PARA
POTENCIAR EL TRIUNFO CONTUNDENTE
DE HENRIQUE CAPRILES RADONSKY
No, no me refiero a alguna Unidad que se haya creado para trabajar en algo técnico, pero tal vez por allí vayan los tiros de esta nota. Se refiere más bien a la unidad de los técnicos, que podría ser más bien el término adecuado a la situación que hoy presenta la discusión entre los técnicos de la oposición en relación al sistema electoral y la discusión de si usar o no las captahuellas en el proceso del 7 de Octubre. Paradójicamente, a partir del 12F tenemos unidad política pero hasta la fecha no tenemos unidad técnica.
En mis tiempos de estudiante de bachillerato, solo habían dos
opciones de estudio para donde coger: Las Humanidades y las Ciencias. La gente
se titulaba, si lo recuerdan, Bachiller en Ciencias y Bachiller en Humanidades.
El tiempo me ha enseñado que era una diferenciación atroz. Nadie puede ser
completamente científico ni tampoco completamente humanista. Como siempre me
encantó la lógica y la pureza técnica, del saber que objetivamente dos y dos
son cuatro, sin que nadie lo pudiera objetar, siempre preferí el estudio de las
ciencias, de lo científico. Las humanidades me sonaron a algo que no se podía
medir, relacionado con los estudios de lo humano y lo discursivo y, como
siempre me gusto llamar al pan, pan y al vino, vino, siempre me aleje de las
discusiones estériles de los humanistas a los que siempre de alguna manera la
cuenta de dos más dos nunca les daba cuatro sino el numero más conveniente.
¡Por eso precisamente eran los estudios de lo humano!
Con el tiempo, y como todos, cambié mi percepción del mundo.
Y aún siendo técnico me fui dando cuenta que de alguna manera lo humanista
influía en lo técnico al punto de dominarlo. Los técnicos éramos relegados a un
papel instrumental -técnico-, sin ningún poder de decisión más allá de su
esfera de influencia, de nuevo, técnica. Si deseaba tener acceso a decisiones
fuera de ese ámbito debía, no solo profundizar en lo humanista, sino hacerme
entender por ellos. Hay como una cierta barrera que nos separa, que hace que a
veces ambas formas de ver al mundo, aun hablando el mismo idioma, no nos
entendamos. Por eso me interesé en hablar también el idioma humanista, sin
dejar mi pasión por lo técnico.
He tratado de poner simple el dilema casi universal entre lo
científico y lo humanista para tratar de explicar en términos sencillos la
diatriba pública que se ha montado en relación al sistema técnico que gira
alrededor de una cosa que debería ser tan simple como contar unos votos. He
notado que los técnicos que hemos opinado en relación al proceso electoral nos
hemos enfrascado en una discusión de lo técnico que de alguna manera nos ha
hecho salir de nuestra esfera de influencia y tocar las fronteras de uno de los
aspectos más sensibles de lo humanista: lo político.
En algunos casos los políticos se han metido a técnicos,
opinando acerca de la complejidad tecnológica del sistema del CNE y los
técnicos se han metido a políticos tratando de explicar que el mismo sistema da
o no da las garantías para que la cuenta de esos votos salga como debe ser. Se
han cruzado los límites y ahora nadie sabe si cuando un técnico habla, lo hace
como técnico o como político. O peor aún, si cuando un político habla del
sistema lo hace tratando de ocultar o minimizar alguna trampa que este montando
el gobierno, a expensas de lo técnico, terreno el cual desconoce. Es por eso
que he leído a sociólogos hablando de que son “tonterías el cable submarino o
el satélite Simon Bolivar” abordando desde lo político aspectos técnicos. ¿A
cuenta de qué alguien puede asegurar, más allá de su palabra, que un proceso
técnico funcionará sin problemas? Solo los técnicos pueden asegurar eso.
Ahora bien, ¿cuál es la responsabilidad última de los equipos
técnicos de la oposición frente al CNE, agravada por la circunstancia de
considerar que este organismo se halla abiertamente parcializado a favor del
gobierno? La respuesta es simple: garantizarnos que la cuenta de los votos que
nos entregue el CNE a la finalización del proceso electoral se corresponda con
la verdad. Para ello requerirán de auditorías técnicas y controles de todo
tipo, para asegurarnos que el sistema tecnológico que nos impuso el CNE no
burlará la voluntad de los electores. Cualquier energía que se desvíe de ese
objetivo se estará desperdiciando a favor del gobierno.
Menuda responsabilidad tienen esos equipos técnicos frente a
todos los venezolanos. Es una carga demasiado pesada e injusta a mi modo de
ver, porque si desde afuera desconfiamos de su honestidad y de su calificación
técnica, ya el gobierno tiene la partida ganada y entonces cerremos la
santamaria de Venezuela y el último que apague la luz. En mi caso particular,
parto del principio humanista de que la buena fe se presume y la mala fe hay
que probarla.
Partiendo de ese principio de buena fe (lo otro sería tema de
denuncias que van más allá del alcance de esta nota) y en vista de que se ha
insistido por parte de voces técnicas calificadas, fuera del circulo de quienes
trabajan para el Comando Venezuela, y que también hacen observaciones de buena
fe acerca de que hay irregularidades que considerar, es necesario que ambas
posiciones se discutan y se deliberen a fin de buscar la verdad técnica mas
allá de posiciones personalistas y de sesgos políticos. Hay dos aspectos
puestos en tela de juicio: uno de ellos que tiene que ver con los datos del
sistema, el Registro Electoral, y otro con la viabilidad nuevo sistema
propuesto por el CNE, el SAI. Ambos aspectos han sido tan controversiales que
han generado temor y conflicto entre muchos de nosotros que asumimos una
posición técnica, no política, acerca de su utilización segura en este proceso.
Dos posiciones técnicas encontradas pueden ser debatidas si
se aparta el fondo político. Recuérdese que los técnicos pueden llegar a
acuerdos más fácilmente que los políticos por aquello de la objetividad del
conocimiento científico. Y aquí deseo sugerir un caso de negociación entre
partes en disputa para aquellos técnicos que realmente deseen poner por encima
los intereses del país a sus propias argumentaciones, por mas ciertas que les
parezcan. Para ello propongo un proceso rápido de negociación. Hice la consulta
con un experto del tema de negociación y este acuerda conmigo que este podría
ser un caso de esa naturaleza, sugiriendo un mecanismo simple basado en lo que
ellos conocen como el método del Texto Único de Negociación:
“Cada parte escribe
con lo que estaría de acuerdo (puntos específicos que pide o espera de la otra
parte). Cada parte entrega su documento y el facilitador mediador compila los
puntos de acuerdo encontrados en ambos documentos. Y así se va avanzando hasta
terminar con todos los puntos controversiales. Eso permitiría lograr un
documento de puntos mínimos de acuerdo.
El mediador va asentando los puntos acordados y siguen con la
misma técnica hasta agotar todos los puntos en disputa. Claro, ambas partes
presentan los puntos de discusión y lo que es su objetivo. Ninguno ve el
documento del otro, ni siquiera están en la misma sala. El mediador recoge,
analiza, compila y presenta los puntos donde están de acuerdo como un primer avance.
Luego sigue avanzando en los puntos donde no hubo acuerdo buscando posiciones
más cercanas hasta lograr consensos o acuerdos”.
De acuerdo a la consulta, los mejores mediadores del país
son: Elsa Cardoso, Eva Josko, Gabrielle Gueron y Sadio Garavini, hasta donde
conozco, todos opositores. Estas personas, de acordar participar, conformarían
todos o parte de ellos, una Comisión Negociadora para llegar a un acuerdo entre
todos los técnicos opositores, léase Grupo La Colina, actual responsable
técnico de la oposición ante el CNE, ESDATA, SUMATE, Voto Limpio y académicos
de la talla del Dr. Genaro Mosquera y los responsables del Informe de
Consistencia Demográfica del RE, de la UCAB, así como distintas personalidades
que puedan ser llamadas para discutir este problema técnicamente. En este
proceso se debatiría el problema fundamental: ¿es seguro y viable usar técnica
y objetivamente el sistema SAI y el actual RE para ir al proceso electoral el 7
de Octubre?
¿Es descabellado este planteamiento? ¿Es “comeflor”? Algunos
de ustedes probablemente digan que si lo es y se estén muriendo de la risa con
esta nota, si han llegado tan lejos en su lectura. Podrían incluso considerarla
como extemporánea. ¿Cómo gente que se ha dicho cualquier cosa y ha puesto en
duda honorabilidades durante esta discusión se va a sentar siquiera hablar de
esto a estas alturas? Sin embargo, hasta países que están en guerra se sientan
en la misma mesa para conversar de paz. De lo que se trata aquí es lograr una
unidad técnica de criterios en la oposición y UNA SOLA POSICION UNIFICADA
frente al país, dándoles a los políticos una opinión precisa y sin sesgos
acerca de este controversial asunto. La decisión que se tome luego ya no sería
técnica ni de los técnicos, sino política y de los políticos. Nos estamos
jugando algo tan fundamental como el cambio del sistema político de Venezuela,
aunque para algunos técnicos esto no les suene grave.
Estas reflexiones de un técnico que se metió a humanista
indican que un sistema para contar votos, por muy complejo que este pueda ser,
no puede estar por encima del futuro de un país. Y menos que los políticos nos
lleven al despeñadero sin una evaluación técnica que los mejores especialistas
puedan acordar. ¿Ustedes no creen que bien vale la pena al menos sentarse a
pensarlo? Si ocurriera ese milagro de la Unidad Técnica y se llegara a la
conclusión de que es seguro un proceso como el propuesto en los actuales
términos, nadie en este país objetaría los resultados electorales. Pero si
ocurre lo contrario, tampoco nadie en su sano juicio iría a unas elecciones con
un sistema de sumar votos técnicamente inseguro, con todas las consecuencias
que esto pueda tener. Nunca es tarde para discutir el país. Aprovecho la
ocasión del Foro del Grupo La Colina el sábado 21 de julio, y adonde
probablemente asistirán todos los protagonistas de esta controversia técnica,
para preguntarlo…
Email:
luismanuel.aguana@gmail.com
Twitter:@laguana
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