“Tengo
la camisa roja, porque roja tengo el alma…”
¿Roja tengo el alma? Es la pregunta que
muchos venezolanos deben hacerse antes de decidir cómo votar el 7 de octubre
próximo.
¿Qué significa tener “el alma roja”?
¿Acaso darle al comandante-presidente un cheque en blanco para que siga
destrozando al país y buscando desestabilizar más allá de nuestras fronteras?
Anticipo las respuestas de que “Chávez se
ha ocupado del segmento olvidado de la población”. Es verdad, eso no lo puedo
negar. Lo que me preocupa es el costo de ese “ocuparse”. Con el dinero que se
ha gastado, si realmente hubiera habido el afán de hacer el bien más allá de
mantenerse en el poder, Venezuela estaría a la cabeza de América del Sur, no de
penúltima, solo con un país pobre y problemático como Haití por detrás. El Plan
Marshall reconstruyó a una Europa devastada por la guerra con un presupuesto
que en equivalencia, no llega ni a la décima parte de lo que se ha gastado aquí
para tener un país ranchizado en sus instituciones y estructuras.
Guaicaipuro Lameda se retiró del gobierno
cuando Jorge Giordani en un Consejo de Ministros dijo que “la revolución necesitaba
a los pobres”. ¿Qué significa eso? ¡Lanzarles migajas, pero mantenerlos pobres
para poder “naricearlos”! Ponerles la camisa roja y exigirles que se les ponga
el alma roja también. Comprarles la conciencia para manipularles la vida.
Aprovecharse de su baja autoestima y no permitir que se imaginen que pueden
aspirar a algo mejor.
El famoso “tránsito hacia el socialismo”
es ni más ni menos consolidar el capitalismo de estado para que el poderoso
gobierno posea todo, controle todo y reparta a discreción. Por supuesto, los
más obsecuentes son quienes más obtienen. Como en Cuba, pues.
Las Misiones y los Ministerios no
deberían existir simultáneamente. Son dobles gastos. O existen unas o existen
los otros. ¿Cuántas personas están conscientes de ello? No muchas,
desgraciadamente. Al gobierno le conviene que siga así. Por eso tienen que
seguir desmantelando la educación: mostrar una fachada de inclusión y por
dentro, eternizar la dependencia y el subdesarrollo. Ya nos lo dijeron: aquí lo
único que importa es Chávez.
Hubieran podido haberse construido
magníficos hospitales –mejores aún que el que le regalamos a los uruguayos,
dotar de equipos y mejorar las instalaciones ya existentes. En Barrio Adentro
trabajarían médicos venezolanos
Se hubieran construido desde el principio
viviendas verdaderamente “dignas” (no construidas a última hora, ni en terrenos
expropiados y no pagados o en laderas escarpadas donde corren el riesgo de
caerse por derrumbes o deslaves y sin paredes tan chimbas que salgan volando
con el primer ventarrón que les pegue. Tampoco construidas dentro de
instalaciones militares donde esos civiles puedan servir de escudos humanos
ante la eventualidad de una revuelta militar (no debe descartarse la
posibilidad de que a otro autoungido se le ocurra dar otro golpe).
Ni hablar de las escuelas que han podido
construirse, los maestros que han podido formarse, los alumnos que han podido
reclutarse. El Alcalde Sergio Fajardo Valderrama lo logró en Medellín en apenas
cuatro años y sin los recursos que hemos tenido en Venezuela. Econoinvest lo
trajo para que contara su experiencia… ¡qué bueno hubiera sido imitarla sin
complejos! Pero como era Econoinvest, no le pararon.
Tengo,
tengo la camisa roja
Porque
roja tengo el alma
Yo
por ti perdí la calma
Y
casi pierdo hasta mi cama.
Cama
c’mon c’mon baby
te
digo sin disimulo
que
tengo la camisa roja
y
debajo ¡un país difunto!
@cjaimesb
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