Portada
de la revista Time en su versión europea. Entrevistas exclusivas en cada uno de
los canales de televisión y periódicos nacionales. Reseñas favorables, y en
ocasiones aduladoras, en rotativos del viejo continente como El País de España
o The Guardian de Inglaterra. Juan Manuel Santos es el hombre político del
momento de esta difusa América Latina que dibujan en el exterior.
Lo
curioso es que Santos ha logrado su mayor difusión internacional cabalgando el
caballo de otro, desconociendo el hombre que lo ensilló y generando, por esas
mismas razones, la peor disputa conocida hasta ahora entre él y su antecesor.
Por
razones periodísticas tuve la oportunidad de asistir a la V Cumbre de las
Américas en Puerto España, Trinidad y Tobago, en abril del 2009. Fui testigo
del esfuerzo del gobierno Uribe y del canciller Jaime Bermúdez por ratificar la
promesa hecha por el hemisferio de que, a pesar de las peticiones de Paraguay,
la siguiente cita se le otorgaría a Cartagena como una muestra del
reconocimiento del desarrollo y seguridad del país.
Una
vez obtenida la ratificación para la Heroica, meses después en la 39 Asamblea
de la OEA en Honduras, la alegría no fue mínima. Colombia soportaba para
entonces el desprecio entre sus vecinos, principalmente Ecuador y Venezuela, y
lograr el apoyo para la Cumbre del 2012 fue como obtener la medalla máxima de
un torneo diplomático.
Ahora,
pasada la Cumbre en Cartagena, el presidente Santos recibió los laureles y
despachó, en medio de toda la atención mediática, la que quizá sea su frase más
ofensiva contra su antiguo jefe: “Uribe es el pasado”. La consigna fue una
bomba atómica. El expresidente respondió ofendido, de forma errada,
explosivamente y con actitudes muy distantes a las de un exmandatario.
Esa
característica criticada de Uribe, que lo llevó a cometer errores en política
interna y aún más en sus relaciones internacionales, no ha dejado de aparecer
ahora como expresidente.
Ni
el vergonzoso desconocimiento de Santos a la labor diplomática de la antigua
cancillería, ni la pelea de trinos del expresidente Uribe, le sirven a un país
que quiere mostrar al exterior una cara de “jugador global”, como lo plantea,
quizá de manera acelerada, la revista Time.
La
imagen expuesta es la de dos mandatarios celosos de triunfos ajenos de una
sociedad en la que aún es distante el respeto político. La radiografía de
estabilidad lograda en una década se difumina, entre muchas otras cosas, por
desconfianzas que deberían ser tratadas a puerta cerrada. Hace mal Uribe al no
contener sus pensamientos y arrojarlos al mundo sin el más mínimo cedazo.
Santos, por su parte, apuesta y cree que gana.
La
imagen de Colombia se valoriza en esa ruleta que es la política internacional,
quizá por un momento, mientras la división interna solo puede ampliarse cuando
procura achacarse como suyos logros del pasado.
Fuente: El Colombiano (Colombia)
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