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martes, 17 de abril de 2012

CARLOS R. ALVARADO GRIMÁN/ LOS GOBERNANTES Y SUS ADULADORES

Latinoamérica sufre una verdadera peste de políticos arrogantes que creen ser el centro mismo del universo, especies de Luis XIV, siempre listos para lanzar sus cañones contra sus adversarios. Estos sujetos gobiernan y conducen los asuntos de sus Estados como predestinados capaces de transformar al mundo y como dioses crear hasta un hombre nuevo; un individuo a la imagen y semejanza de ellos mismos: Un Hombre “perfecto”.
A lo largo de la historia de la humanidad esos hombres mesiánicos han terminado por hundir a sus países en terribles desgracias, guerras y hambrunas. Pero la verdad es que estos “superhombres” son individuos esencialmente débiles, que sucumben ante manipulaciones de individuos o grupos de intereses, quienes tras bambalinas terminan conduciendo los asuntos en los Estados.
En la película el Abogado del Diablo, Al Pacino acuño aquella famosa frase: “La vanidad es definitivamente, mi pecado favorito”, porque la vanidad es ciertamente una debilidad humana fácilmente de usar y las técnicas de manipulación están al alcance de cualquier mente medianamente inteligente, que a la postre disfruta de los réditos o beneficios de los llamados hombres de Estado que padecen esta deficiencia o pecado capital.
En la tragedia Shakesperiana del Rey Lear, la vanidad es la causa de la desgracia del protagonista. Lear como recordarán, decide un día no seguir gobernando y repartir su reino entre sus tres hijas, la que sea capaz de expresar su amor con superior elocuencia se llevará la mayor parte del reino. Las dos hijas mayores se desviven en adulaciones, pero la menor que, realmente lo ama, no logra llenar las expectativas de su vanidoso padre, quien la deshereda. Una vez con el poder, las hijas le quitan al Rey Lear, las riquezas, el imperio y la dignidad. Este termina junto con su bufón, en la más absoluta pobreza, loco y abandonado.
Esta tragedia nos permite reflexionar hasta donde los autócratas vanidosos son capaces de arrastrar a sus pueblos y a sus ciudadanos. Los autócratas son perfectos imanes para atraer aduladores, individuos sin integridad, sin orgullo sin conciencia, capaces hasta de arrastrase y realizar sin objeciones cualquier cosa inmoral, para aumentar su poder, rango o patrimonio. 
Fidel Castro y los presidentes de los países del Alba encarnan fielmente a las hijas del Rey Lear, quienes han manipulado al venezolano Chávez, aprovechando su personalidad megalómana, para superficialmente engrandecerlo como líder continental y pegarse como sanguijuelas al erario público venezolano, y así mantener sus privilegios, sustentar a sus gobiernos decadentes y sus influencias hemisféricas.
El antídoto contra el pecado capital de la vanidad del que disponen los pueblos para evitar tragedias en sus países, incluyendo la desgracia de de sus propios líderes es la democracia y la independencia de los poderes públicos, limitando las atribuciones de los gobernantes y las acciones de los aduladores que inevitablemente los acecharán.

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