ESCRITO CON CUIDADO
Con una estrategia cuidadosamente
elaborada, Henrique Capriles desarrolló una exitosa campaña para las primarias.
Se convirtió en el candidato de todos los sectores democráticos en el espectro
que va del chavismo arrepentido hasta aquéllos que desde la madrugada del 4 de
febrero de 1992 vieron la pezuña del fascismo. Antiguos y recientes opositores
-sin titubeo- lo apoyan.
La situación actual está llena de
incertidumbres en torno a las elecciones, tanto por la enfermedad de Chávez
como por las contradicciones y conflictos graves que existen en las filas del
gobierno, de la Fuerza Armada y de la sociedad civil. Es inusual una campaña en
la cual no se sepa si uno de los dos candidatos presidenciales tendrá la
posibilidad de hacer campaña o, inclusive, de ser candidato.
Sin embargo, para no especular sobre las
condiciones de Chávez, en las líneas que siguen se asumirá que será candidato y
competirá. No desconoce este narrador las noticias de La Habana, pero resulta
más instructivo hacer una suposición sobre el campo chavista para discutir
sobre lo que ocurre en el campo opositor.
POSIBLE PERO NO SEGURO.
La candidatura de Capriles es el
instrumento con el cual se dotó la sociedad para hacerle frente a Chávez. El
candidato convenció a los opositores de que, si era elegido, su talante
amigable y su política de no enfrentamiento garantizarían que una franja de
indecisos provenientes de las filas chavistas "light" serían sumados
a las ya poderosas filas opositoras. Muchos pensaron que los demás candidatos
eran buenos pero que con sus discursos duros no tendrían capacidad de sumar al
chavismo decolorado, rosado o light.
Al mismo tiempo se dio por descontado
que todo opositor, duro, blando, intermedio, de derecha o de izquierda, cívico
o militar, votaría por el candidato escogido, no sólo por el compromiso
adquirido en las primarias sino porque el objetivo fundamental es derrotar a
Chávez el 7-O. El candidato, cualquiera que se hubiese seleccionado, se
convertiría en el instrumento para lograrlo.
Dos cosas deben decirse en este acápite.
Lo primero es que la oferta de Capriles tiende a ser similar a la de Chávez
-por diseño, según se ha argumentado a quien esto escribe- (misiones, plan de
empleo, no incremento del precio de la gasolina, relaciones con Cuba,
centro-izquierdismo) pero con un añadido esencial: respeto, inclusión, la
posibilidad de que nadie sea excluido por "su color político".
Sin
entrar a discutir los contenidos de la oferta, la cuestión es que la propuesta
de inclusión en estos programas puede ser irrelevante para los chavistas porque
muchos de ellos deben disfrutarlos; en cambio para los opositores, que van a
votar de todas maneras por Capriles aunque estén en desacuerdo con los
programas que ofrece, no significan demasiado para decidir su voto. El problema
de fondo es si una oferta similar a Chávez (como le dijo alguien vinculado al
candidato al autor de estas líneas: "el Chávez de 1998") moviliza a
los chavistas que ya tienen lo esencial de la oferta que hace Capriles.
Desde luego que hay una diferencia
significativa en la promesa respecto a la de Chávez: la señal de paz es
valiosísima para una sociedad atrapada entre los disparos verbales y de plomo.
Sin embargo, debe evaluarse muy bien cuál es la prioridad que le asignan los
votantes.
El otro tema que aquí se ha dado como un
supuesto es que todo opositor está dispuesto a votar por Capriles; lo cual debe
ser cierto. Todo opositor votará por Capriles. Lo que no es seguro es que todo
opositor esté en plan de movilizarse como en los buenos tiempos de la protesta
democrática para lograr ese objetivo.
Si el candidato no se transforma en un líder inspirador, capaz de generar una tromba que culmine el 7-O en su primera fase, puede ocurrir un estancamiento con alto puntaje y, como se sabe, no se requiere que el candidato ronde los 40 puntos o más, sino que gane.
LAS ENCUESTAS.
Se ha dicho desde esta esquina que la
desconfianza en las encuestas está más que justificada en una sociedad
autoritaria. Buena parte del puntaje que se atribuye al gobierno debe estar
guiado por el temor, pero también se sabe que cuando llegue la hora una parte
de ese temor será vencido como ocurrió en las sorprendentes primarias. Hoy
todos los estudios de opinión le dan ventaja a Chávez; un par de encuestadoras,
una de ellas vinculada al candidato, dicen que la ventaja es descontable y que
nunca se había estado más cerca de vencer a Chávez, lo cual posiblemente sea
certero.
De todas maneras, voluntaria o
involuntariamente, las encuestas crean una matriz de opinión según la cual no
hay nada que hacer si el Presidente se presenta el 7-O. Esto no se enfrenta
diciendo que eso es falso o, como dice Capriles, que una señora le dijo que iba
a ser presidente, sino con estrategias apropiadas.
VENTAJAS DEL CANDIDATO.
Aparte de las características personales
que le dieron ventajas para las primarias, Capriles tiene una base sólida de
partida: 3 millones de votos y la decisión de una franja significativa de estos
votantes de "echar el resto" para que la victoria acompañe a las
fuerzas democráticas. Tal vez él y sus asesores deberían considerar ajustes
como los que arriba se han sugerido.
Uno de los elementos que tal vez
contribuiría más a darle sentido unitario a la campaña es la adopción de la
tarjeta única. Es claro que al partido que menos le conviene es a Primero
Justicia por ser el partido del candidato y el que debería obtener más votos
por esa condición; y es explicable que sus dirigentes piensen así. Sin embargo,
debería prevalecer la poderosísima sensación que daría una sola tarjeta en la
que se pueda concentrar todo el simbolismo de la campaña. Ya habrá tiempo luego
de disputar ventajas.
MIRAR SIN PERDERSE.
Toda campaña electoral se concentra
en... las elecciones. En un país regido por el autoritarismo y con la
particular situación que padece Chávez hay que dar una mirada a los escenarios
alternativos. No es de dudar que el candidato, su gente de confianza y sus
asesores lo hagan, pero a una sociedad no se le moviliza de un día para otro en
la eventualidad de que las amenazas que se susurran se vuelvan verosímiles.
Decir que nada nos desvía del objetivo electoral es parte del asunto, pero ¿qué
tal si son los sectores desesperados del chavismo los que se desvían? ¿Qué pasa
si el ventajismo electoral se convierte en fraude? ¿Qué pasa si la septicemia
del Estado provoca que los denunciados se rebelen?
Prepararse para las elecciones es forzar
elecciones libres y limpias hasta donde el resuello lo permita. Antes del 12-F
era posible anotarse en una variedad de opciones de liderazgo para lograrlo,
hoy ésa es responsabilidad principal de Henrique Capriles. El país democrático
lo acompañará no sólo con votos sino con pasión si él se convierte en líder.
@carlosblancog
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