Nunca
ha habido ni jamás habrá una sociedad de iguales en un sentido material. Y no
la habrá porque los seres humanos somos únicos, es decir, desiguales en un
sentido concreto. Cuando se permite que las personas actúen con libertad, el
complejo conjunto de características que nos diferencian, sumado a factores
como el azar, deriva en resultados necesariamente desiguales. De este modo, la
desigualdad material es, en parte, la inevitable consecuencia de la
diversidad humana. Por ello el proyecto
de lograr igualdad material solo puede intentarse destruyendo la libertad,
conduciendo invariablemente a la tiranía y la miseria.
Pero
tampoco es la igualdad material buena en sí misma. ¿Acaso es preferible un país
en que todos tengan muy poco en
cantidades muy iguales a uno donde todos tengan mucho en cantidades muy
desiguales? Lo que queremos es una sociedad sin pobres, no una sin ricos. Solo
la envidia puede fundar una filosófia cuyo fin sea evitar que algunos se
distancien aun si el sistema que permite ese distanciamiento lleva a todos a
estar mejor. Si usted y su vecino son igualmente pobres y de pronto la
instalación de una empresa en el área en que viven lo enriquece a usted, pero a
su vecino mucho más, y usted, en lugar de alegrarse por el éxito de ambos,
desea que el Estado —o algo— intervenga para quitarle a su vecino la
diferencia, entonces a usted lo que lo mueve es la envidia. Como explicó el
sociólogo Helmut Schoeck en su clásico sobre este tema: "el tipo del
envidioso no es un ladrón en beneficio propio. Este quiere ver al otro robado,
expropiado o dañado sin ver una transferencia de esos bienes a sí mismo...
El envidioso
cree que si el vecino se quiebra una pierna, él mismo va a poder caminar
mejor". Pero más interesante aún, el ex catedrático de Yale agrega:
"mientras más se le permite en una sociedad a los privados y a quienes
detentan el poder político actuar como si la envidia no existiera, mayor será
el crecimiento económico y las innovaciones" (Schoeck, Der Neid und die
Gesellschaft).
Esto
es así puesto que la políticas que buscan la igualdad material restringen la
libertad y con ello la fuente del progreso. Según Schoeck, una clara
manifestación sociológica de la envidia es el impuesto progresivo. Este se
defiende sobre la base aparentemente ética de que es justo que los que ganan
más paguen proporcionoalmente más. En realidad de lo que se trata es de una
sanción a aquellos que son más exitosos, como si su ventaja fuera injusta por
el mero hecho de existir. La desigualdad, sin embargo, cuando es el resultado
del mercado libre jamás puede ser injusta. Los resultados del mercado no se
siguen de voluntad singular alguna y por tanto no pueden ser calificados de
injustos. No cabe la aplicación de enunciados éticos a fenómenos de naturaleza
espontánea.
El
juicio en torno a la justicia o injusticia de lo que los individuos poseen solo
puede realizarse caso a caso. Ahora bien, bajo reglas de mercado competitivo,
la desigualdad material resultante tiene
necesariamente su origen en: a) decisiones individuales libres motivadas por la
búsqueda del propio interés y, b) el beneficio que, en ese marco, quienes
poseen más han generado a quienes poseen menos. Esto último es tan crucial como
ignorado. En un mercado libre y competitivo, la única forma de hacerse rico es
satisfaciendo las necesidades ajenas. Esto explica el enriquecimiento general
que se produce bajo condiciones de libertad. En ese esquema, aquellos cuyo
esfuerzo e ingenio les permite crear los mejores productos al menor precio,
serán quienes más beneficiarán a la población y en consecuencia también los más
ricos —los rawlsianos pueden estar traquilos—.
De
todo lo anterior se sigue que la injusta desigualdad es aquella en que la
ventaja material de algunos deriva de alguna forma de confiscación arbitraria:
fraude, monopolios, privilegios estatales, inflación, impuestos transferidos a
grupos de interés, etc. Y de esa, sin
duda, hay bastante en el mundo.
*
Investigador del Instituto Democracia y Mercado (Chile) y columnista de
ElCato.org. Axel obtuvo el primer lugar en nuestro primer concurso de ensayos,
Voces de Libertad 2008.
http://www.elcato.org/justa-desigualdad
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