¿POR ARRIBA O POR DEBAJO?
¿Quién
está por arriba en las encuestas? ¿Son 3 puntos o 30? ¿Es insuperable la
diferencia? Tales son los temas y las angustias dentro del chavismo y en el
seno de los demócratas. La calle es una certeza: los actos, las emociones, los
contrastes; pero se conoce que la calle tiene sus trucos, a veces seduce y
muchas engaña; la calle es casquivana, se deja querer, exalta las emociones,
pero no revela sus sentimientos. Nadie sabe si los de este lado asisten más
porque son más o porque están más desesperados. También la calle es pieza
esencial de la propaganda; un buen ángulo en el video es más convincente que el
discurso mejor hilvanado. Sin embargo, la calle es la calle y está en trance de
romance con Capriles y de abandono hacia Chávez. Hay gente en los dos lados,
pero las demostraciones del candidato opositor muestran ríos de gente que
viene, y en las de Chávez, también con mucha presencia (menos que antes), a
partir de un cierto momento parecen ríos de gente que se va. Cuantiosos
viandantes en la fotografía del instante, pero no es lo mismo llegar que irse,
como el jueves en El Valle.
También
existen los números. A veces son un reflejo de la calle pero han pasado por
alambiques hasta el punto de que hablan un lenguaje en el cual los trashumantes
no se reconocen: "a mí nunca me han entrevistado", "esas
encuestadoras están compradas" y otras admoniciones propias de la crítica;
del desacuerdo o la realidad.
La
calle en sus emociones parece estar con Capriles, (casi) todas las encuestas y
sus venenos con Chávez. Muchos se preguntan cuál es la verdad y la verdad es
que esa pregunta no tiene respuesta. No la tiene porque la calle y las
encuestas, cada cual a su modo, participan de la construcción de "la
verdad". Ambas forman parte de lo que es la verdad, de lo que parece ser y
de lo que será.
CONTEXTO.
¿Cuál
es el efecto del autoritarismo rampante en la conducta de quienes son
encuestados? Sin duda hay miedo a las represalias y uno más difuso, complejo,
que es el miedo a un futuro incierto o a que de algún modo se use la opinión
emitida -aun siendo chavista el emisor- para perjudicarlo. Es difícil
expresarse con libertad; también para quienes protestan contra el gobierno pero
defienden al Presidente.
Es
posible que este factor haga crecer el número de indecisos y también que en su
mayoría -al final- éstos sean proclives a la fórmula opositora, pero nadie lo
sabe y lo que hay es una hipótesis plausible en esta dirección.
Existe
un problema más profundo en este terreno y es la relación entre el poder
autoritario y las encuestas. Pareciera lógico que entre un candidato ultra
conocido como Chávez y uno que al inicio no lo era tanto, como Capriles, las
encuestas revelaran al principio un desnivel favorable al primero. Este
desequilibrio del punto de partida, explicable y lógico, al ser registrado por
las encuestas y convertido en elemento de propaganda deja de ser "la
fotografía de un instante" para convertirse -insisto, por vía de su
manipulación- en una pretendida "fotografía de la llegada".
En
un régimen democrático la desventaja inicial se puede descontar con las
propuestas del opositor y en un Estado decente con las salvaguardas
institucionales contra el ventajismo. En Venezuela es tarea titánica y
difícilmente alcanzable. La diferencia promedio de una cierta cantidad de
puntos favorable a Chávez (oscila entre 0% y 30%) se convierte en "la
cama" para ajustar resultados para los cuales se acondiciona la opinión
pública por medio del bombardeo propagandístico tanto del gobierno como de
encuestadores interesados.
LA TRAMPA.
Aunque
las buenas almas creen -¡otra vez!- que las elecciones están blindadas porque
hay una organización electoral propicia, la verdad es que las fuerzas
fraudulentas andan de su cuenta. Es cierto que hoy la oposición está mejor
preparada que nunca para cubrir las mesas; de acuerdo con informaciones
disponibles existe un trabajo excelente en este campo. Sin embargo, las
posibilidades de alterar la voluntad del elector o de que esta se exprese bajo
los efectos del miedo están presentes como lo han demostrado los técnicos de
Esdata, Votolimpio y Súmate.
Uno
de los factores que crea una amenaza real sobre los electores es la presencia
de las captahuellas conectadas a las máquinas de votación. No se trata de que
el Gobierno sepa en tiempo real por quién vota cada ciudadano (un gobierno tan
ineficiente, salvo que quiera saber por quién vota fulano específicamente, no
sabrá jamás por quién sufraga el grueso de los votantes); el problema es que
hay muchos (¡de esto hay estudios!) que creen que el Gobierno sabrá por quién
vota. Esta creencia es crucial y por lo tanto la arrogancia e insolencia de
quienes desestiman este hecho es realmente lamentable: pueden hundir en su
petulancia las excelentes perspectivas de Capriles. Hay otros factores que el
Gobierno maneja a discreción: el RE, los recursos públicos, el funcionamiento
el 7-O de las máquinas, entre otros.
Con
la suma de los ingredientes anotados el Gobierno puede intentar, no que el CNE
diga resultados diferentes a los de las actas, sino lograr que un sector vote
abusivamente constreñido o que en el margen se hagan trampillas el 7-O, que
puedan convertir 51% en 49% y de allí a llorar al valle.
Aquí
es donde entran las encuestas. Los vencedores saldrán a decir, claro, tenía que
ser así: las encuestas lo decían; los perdedores que no querrán asumir la
responsabilidad de no haber combatido el fraude dirán: "lo intentamos pero
no lo logramos... ahora a la elección de gobernadores... " Los antiguos
métodos de tortura, a lo Pedro Estrada o la antigua Digepol, reventaban
miembros, dejaban cortaduras y desgarraduras; los "modernos" métodos
te pueden asfixiar, casi ahogar, reventar por dentro, y luego puedes comparecer
en una rueda de prensa sin una rasgadura.
PROPAGANDA.
No
voy a abordar el tema de si se trucan o no los números; no es el tema de este
trabajo. Supóngase que todas las empresas de estudios de opinión obtienen las
cifras que dicen y que lo que las diferencia es la metodología y el tratamiento
de segmentos de la opinión, por ejemplo, los indecisos. La cuestión es que
-como se dijo más arriba- es inevitable (y bueno) que los números se sepan;
pero cuando los directivos de las encuestadoras trabajan (directa o
indirectamente) para clientes que están en el juego electoral, sus
planteamientos se deslizan del análisis a la propaganda y, en el contexto
actual, pueden contribuir a crear el marco de la "victoria" oficial,
en la cual no es que las predicciones se acerquen a los resultados, sino que
los resultados sean intervenidos para "aproximarse" a las
predicciones.
Lo
que se juega es demasiado. No es sana la estulticia del CNE ni la altanería de
algunos e influyentes miembros de la dirección opositora que, como Chávez,
quieren callar la crítica.
Twitter
@carlosblancog
WWW.TIEMPODEPALABRA.COM
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