Todos
nuestros estudios de psicología y antropología, aglomerados a nuestra vívida
experiencia, no dejan de intranquilizarnos, a sabiendas de que puede ser verdad
la malignidad e ingenuidad de la mente de quien importunadamente ejerce la
presidencia de nuestra República.
No nos anima la política, ni el enfrentar una
situación crítica de desequilibrio mental a priori, toda vez que hemos sido capaces
de encontrar respuesta cercana a la verdad natural en nuestros psicoanálisis,
que siempre contrastamos con el nuestro ante realidades similares, o cercanas a
la circunstancia.
Nuestra seria responsabilidad nos obliga a presentar la
crítica, a los potenciales lectores, para que no solo se atengan a nuestra apreciación, sino que con sincero
equilibrio mental traten de encontrar una respuesta a la distorsionante
conducta del presidente Chávez, y hemos de confesar, que nos encontramos ante
un personaje o sujeto fuera de serie, que de ser cierta alguna de las
apreciaciones, no podemos menos que calificarlo de “raro ser humano”.
Se ha dicho, que todos los ambages de especulaciones sobre su salud, conforman una estrategia electoral centrada en la “divinidad” de su figura, naciente o floreciente, que hace boyar la virtuositas del famoso “por ahora”, que no permite el declinar, de lo que se convirtió en una fabulosa farsa, llegando hasta la curiosa idolatría de una gente de fácil prosélito en tránsito por una humildad humillante, de difícil permuta. Un hastío que no culmina, a pesar de los embates que surgen del desgaste que ha producido un discurso manido y de atropello, contra el que no se ha podido enfrentar ni la más mínima oposición sin virulencia.
Es tan extravagante la situación, que algunos piensan que Chávez no está enfermo, que es una farsa blandida como estrategia electoral, para socavar la moral “tonta” de sus ciegos seguidores, quienes por lástima acudirán a depositar su voto y una lágrima para su venero, ya que ellos, como fieles corderos deben mantenerse en el rebaño hasta la muerte. “Con Chávez todo, sin Chávez nada”. En tal caso, nuestro lamento no deja de afligirnos, ya que conocemos la crítica situación nacional y el negro porvenir generacional que continuará su escalada, transformando el “por ahora” por el “hasta siempre”.
La otra disyuntiva, crítica y de asombro, es la de que Chávez si está gravemente enfermo. Más grave aún, que tiene sus días de vida contados, y siguiendo la recomendación de sus más fieles guías y mandantes, los Castro, debe aparentar perfecta salud, a pesar de los supuestos dolores que lo aquejan, y como estoica marioneta, soportar la caída con adhesión a la causa “libertaria” de “independencia” o “bolivariana”, esperando haberse ganado su pase, no al cielo, sino a la gloria procera venezolana, donde lo esperan Bolívar y todo su séquito. De ser esto cierto, a pesar de lo increíble, no nos queda más que decirle al personaje, que nunca nos imaginamos su grado tan bajo de torpeza, y que nos da lástima su infantil credibilidad. Pasaría Chávez a ser la mayor vergüenza de la historia venezolana, toda vez que nunca antes existió en el país un estúpido más grande, capaz de sonreír y celebrar su muerte, creyendo que se ha inmolación por una causa justa. Debe llevarse como recuerdo y epitafio para su tumba, la leyenda que diga:
“Aquí yace un majadero, estúpido y tonto que creyó que con su muerte consolidaba un sueño de Bolívar que nunca existió y permitió la destrucción de Venezuela”
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