Vista de la inscripción
de la candidatura de Henrique Capriles Radonski el 10 de junio de 2012.
¿Alguien tiene dudas?
El domingo 10 de junio y el
lunes 11 se inscribieron en el CNE Henrique Capriles y Hugo Chávez. Fue una
medición de fuerzas en la que el candidato elegido en las primarias logró
despertar el entusiasmo de un volumen mayor de simpatizantes. Sin coacción, sin
presión compulsiva, Capriles consiguió que las calles de Caracas se
desbordaran. El comandante atrajo a los seguidores de siempre. A los mismos que
durante catorce años le han seguido ciegamente. Ahora se han formalizado dos
opciones para los próximos comicios presidenciales.
El 7 de octubre Venezuela se
verá obligada a optar entre la vida y muerte. No lo digo porque estará
comprometida a escoger entre un candidato vital, capaz de recorrer caminando
más de diez kilómetros a pleno sol en medio de las expresiones de afecto de un pueblo
que reclama cambios urgentes y un aspirante a reelegirse, a pesar de la grave
enfermedad que padece, sino porque –además- el país enfrentará la disyuntiva de
elegir entre un proyecto que propone profundizar el morbo del colectivismo e
intervencionismo estatal y otro que plantea estrechar la colaboración entre el
Estado y la sociedad.
El régimen bolivariano, desde
1999, ha intentando imponer un esquema decadente que fracasó en todo el
planeta. La presencia desmedida del Estado en la economía, el cerco a la
propiedad privada, los controles exacerbados, el autoritarismo y la
socialización de los medios de producción, provocaron la ruina de las naciones
donde tales medidas se aplicaron. El imperio soviético fue una farsa. El
gigante estaba construido con plastilina. Bastó el pavor provocado por la
Guerra de las Galaxias, estratagema diseñada por Ronald Regan, el magnetismo de
Juan Pablo II y la globalización de las comunicaciones impulsada por los
satélites espaciales, para que el endeble edificio se derrumbara. Los
comunistas, después de más de setenta años en el poder, lo único que lograron
fue sustituir la autocracia zarista por un sistema aún más despótico, corrupto
e inepto. El comunismo soviético no corrigió las injusticias ancestrales de
Rusia, solo las profundizó.
El caduco esquema leninista y
stalinista, que Francis Fukuyama creyó desparecido luego de la caída del Muro
de Berlín y la implosión de la URSS, intentó renacer en Venezuela una década
después, impulsado por la fuerza de los petrodólares. Desde hace catorce años
Hugo Chávez ha tratado de reeditar la fracasada experiencia socialista y
mantener viva la llama del comunismo. En Venezuela debía ensayarse de nuevo el
modelo. Esa antigualla que es el chavismo se resiste a aceptar que el sueño de Marx
y sus seguidores fue derrotado por la historia. La izquierda nostálgica
mundial, agrupada en el Foro de Sao Paulo, continúa pensando que el comunismo
puede triunfar. Que los descalabros de Rusia, Europa Oriental, China, Vietnam y
Cuba –el socialismo real- únicamente representan obstáculos en la larga marcha
hacia la Tierra Prometida.
La nueva búsqueda de la utopía
comunista emprendida por el autócrata crioolo nos ha costado enormes dosis de
frustración y sufrimiento. Millones de empleos han dejado de crearse, miles de
fábricas han cerrado, la pobreza no ha retrocedido, las empresas estatizadas
han fracasado, la inflación se ha disparado, en medio de la abundancia de
dólares han aparecido la escasez y el desabastecimiento de productos básicos,
los capitales han emigrado o no han venido. Simultáneamente, la espiral de
violencia no ha dejado de aumentar, miles de talentos han huido del país y la
infraestructura parece haber sufrido los efectos de un terremoto de grandes
proporciones. Hemos vivido en carne propia lo que hace algunas décadas veíamos
por televisión o leíamos a través de la prensa. El comunismo, que antes nos era
tan ajeno y distante, ahora lo padecemos a diario.
Esta muerte, algunas veces
lenta y otras acelerada, que provoca el socialismo, fue lo que el
candidato-Presidente ofreció mantener en su discurso de proclamación para
reelegirse una vez más. No le basta con la destrucción hasta ahora desatada.
Quiere seis años más para que la nación continúe retrocediendo y arruinándose.
Desea seguir con las expropiaciones, las confiscaciones, los despojos, mientras
fortalece -mediante las importaciones- el empleo y las economías de los países
a los cuales les transfiere las divisas.
Ante este afán por reeditar el
esquema anacrónico y fracasado del comunismo, el país democrático reclama un
cambio de modelo basado en un proyecto incluyente y ampliamente compartido,
alejado del sectarismo y la hegemonía prepotente. Ninguna sociedad progresa con
las divisiones, lucha de clases y confrontaciones que fomenta el chavismo.
Henrique Capriles está
asumiendo la reconstrucción del país a partir de la recuperación de la
democracia, con economía de mercado, protección a la propiedad privada,
reconciliación nacional, Estado de Derecho, descentralización, equidad e inclusión
social. Será el progreso frente al atraso. La paz frente violencia La vida
frente a la muerte.
@tmarquezc
trino.marquez@gmail.com
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Mmm. No tengo dudas de que la inscripción de Radonski fue multitudinaria, pero... están seguros de que esa foto es de Caracas. No la reconozco. Se me parece más bien a Bogotá
ResponderEliminarLa foto es en Chacao donde esta el edificio KMG, confluencia de Avenida Libertador con Avenida principal de Campo Alegre y comienzo de Chacao.
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