Me
cuesta escribir estas notas en Domingo de Resurrección. Regreso del Guárico
occidental ratificando la convicción de
que vivimos en un país en ruina material, convertida en un pobre país pobre
desde todo punto de vista. Para escribir esta semana me debato entre las
inaceptables payasadas, más propias de un burlesco baratero que de la Santa
Misa en una instalación militar, protagonizadas por quien en mala hora continúa
como Presidente de la República y la conmemoración de los hechos acontecidos
entre el 11 y el 14 de abril de 2002, hace diez años.
Una década en la que el
país ha retrocedido espantosamente. Lástima que la improvisación, por una
parte, y por la otra la ambición desmedida y oportunista de unos cuantos civiles
y otros tantos militares, echaran por tierra la heroica jornada de aquel jueves
abrileño. Centenares de miles, hay quienes dicen que se superó el millón de
personas, marchando en respaldo a los petroleros injustamente despedidos de
PDVSA, rumbo a Miraflores con la consigna de “Chávez vete ya”.
No
se ha escrito todavía la verdadera historia. Cada protagonista o analista,
tiene su verdad. Pero, aún no existe la verdad verdadera que quede para la
historia aceptada mayoritariamente por la nación. Tendrá su hora y se hará
justicia con relación a los responsables de la masacre que culminó con veinte
muertos y más de un centenar de heridos. La prisión de unos cuantos policías
metropolitanos y de mis amigos, los comisarios Simonovic, Vivas y Forero, con
quienes tuve el honor de compartir una ínfima parte de lo que ellos han
sufrido. La traición al pueblo de convertir a los asesinos confesos en “héroes”
y, en fin, de pretender cambiar la historia sobre la base de la mentira y del
disimulo. El poder da para eso. Ha sido dicho que el poder corrompe y que el
poder absoluto corrompe absolutamente. Desde antes de aquellos sucesos hasta la
reciente misa en la que el farsante se las echaba del Cristo de este tiempo
pidiéndole al Padre que lo libere del supremo sacrificio, Venezuela sufre la
más penosa descomposición moral que pueda recordarse a lo largo de su
existencia.
En
estos días de reflexiones llaneras, entre Calabozo y Camaguán, tierra de mi
padre, a orillas del río Tiznados, contemplando la belleza del amanecer, de los
verdes pastos que alimentan el ganado que se resiste a ser sustituido por la
traición importadora, hasta la tarde con el sol de los venados, hemos
ratificado el compromiso por la liberación definitiva de Venezuela. El próximo
7 de octubre será el Día de la Liberación. Se trata de algo mucho más
trascendente que lo estrictamente electoral. Tenemos suficiente experiencia en
el combate político, pero como muy bien recogió alguien unas palabras de David
Ben Gurión, “Todos los expertos lo son en lo que fue, pero no hay expertos en
lo que será”, “Para convertirse en un experto del futuro se necesita más visión
que experiencia”. Ojala lo que tiene que suceder sea pronto, con el menor
trauma posible.
oalvarezpaz@gmail.com
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