naturalistas éticos. ¿Le interesa lo a priori de todo ello, la posición de los
racionalistas éticos? ¿Existe tal cosa como el radicalismo ético? ¿Tiene
conciencia de los problemas concernientes a la relación que los conceptos morales
mantienen entre ellos? ¿Lo correcto de las acciones pueden ser algo que se
infiera por sus consecuencias? ¿La virtuosidad de un motivo debe ser inferida
de las acciones que típicamente precipita? (¿Qué hay de todo ello en la
militarización deshonrosa, la justicia desvirtuada, el culto a la personalidad,
el triunfo de las balas...? )
El presidente saliente tampoco distingue el
valor moral de los valores de otros tipos; estéticos, técnicos, prudenciales,
hedonistas... ¿Es marca diferencial la naturaleza fáctica (basada en los
hechos, verdadera) de los fines por referencia, con los cuales los mandatos
morales se justifican, como la felicidad de la humanidad en general, o es el
carácter formal de los mandatos mismos?
El presidente saliente enfrenta el problema de
las condiciones bajo las cuales los juicios morales pueden ser apropiadamente
aplicables a la conducta. ¿Para ser moralmente responsable, estar sujeto a las
sanciones de culpa y castigo, debe un agente ser libre en el sentido de que sus
acciones son sin causa, o es suficiente que lo que hizo no estaba totalmente
causado por factores que no pueden influenciar las sanciones? Sorpresas te da
la vida, dijo el cantante.
En ética existe algo llamado falacia naturalista
que se refiere al error de definir “bueno” en términos de expresiones empíricas
ordinarias, tales como “placentero” o “deseado”, o de dar cualquier análisis de
“bueno” para definir su significado. Por encima de análisis de falacias,
estaría el intuicionismo ético, donde se toma lo bueno como una característica
del estado situacional que no puede ser discernido por observación empírica
ordinaria, sino que sólo por una facultad moral autónoma. Según ello, se da pie
a un punto de partida negativo para el emocionalismo y otras teorías éticas que
clasifican a los juicios de valor* como una forma del discurso que no es de
proposiciones. Esto es el chavismo: falacias, emotividades y carencia de
proposiciones.
*Juicio de valor: una afirmación que asevera o
implica que algo, una persona o situación, es buena o mala, donde una acción
debería o no debería ser tomada. Los juicios de valor no necesitan contener
explícitamente el puro valor-palabras: bueno, malo, correcto, incorrecto,
debería, y otros obvios sinónimos y afines. “Eso es robar” es un juicio de
valor (apropiadísimo para el chavismo y su presidente saliente), ya que “robar”
quiere decir lo mismo que “tomar incorrectamente”. Por otra parte, la presencia
de un puro valor-palabra no es una marca infalible de juicio de valor. “El tren
debió llegar ya a esta hora”, dicho a distancia de la estación y en ignorancia
de los hechos reales, es sólo rudimentariamente evaluativo, significando
simplemente que es razonable creer que el tren ha llegado. Y en cuanto al
presidente saliente y el chavismo, el tren de la ética nunca llegó.
chinorodriguez1710@yahoo.com
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