El reino es el
gran culpable de que ocurra una gran tragedia al estimular o provocar
situaciones ilegales, inmorales y peligrosas, contaba un cronista del reino. Ya
lo han visto como se ha enardecido la población en el estado “Devaluado” por la situación de
incumplimiento a la masa trabajadora. También en El Halcón, La Furia, y en
general, en cada una de las mancomunidades de un reinado que fue próspero.
Todos se lamentaban por las privaciones y manipulaciones a la que han sido
sometidos a lo largo de una década.
La fuerza de la
razón no penetra en los seres que se sienten abandonados y solitarios. Esta es
la trama de una perversa obra teatral que viven los esclavos de la nauseabunda
monarquía, golpe a golpe.
Primer acto: El rey gozaba de toda la admiración de
sus súbditos. Allegados que hoy día brincaron la talanquera lo elogiaban, las
masas aclamaban con locura desenfrenada por el ídolo que hacia falta adorar.
Segundo acto: Pasan los años y el poder del rey se va
corrompiendo, comienza la gente a verse la caras unos a otros en absoluta
desaprobación por lo que esta ocurriendo en el país. Regalos y prebendas para
tierras lejanas, los súbditos se arrechan. Dando y dando.
Tercer acto: El rey acapara su mejor arma: el miedo.
Con esta herramienta los súbditos están de rodilla en tierra. Se alegran por
las dádivas, la orden es manifestar que están contentos con lo poco. Llega el
conformismo.
Cuarto acto: Aparece en el negro horizonte los bandidos
que van minando toda alma que presuma de tener que comer o vestir. La pobreza
obliga a invadir los terrenos de otros, que a la final son del reino.
Quinto acto: Los que alguna vez fueron príncipes en
sus regiones están de manos atadas, el poder aniquilador del rey los envilece y
los ladrones continúan matando y robando.
Sexto y último acto: Aparece una guerrilla de niños que
previamente fueron pasados por el laboratorio sangriento del lavado cerebral.
Se arman y cuando el rey está a punto de caer de su trono, el escenario se tiñe
de rojo por la sangre que fue derramada por las armas de los más jóvenes.
El capítulo cierra porque ya no hay mas nada que hacer,
el país se derrumbó, el pobre solitario se va quedando sin sus dotes; todos sus
aliados han muerto, poco a poco, y no hay nadie a quien nombrar en los cargos.
Solo queda él, acabado, pero no se dibuja en su rostro el arrepentimiento. En
su lecho pide que no lo dejen solo, invita a tomar las armas bajo un lánguido
suspiro mientras pronuncia en balbuceos: reino,
mando y…..se extinguió como la única vela que hubo en su funeral, sin
encontrar la paz.
La obra no tiene
nombre, por ahora. Cada quien que le ponga el suyo…
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