“…Cuando Marcos proclama que las palabras son sus armas, no debemos ni afirmar jubilosamente que nos encontramos ante una `política del significante´ verdaderamente posmoderna, ni tampoco caer en humoradas cínicas sobre lo versado que están los zapatistas en la movilización del poder fetichizante del logos”. Slavoj Zizek: Órganos sin cuerpo, p. 228
He insistido en el mapa
político de tres sombras con el que debemos leer el país. Esta fórmula se
orienta a desbloquear una imagen ─falsa─ que nos induce a visualizar una nación
de dos grandes manchas. La demarcación chavismo-antichavismo esconde otras
realidades irreductibles a esa geometría. Nos hemos malacostumbrado a percibir
la nación en clave electoral. El país que vota, que se embandera, que se pone
gorritas y franelas e inunda mitines y caravanas, parece ─sólo parece─ que
fuera toda Venezuela. Pero eso no es así. Hay un pilón de gente que está fuera
de ese esquema. Son millones los compatriotas que no se sienten convocados por
estos rituales electorales (por cierto, rituales estos que llevan siglos de
inalterable repetición).
Las grandes élites (de
derecha y de izquierda) creen simplistamente que estos millones de venezolanos
son “inconscientes” o “apolíticos” y tonterías parecidas. La brutal realidad es
que ese gentío, los que se abstienen, los que se van a la playa y no le paran a
nada, los “indignados”, los ladillados, los que están peleados con ambos
bandos, los caídos de la mata (una vez alguien me preguntó con cierto asombro:
Epa, mi llave, ¿pa’ qué son esas grandes colas?), todos ellos constituyen una
constelación real que el discurso político convencional no sabe descifrar. Los
fanáticos y entusiastas se creen el cuento de que ellos son el país. Eso no
pasa sólo en Venezuela. Es más bien una enfermedad de las seudodemocracias
donde una pírrica minoría (la que vota, 35% del padrón electoral) deja por
fuera a todo el resto y algunos milloncitos más del gentío con menos de 18 años
de edad. Saque sus cuentas.
Aquí lo importante es
constatar que esta Venezuela sumergida no puede ser visibilizada en el discurso
político tradicional (de derecha y de izquierda). El conservadurismo reinante
ni siquiera sabe de qué estamos hablando. La vieja izquierda maneja unos
esquemas mentales tan básicos que resulta completamente incapaz de entender de
qué se trata. Todo intento de llegarle a la gente en el formato de la vieja
política resultará un fracaso. El mismo desastre que resulta de la pereza imperante
respecto de la invención de nuevos modos de gestión política (radicalmente
distintos de partidos, sindicatos, gremios, parlamentos, etc.). Ese país
sumergido convive allí con los carnavales electorales y demás simulacros de
“democracia”. Es una realidad subterránea aplastada por la saturación
politiquera. La contabilidad electoral se mueve en la superficie sin ningún
chance de conectar con este submundo (invisible, irrepresentable,
incontabilizable).
No se trata de inventar un
partido que pretenda capturar los votos de esta porción del país. Tampoco de
conseguirse a una “miss” que le hable bonito a este universo anónimo. El asunto
no es “convencer” a la gente como si se tratara de una conciencia inferior que
necesita ser rescatada. La cuestión no es tan simple como lidiar electoralmente
con los “Ni-Ni”. La primera tarea (del Estado, no del Gobierno o de la
partidocracia) es entender el problema, estudiar a fondo esta realidad, conocer
psico-sociológicamente de qué estamos hablando cuando nos aproximamos a este
inmenso universo de gente que no es caracterizable con las categorías
anacrónicas de la ciencia política, ni con el discursito de los operadores
políticos (repletos de masamorra ideológica y cursilerías).
Desde allí es posible ir
entendiendo que cuando decimos con altisonancia que la realidad social es
compleja, se está nombrando una heterogenidad de tal magnitud que no cabe en
ningún formato teórico prefabricado. La gente no percibe “normalmente” esta
dimensión de la realidad, los políticos y los científicos sociales tampoco.
Lo que es bastante
probable es que en cualquier momento esa Venezuela se levante.
Transcripción: Héctor José Sánchez J.
Nota: Se ha respetado la ortografía original
del artículo.
hsanchezbr@hotmail.com
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