La vida y la muerte tienen rostro más allá de la imagen que le devuelve un espejo
Al verse al espejo además de notarse sano (amén, lo queremos
fuerte para el 8 de octubre) ¿qué más observa? ¿Remordimiento quizás por haber
dispuesto durante su largo mandato el mayor ingreso petrolero de la historia y
dejar pasar el carro del desarrollo, la equidad y el progreso? ¿Mirará de
frente la cara de la división del país, una herida que nos ha separado en
bandos? ¿Apreciará los rostros de aquellos niños de la calle por quienes juró
quitarse el nombre y no dormir hasta que tuvieran mejores condiciones hoy
seguramente convertidos en los tantos y tantos delincuentes que han llevado a
Venezuela a ser una de las naciones más peligrosas del mundo?
Acaba de presentarse el plan de seguridad número diecinueve,
éste con un tufo a campaña electoral, a no me queda más remedio, a conejo que
sale de la chistera, a decir lo mismo para no hacer nada y ni aún así se siente
la sinceridad en atacar el principal problema de los venezolanos.
Y es que querer reducir también esta historia a los mismos
argumentos de la lucha de clases, la televisión y los juegos violentos de video
es un insulto a quienes de alguna forma o de otra hemos sido víctimas de la
violencia. Decir sin que le tiemble la voz y sin algún temor de que le crezca
la nariz que "hoy estamos mejor que antes porque sumados todos los delitos
el índice ha bajado" es un cinismo casi tan grande como cuando sugirió
llamar "buenandros" a los "malandros".
Desde esa perspectiva lo que se desprende es que lo "poco
muy poco" que ha dicho sobre la inseguridad carece de una verdadera
voluntad política, consignas para el público de galería y en este caso para
ganar votos.
Lamentablemente la inseguridad no discrimina y aunque la alta
jerarquía tal vez no les toque porque están rodeados de escoltas y protegidos
por grandes camionetas blindadas, su círculo familiar tal vez no lo le llega
ese escudo protector. Así vemos que no son totalmente inmunes a esta zona de
guerra en que se nos ha convertido nuestro país. Para muestra el exministro
Samán quien lamentablemente también puede contar en primera persona (como
muchos de nosotros) lo que es tener que buscar en la morgue a un ser querido.
No sabemos qué le dice al respecto el espejo, ni si es capaz de
trascender más allá de su persona para mostrarle lo que el resto estamos viviendo.
¿Será que habrá que pedirle el favor a ese objeto tan famoso de los cuentos de
hadas que le muestre la realidad para que más allá de culpar al capitalismo
empiece a ver el rostro de la violencia en su propio discurso?
La vida y la muerte tienen rostro más allá de la imagen que le
devuelve un espejo.
Que el país sí está enfermo, más allá de él.
mariaisabelparraga@gmail.com
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