A CELEBRAR, PERO EL 8 DE OCTUBRE
Dos requisitos se han cumplido para derrotar a
Chávez: la unidad del país democrático y la escogencia de un candidato
presidencial único. Proceso complejo, pelizorrérico, escarpado, que ha
concluido exitosamente. La escogencia de Henrique Capriles fue, además, con una
votación abrumadora que no deja chance para argumentos de menor calado, que si
pasó esto o aquello. Y, como es de rigor, contra las victorias no hay
argumentos; es la realidad que quiebra teorías, dudas y vacilaciones: el
candidato ganó y, más aún, arrasó. En forma natural comienza a construirse a
posteriori una teoría que tiende a explicar cómo era de inevitable esa victoria
como si se cumpliera la predicción inexorable de Isaac Newton con la manzana
atraída por la gravedad terrestre. Los azares de la historia se destierran y se
demuestra cómo, "científicamente", lo que ocurrió tenía que ocurrir.
Tales seguridades, en cierto modo, importan muy poco
porque, al fin y al cabo, hay candidato indiscutible y las pequeñas rencillas
quedaron sepultadas en un alud de más de 3 millones de votos. Así como el
pasado reciente, el de las primarias es inapelable, poco a poco surge otra
certeza: la victoria del 7 de octubre es inexorable. Las presidenciales son un
mero trámite, no exento de dificultades, para repetir el 7O en una forma aún
más clamorosa la victoria del 12F. Y este narrador sólo quiere alertar en el
sentido de que el mandado no está hecho. No es lo mismo una competencia, en una
buena medida decente, entre candidatos democráticos que la que viene entre
Chávez o su sucesor y Capriles; no es lo mismo una Comisión de Primarias,
presidida por una mujer de serenidad, temple y honradez como Teresa Albanes,
que la que tendrá lugar bajo el comando de los bucaneros; no es lo mismo
discrepar entre demócratas que la noche del 12F se encontraron con el vencedor
para apoyarlo, que la que veremos -si es que no intentan impedirla- entre
quienes harán todo lo habido y por haber, legal o ilegal, pacífico o violento,
para no aflojar el poder.
EL CNE.
Quien esto escribe estuvo en desacuerdo con la
intervención del CNE en las elecciones primarias, aunque una vez decidido por
quienes diseñaron el proceso era regla de acatamiento democrático. La dirección
opositora lo hizo por razones logísticas y el CNE, ministerio de elecciones del
régimen, lo aceptó como instrumento para alcanzar legitimidad: ¡"cómo
seremos de buenos que hasta la oposición nos llama, reconoce y aplaude!"
Pero la historia la escriben las circunstancias y resultó, contra toda
previsión, que la millonada de votos obtenidos, certificada por el CNE y negada
inicialmente por voceros chavistas, hizo que el organismo electoral al ir por
lana saliera trasquilado. Al revés de lo previsto, se convirtió en factor de
legitimación de los votos obtenidos en primarias en medio de la verraquera del
Comandante. No era previsible pero ocurrió.
Esta experiencia azarosa no debería inducir al
descuido del hecho básico. El CNE es un instrumento del régimen al cual la
reciente jugada le salió mal y por esta razón el tema de las condiciones
electorales es asunto de primera importancia. No es, como dicen algunos bobitos
para descalificar el argumento, pararse en la esquina y gimotear que si no hay
condiciones boto tierrita y no juego más. El asunto es cómo denunciar el
ventajismo y el fraude, y avanzar hasta dónde sea posible en la conquista de
condiciones electorales decentes. Nadie plantea que si éstas no son perfectas
se vaya a la abstención, pero es esencial luchar por condiciones mínimas cuando
la competencia, después de varios años, es con Chávez (si es su sucesor
entonces es otro el asunto).
RUIDO DE SABLES.
Para nadie es un secreto que un sector del Gobierno
sostiene que no entrega el poder de ninguna manera, ni por las buenas ni por
las malas. Unos argumentan que las revoluciones no se entregan, otros más
pragmáticos piensan que es la manera de conservar lo adquirido, los de más allá
sostienen, sin base, que la oposición practicaría la política de tierra
arrasada. Quien esto narra no tiene certeza de cuánto poder tienen quienes así
piensan, ni tampoco sabe si teniéndolo podrán frenar la avalancha democrática
nacional e internacional. Pero esta hipótesis no puede ser despachada
fácilmente.
Este narrador recuerda en los tiempos de la
Coordinadora Democrática cuando le preguntó a un alto dirigente de ese equipo
sobre las condiciones para impedir un fraude en el Revocatorio. Ese dirigente
respondió: "No te preocupes, fulano y mengano (generales chavistas) han
hablado conmigo personalmente y me han asegurado que ellos están dispuestos a
impedir el fraude y garantizar la entrega del Gobierno". ¡Aviados
estábamos!
La posibilidad de que las fuerzas militares
institucionales se expresen es que haya un liderazgo en acción, reconocido, que
les hable a los militares como próximo Comandante en Jefe para crear
condiciones para una transición pacífica. Hoy es tarea de Capriles.
LA ONDA ALFA.
El candidato opositor ganó con una política de no
enfrentamiento a Chávez. El país democrático lo acompañó abrumadoramente contra
la opinión que otros tenían -incluido el autor de estas líneas. Muchas razones
pueden aducirse para esa victoria pero una importante es que los sectores
democráticos en su mayoría piensan que para ganar el importante segmento del
chavismo light es necesario no casar una pelea frontal con el caudillo rojo. La
victoria no dejó resquicio para la duda sobre lo que el país democrático pensó,
aunque valga un inciso: Primero Justicia anda en la onda de que los radicales
fueron derrotados y sólo representan 5%. Sin embargo, deja de lado que
radicales en pensamiento y obra los acompañaron para impedir que Pablo Pérez
ganara o para hacer que la victoria de Capriles fuera tan contundente que no
dejara duda de su fortaleza frente al Gobierno.
La pregunta que Capriles y su comando seguramente se
harán es si la política que sirvió para ganar las primarias sirve para derrotar
a Chávez. En esta esquina no se niega esa posibilidad, pero se sugiere que el
tema se discuta, porque una cosa es el torneo elegante, casi caballeresco de
primarias, y otra cosa es la jarana que se viene. Una cosa es con guitarra y
otra cosa es con bandola.
UNIDAD.
El país democrático está dispuesto a acompañar a
Capriles sin vacilaciones. Ojalá él y su partido no confundan la naturaleza de
su victoria; son instrumentos de una lucha pero no los dueños de la voluntad
ciudadana. Hay que acompañar al candidato con la firmeza necesaria y la fuerza
que él sea capaz de inspirar. El país le abrió el camino y le corresponde a él
dirigir la marcha en procura de la victoria. Si lo hace con amplitud, Dios, la
Patria y los ciudadanos sofocados por la bota de Chávez, se lo premiarán; si
no, se lo demandarán. ¡Y cómo!
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Twitter @carlosblancog
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El autobús de HCR funciono y en él se montaron muchos que de otra manera no ganarían. La sobredosis de engolosinamiento es harto peligrosa para para la unidad. También hay que atemperar el floreo para el chavismo no vaya ha ser que por enamorar a la de al lado se le disguste la mujer.
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