Este
país aún puede salvarse del desenlace trágico que pareciera dibujarse en el
horizonte. No recuerdo en toda la historia republicana, un proceso tan
destructor, tan perverso y tan hipócrita como el actual. Nada funciona bien.
Esta mezcla terrible de ineficacia y corrupción, de fascismo y comunismo, que
utiliza como coartada lo de socialismo revolucionario, ha traspasado los
límites de lo tolerable para cualquier sociedad que se respete a sí misma.
Las
declaraciones del doctor y coronel Eladio Aponte Aponte, son más que
suficientes para exigir la renuncia tanto del Presidente de la República como
de todas las cabezas de los poderes públicos. Este planteamiento incluye al
Alto Mando Militar y algunos oficiales sistemáticamente señalados como
cómplices de hechos irregulares dentro y fuera del país. El peor daño que se ha
hecho a la república es la muerte del Derecho como instrumento regulador de las
relaciones entre las personas naturales o jurídicas y de todas ellas con el
estado-gobierno. Sin Derecho no hay justicia posible. Los ciudadanos quedan en
manos de los caprichos y desviaciones de los gobernantes, del tráfico de
influencias y de la corrupción en cualquiera de sus modalidades antiguas y
modernas. Sin Derecho y sin justicia autónoma e independiente, se abre paso la
figura del sicariato que sólo puede existir cuando el estado garantiza total
impunidad, como estamos viendo
Eladio
Aponte Aponte y Walid Mackled son dos casos emblemáticos, relacionados entre
sí. Proyectan ante el mundo la magnitud del poder de las estructuras del crimen
organizado que sirven de instrumento operativo al narcotráfico, al terrorismo y
al lavado de dinero sucio. A quienes no vieron la telenovela colombiana del
mismo nombre, les recomiendo que lean el libro “El Cártel de los Sapos”. Ahora
es cuando vamos a enterarnos de cosas horribles, deslealtades, traiciones y una
especie de “sálvese quien pueda” entre los malandros de alto y bajo nivel. El
espectáculo apenas comienza porque se percibe el final del régimen y los más
responsables no saben que hacer ni cómo comportarse.
Ahora
más que nunca, tenemos la obligación material y moral, de trabajar sin descanso
para provocar el cambio que Venezuela necesita, como primer paso para la
reconstrucción institucional y democrática de Venezuela. La lucha será dura y
peligrosa, pero también hazañosa. Hay tiempo, pero se agota. Los días pasan
aceleradamente y los tipos se preparan para todo, con Chávez y sin Chávez, vivo
o muerto, curado o enfermo. No parecieran resignarse a lo inevitable. Creo que
el proceso de transición está en marcha indetenible y hay muchos con demasiadas
cuentas pendientes que tendrán que rendir ante una justicia seria, honrada e
independiente. Lo que no podemos hacer es pensar que el trabajo está hecho.
Cada quien puede ser agente del cambio sin necesidad de ser llamado por el
candidato o por alguno de los partidos que lo apoyan. Todos somos activistas de
la misma causa.
oalvarezpaz@gmail.com
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