¿Valores socialistas?
Cuando se concibe la
cultura política como parte estructural de la dinámica social, resulta
imposible escapar del papel de los valores y sus implicaciones. Pero no de
valores asociados con ideologías políticas que, por circunstanciales, resultan
frívolas o contrarias con el devenir histórico. Los valores deben entenderse
como necesidades humanas que representan ideales, sueños y aspiraciones de
excelsa monta.
¿Desde cuándo el amor es
el valor que soporta y le da sentido a la causa socialista con la destemplada
excusa que es el objetivo primordial del socialismo? Sobre todo, luego de
comprender que “el socialismo es la filosofía del fracaso, el credo a la
ignorancia y la prédica a la envidia; su virtud inherente es la distribución
igualitaria de la miseria”, tal como lo afirmó el estadista y quien fuera
primer ministro británico, Sir. Winston Leonard Spencer Churchill.
Cuando se concibe la
cultura política como parte estructural de la dinámica social, resulta
imposible escapar del papel de los valores y sus implicaciones. Pero no de
valores asociados con ideologías políticas que, por circunstanciales, resultan
frívolas o contrarias con el devenir histórico. Los valores deben entenderse
como necesidades humanas que representan ideales, sueños y aspiraciones de
excelsa monta. Su importancia es independiente de las casualidades,
oportunidades u ocurrencias. De ahí que su comprensión es compleja pues son
principios que permiten orientar el comportamiento individual o colectivo en
función de propósitos loables y constructivos.
Es así como los sujetos
políticos que se plantean intervenir en la vida política, se orientan por
actitudes ante las cuales los valores juegan un papel fundamental.
Particularmente, los valores morales. O sea, aquellos que exaltan la
tolerancia, la participación, la pluralidad, el respeto, la humildad, la paz,
la libertad, la solidaridad, la justicia, la honestidad y la equidad,
especialmente. Por eso los valores condicionan la proyección integral de los
sujetos hacia el sistema político constituyendo un componente de su cultura
política.
Esto lleva a pensar los
valores como razones que ostentan trazos de una realidad fraguada en el ámbito
de relaciones sociales alineadas con excelsas necesidades y sublimes intereses.
Pero de ahí al hecho de aludir a valores “socialistas”, tal como lo pretende la
propaganda gubernamental, la diferencia más que descomunal, es absurda e
incongruente. Sobre todo, si tan infundada perorata invoca valores como “la
construcción y defensa del socialismo y la propiedad social de los medios de
producción”. Parece no saber que los verdaderos valores dan significado a la
vida del hombre. Opuesto a lo que los actuales gobernantes presumen con su
desviada retórica, los valores morales animan a crecer con dignidad por cuanto
perfeccionan a la persona estimulándola a vivir en armonía, haciéndola más
humana y con aprecio por una mejor calidad de vida.
Vale entonces preguntarse,
¿hasta dónde los valores dependen de pautas ideológico-políticas que delimiten
la moralidad y ética social como garantes del bien común? Su respuesta pudiera
quedar atrapada en el entramado de una sociedad que pareciera resignada ante
los presentes dictámenes de autoritarismo y arbitrariedad pues como explica
Francisco Ángel Real, “vivimos en una sociedad neurótica, que propicia
creencias equivocadas, que promueve valores falsos y que tiene mal establecidas
sus prioridades”. (Aut. cit.; El Esclavo. Programación Mental Positiva; 1ª. ed.
México. 2005)
Cuando se escucha o en
algún anuncio puede leerse que los planes y proyectos gubernamentales responden
a “valores socialistas”, no puede pensarse en algo distinto que en un adefesio.
Particularmente, por las demostraciones de irrespeto, intolerancia y
desavenencia que el propio gobierno ha desplegado en el curso de toda su
gestión. Particularmente, de cara a las elecciones presidenciales. No se da
cuenta que cada argucia asesta a la sociedad un golpe que descuadra todo el
pronunciamiento constitucional del ordenamiento jurídico establecido.
Tal es la desfachatez del
régimen, que sigue sin entender que la política es una expresión de ética
pública y de moral ciudadana. Entonces, si hay obstrucción para actuar en
consonancia con el bien social y las virtudes más admirables del hombre, ¿por
qué insisten en engañar aludiendo falsas pretensiones mediante sus mentados
valores socialistas?
VENTANA DE PAPEL
GOLPE DE ESTADO AL DEPORTE
Primeramente fue una Ley
Orgánica del Deporte, Actividad Física y Educación Física cuyo contenido no
satisfizo las expectativas de una comunidad deportiva cuyas aspiraciones se
vieron frustradas del planteamiento inicial. Ahora es el respectivo Reglamento
cuya estructuración constituye un madrugonazo pues la forma como fue redactado,
desconoce necesidades inminentes que dan al traste razones acordadas entre
representantes de gremios, organizaciones no gubernamentales y dirigentes
deportivos con funcionarios del Ministerio del Deporte y del Instituto Nacional
del Deporte. Hay quienes aseguran que la norma referida va contra el deporte lo
cual evidencia desavenencias “a la vuelta de la esquina”.
El resultado es un
reglamento incompleto que además fue elaborado de manera unilateral. Lo que
había sido descartado durante la preparación del texto de la Ley, fue
incorporado como parte del reglamento. Con esto, el gobierno emuló el ejemplo
de la Reforma Constitucional cuando luego de ser barrida por el voto popular en
Diciembre 2007, comenzó a reflejarse a través de leyes aprobadas por el poder
habilitante ejercido por el presidente Chávez.
No hay duda de que el
reglamento busca ejercer el control de la vida deportiva venezolana. La
cantidad de requisitos que se solicitará a través del novel Registro Nacional
del Deporte, tenderá a asfixiar las libertades y autonomía de las ligas
profesionales y por extensión, a la masificación del deporte. Con esto de
centralizar el manejo del sector privado deportivo mediante el sancionado reglamento,
se le asestó un duro golpe de Estado al deporte nacional, regional y local.
PREGUNTAS PARA REFLEXIONAR
Quien fuera primer rector
de la UPEL, el distinguido educador Antonio Luís Cárdenas Colménter, pone a
muchos a pensar cuando a través de la Internet invita a una sesuda reflexión
con el auxilio de algunas interrogantes. Así pregunta lo siguiente: ¿Qué
hubiera sucedido si en 1993 no hubiera sido destituido el presidente Carlos
Andrés Pérez? ¿Cuál sería el futuro de Venezuela si el actual presidente en vez
de regalar nuestras divisas producto de los extraordinarios precios del
petróleo, o de malgastarlas en chatarra militar para pomposos desfiles
militares, los invirtiera en el desarrollo de la ciencia y la tecnología?
¿Cuál sería nuestro futuro
si esas divisas se hubieran utilizado para que toda la población tuviese una
educación de calidad y un buen sistema de salud y seguridad social? ¿Cuál sería
el futuro si en vez de atacar a las mejores universidades, se les hubiera dado
el presupuesto necesario para su desarrollo y el bienestar de su personal y de
sus estudiantes?¿Qué pasaría si se invirtiera parte de esos recursos en la
formación de emprendedores y se les facilitara el financiamiento para sus
empresas? ¿Qué hubiera pasado si en vez de convertir a Venezuela en un país
importador de casi todo lo que necesitamos para la subsistencia, fuésemos
exportadores de los excedentes de lo que produjéramos?
¿Cuál sería nuestra
situación si el gobierno actual respetara la propiedad privada como lo ordena la
Constitución? ¿Cuál sería nuestro futuro si todos fuésemos iguales ante la ley
y respetáramos y cumpliéramos lo que manda la Constitución? ¿Cuál sería nuestro
futuro si los poderes públicos estuvieran constituidos por personas íntegras
capaces de actuar con plena autonomía y absoluta justicia? ¿Cuál sería nuestro
futuro si tuviésemos como presidentes a verdaderos estadistas que no se
limitaran al presente sino que fueran capaces de mirar hacia un futuro lejano?
En fin, ¿Cuándo pensaremos en Venezuela y no solo en nosotros? ¿Cómo nos
juzgarán las futuras generaciones?
REVOLUCIÓN MATA MERCADO
El modo como este gobierno
arbitrario viene manejando la economía con el apoyo de leyes tan obtusas como
la que regula el libre mercado y la competitividad que a ello se asocia, es de
lo último. Y no porque de esa manera está atacándose las fuentes del
capitalismo. El problema es de concepción lo que hace peor aún la funcionalidad
de una sociedad que entrado el siglo XXI, viva confinada en sus libertades y
derechos fundamentales. La mal llamada Ley de Costos y Precios Justos. El
primer efecto no será la escasez, sino el establecimiento de un mercado
primitivo en el que sólo se conseguirá lo básico y que consistirá en productos
de infame calidad.
Todo ello, gracias al pensamiento
ideológico del ortodoxo socialismo pues busca que no haya excelencia ni
variedad. Y no habrá de otra ya que el diseño de la política pública sigue
siendo primitivo y colmado de restricciones. Por ejemplo, en el sector de
alimentos antes había 7 marcas distintas por cada producto. ¿Y qué decir del
importante sector de productos de cuidado personal y limpieza del hogar? Ahora
con dificultad se consigue una o dos. Aunque la demanda de estos productos
pueda subir por la reducción de los precios, el mercado fenecerá en su mejor
sentido pues desmejorará la calidad de la oferta de bienes. No hay duda de que
de continuar tales exabruptos, el país vivirá un retroceso acelerado de su
anhelado desarrollo. Ya se sabía que revolución mata mercado.
amonagas@cantv.net
@ajmonagas
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