“Chávez erró al atar la continuidad de su
proyecto con seguir como candidato”
PODER VACÍO
En Venezuela no hay vacío
de poder sino un poder vacío. A diferencia de 2002 cuando sí hubo un vacío de
poder. Entonces el poder se fue de un lado para otro. Lo tenía Chávez, pasó a
manos de la multitud que marchaba en las calles, saltó a los generales,
debilitado llegó a las manos de Pedro Carmona, pasó de nuevo a los mismos
generales y regresó a Chávez. El poder estaba constituido por las fuerzas de lo
real (militares y pueblo en la calle), se vació en la botija roja y por unas
horas se guarneció en otra, azul pálido. Había instituciones como la Fuerza
Armada, PDVSA, el Banco Central, hasta cierto punto el Tribunal Supremo… que
declaró el vacío de poder. Ahora es distinto, el poder se vació, se derramó, se
cayó y sólo lo sostiene la inercia, la figura simbólica de Chávez y el
entramado que se ha constituido y que muy pocos quieren mover, no sea que una
de las cabillas que sostiene la estructura le caiga a alguien.
NO ES EL QUE ERA.
Chávez se cuidó de los
enemigos. Múltiples anillos de seguridad lo rodean. Los fieles más
incondicionales le filtran hasta el aire que respira. La cofradía cubana
estrecha el cerco de protección y de aislamiento. Acciones libradas para
preservar al Comandante en estado original, en perpetuo renacimiento, como deus
ex machina de una revolución imposible; pero, nadie sospechaba que todo sería
inútil cuando la amenaza viniera de la intimidad orgánica del protegido. El
hombre fue tomado por asalto, en principio por una enfermedad, pero más
adelante por el mal. Cualquier ser humano se enferma y el cáncer se ha
convertido en una enfermedad bastante común, manejable en muchos casos como
enfermedad crónica y, en otros, curable. Sin embargo, a Chávez la enfermedad se
le transformó en algo diferente: lo poseyó un mal del cual no se libra porque
va más allá de la enfermedad. En vez de experimentar su dolencia como un
desarreglo orgánico quizá con algún componente psicológico para lo cual hay
determinados protocolos curativos, se dedicó a retar su dolencia como si fuera
el asalto inesperado del enemigo; convirtió la lucha contra el cáncer en una
guerra revolucionaria, la voluntad contra la realidad, el bien que él cree
representar contra el mal que quiere sacarlo del escenario, la ciencia cubana
contra la venezolana, la capacidad de sobrevivir contra la celada de la
naturaleza (que si se manifiesta bruta y se opone, se le hará obedecer, como en
el chiste que se atribuye a Bolívar). El caudillo en vez de ser un enfermo que
trata de curarse se transmuta en el mártir que sube la cruz a su Gólgota rojo y
que se exhibe pornográficamente en el tamaño de sus tumores, en la vestimenta
estilo Fidel-Castro-deportivo-en-recuperación, y en las publicitadas sesiones
de quimio y radioterapia, con pelos que se caen y crecen. No informa sobre su
enfermedad, cosa que apreciarían los venezolanos, especialmente si viniera de
voces serias y autorizadas; en vez de informar lo que hace es exhibirse como el
Chávez voluntarioso en lucha contra el Chávez humano, débil y mórbido. Un
cuerpo manejado por su dueño de manera tan espectacular se ha transformado en
un ingrediente dramático de la escena política; los ciudadanos transfigurados
en oncólogos y Chávez en enfermo que no se va porque no quiere abandonar “a su
pueblo”. En una sociedad estructurada la enfermedad o imposibilidad de
continuar en su cargo por parte del presidente lo que hace es disparar
mecanismos institucionales de sucesión. En Venezuela, dada la naturaleza
autocrática y personalista del bochinche bolivariano, la situación del
Presidente lo que hace es desatar los diablos danzantes del Averno. Como Chávez
ha concentrado todo el poder, la enfermedad que debilita su cuerpo,
transformada en mal contrarrevolucionario, también debilita su poder. Esta fase
de la historia no será la de un poder asaltado sino la de un poder vaciado; no
será la de un poder tumbado sino un poder caído.
EL TRÁMITE.
El país tramita la salida
de Chávez del poder. No necesariamente por su estado de salud sobre lo cual no
tengo más noticias que las que se conocen públicamente. Es que Chávez dio un
paso muy grave para la continuidad de su proyecto y fue identificar la
continuidad revolucionaria con el hecho de vencer el mal, con seguir como
candidato presidencial y con impedir cualquier conversación -aunque fuese
totalmente informal y discreta entre los suyos- sobre la sucesión. Cometió el
pecado -que Fidel no cometió, por cierto- de colocar la sobrevivencia del
“proceso” en los resultados de la radioterapia. Allí lo condenó, porque él
podrá durar mucho tiempo más, pero su tramoya no. ¿Por qué? Porque sus
lugartenientes y sus opositores, por distintos caminos y con distintos
sentimientos, se ocupan del mismo tema: la sucesión presidencial. Aun los
suyos, que todos los días confirman que él va a seguir como candidato, al
reiterar que está en perfecto estado de salud envían un metamensaje en el cual
la duda se refuerza.
TOMAR EL VACÍO.
Cuando el poder existe se
puede “tomar”. Pero cuando el poder está vacío, ¿cómo se “toma”? En Venezuela
funciona un sistema que ha perdido centros de poder por una implacable
destrucción institucional sin crear las que los reemplacen. Las mafias han
sustituido las estructuras estatales y paraestatales que tenía el país. Lo que
hay es la inercia de un sistema que ha logrado funcionar a condición de que
nadie grite muy duro, que el gato no se suba a la batea, que Jaua y Diosdado
regularicen la guerra, que ninguno se atreva a empujar demasiado la pared de
cartón piedra y que un militar no se sulfure como su líder lo hizo en febrero
de 1992. Pero si no hay un poder estructurado que mantenga vigorosamente el
tinglado puede que no haya tampoco un poder alternativo que lo ponga en jaque.
En esta perspectiva, a los sectores democráticos les correspondería una tarea
que es ampliar el espectro de su acción para construir un poder alternativo que
tenga capacidad de reemplazar al que ahora desaparece. Significa ganar la voluntad
de los electores pero sobre todo hacer creíble una victoria con actividad de
masas, con la creación de centros de poder institucional, con proyectos de
leyes, con tesis novedosas, con una narrativa que dispute la de los que se van
mediante la transmisión de un mensaje emocionado y emocional que prefigure la
posible historia por venir. El régimen va muy rápido pero como un tren sin
frenos, sin conductor, llevado por la inercia sin combustible. Para ganarle a
Chávez el 7-O antes hay que ganarle en el alma del país; hay que hacer creíble
el poder que viene; hay que mostrar que frente a un poder que se cayó, que se
derramó y se fue por un suelo abandonado, seco y agrietado, surge otro de
relevo que se llena de emociones y futuro.
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