A lo largo de nuestra
vida republicana no ha habido un Presidente de Venezuela, elegido
democráticamente o no, que no haya empleado a Simón Bolívar para cometer
cualquier atropello o arbitrariedad. Es clásico que se use su imagen y detrás
de esto venga el abuso del gobernante de turno. Estos catorce años no han sido
una excepción, en donde se ha exacerbado este crónico atropello hacia el
Libertador.
Bolívar es la palabra
más manoseada por Chávez, convertida en nefasta obsesión por el primer
mandatario que ha bautizado incluso planes con la denominación de
"Bolívar", que terminaron siendo no solo grandes fracasos sino además
contundentes y explosivas fuentes para la corrupción y enriquecimiento ilícito,
mancillando con ello obviamente la memoria del Padre de la Patria.
La manía en que se ha
convertido para Chávez el uso del pensamiento y obra de Bolívar se basa en un
profundo vacío en el arsenal de las ideas, que lo ha acompañado desde el 4 de
febrero de 1992, en su proyecto de convertir a Venezuela en país sumiso a
paradigmas superados y derribados.
Chávez en su constante
propaganda sobre Bolívar, lo ha hecho ver como un genio inigualable, una
especie de extraterrestre insuperable, y solamente él, a punta de hazañas cuartelarías,
es el que más se le parece. Incluso ha denunciando ante el mundo que Bolívar
fue asesinado -¡pequeña bagatela!- y que nació en Birongo y no fue el 24 sino
el 25 de julio.
Como agravante de la
sinrazón presidencial por Bolívar, ahora ha surgido, consecuencia de la
profanación ideada y ejecutada desde los olimpos gobernantes, el nuevo rostro
de Bolívar, el cual se lanza al mundo con el objeto de barrer la otrora figura
del blanco mantuano que ha perdurado por más de cien años en el imaginario colectivo,
y sustituirlo ahora por un rostro que en forma obvia representa el mestizaje de
la época, pero no al Bolívar descendiente de españoles.
La permuta del rostro
de Bolívar en sendo acto presidencial, en cadena nacional, recuerda a Cabrujas
cuando invoca la escena de Bolet Peraza sobre "La Pasión de Cristo",
en el Teatro Maderero, donde Jesús pide agua y dos centuriones empapan esponjas
con hiel y vinagre, y se las acercan a la boca del crucificado, cuando de
repente empiezan a oírse grandes carcajadas en la sala porque la gente suponía
que las esponjas estaban repletas de heces fecales. Dice Cabrujas que mientras
mayor era el sufrimiento de Cristo, más vigorosas eran las risotadas de los
espectadores. Hasta que un niño gritó: ¡Es que ese no es Cristo! ¡Ese es el
hijo de Estelita con el chichero de la esquina!
La falta de
majestuosidad en la revelación del nuevo rostro de Bolívar se expresa cuando
luego que Chávez mencionara estudios científicos y genéticos de los restos del
Libertador, a un país paralizado por primera vez ante una cadena presidencial
por semejante noticia, muestra nada menos y nada más que la cara del hijo de
"Estelita con el chichero de la esquina", perdiendo Bolívar en manos
de Chávez, su tradicional glamour de héroe centenario y convirtiéndolo en
alguien que se parece más al tumulto y montonera histórica que vivimos, donde
ser expropiado es una rutina más. El rostro de Bolívar no ha sido la excepción.
Por ahora.
@jcajias
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