GERMÁN CARRERA DAMAS |
Ver surgir, formarse y crecer una
personalidad representativa de una de las más nobles y promisorias tendencias
de nuestra historia republicana contemporánea, es, para un historiador, un
privilegio. Consciente de esta posibilidad y oportunidad, puse atención al
desenvolvimiento de María Corina desde
su patriótica y eficaz actuación en Súmate. Tuve la oportunidad de colaborar
con esa organización, que consideré y considero necesaria, para estimular y
orientar al pueblo venezolano, en su tenaz marcha hacia su definitiva
conformación como una sociedad genuinamente democrática. La entereza demostrada
por María Corina en medio de las agresiones de todo tipo contra su persona;
unida a la lucidez con que en su carácter de representante de ese equipo,
guardián de la Soberanía popular, supo recomendar la tarea que realizaban, me
dispuso para cumplir mi deber social de historiador con ocasión del lanzamiento
de María Corina como candidata a una diputación, lo que hice enviándole el
siguiente mensaje público de respaldo:
“Tu candidatura es la natural
culminación de un prolongado y fructífero servicio a la causa del
restablecimiento pleno de la Democracia en la sociedad venezolana. Tu has
contribuido, ejemplarmente, a mantener viva y activa nuestra democracia,
aportándole estímulo informado, ejemplo de organización, y orientación
sociopolítica; todo en defensa de la soberanía popular. Tu presencia en el
bloque democrático del parlamento, que habrá de surgir de las próximas
elecciones, gracias a la masiva votación de quienes vivimos activamente la
Democracia, significará que todos nosotros, hombres y mujeres, viejos y
jóvenes, que votaremos por ti, en las primarias y en la elección final,
estaremos representados por quien ha ganado y merece nuestra confianza.”
El jueves 12 de enero participé en el
acto de instalación de un movimiento denominado Compromiso de Venezuela, cuyo
fin es auspiciar y apoyar la candidatura de María Corina en las elecciones
primarias programadas acertadamente por la Mesa de la Unidad Democrática, a
efectuarse el próximo 12 de febrero. Al intervenir, brevemente, en este acto
comencé por declarar que mi presencia y participación se explicaban por verse
así satisfecho un pedido mío a María Corina; y enuncié las razones que,
desarrolladas, componen el fundamento del presente mensaje histórico. Dije en
aquella reunión que a esas razones, tres, les seguiría una breve anécdota que
creo pertinente.
La primera razón: He seguido la
trayectoria de María Corina como observadora-participante de la cuestión
política venezolana, desde su actuación, muy destacada, en la organización de
vigilancia ciudadana denominada Súmate. En reuniones con sus activistas, y en
conversaciones directas con algunos de ellos, incluida la propia María Corina,
pude catar la patriótica determinación que les animaba a cumplir su deber de
contribuir a salvaguardar la Soberanía popular, en el curso de su expresión
electoral. Pude así apreciar cómo quienes esta tarea adelantaban tenían una
idea clara e informada de la importancia decisiva que reviste, en el sistema
sociopolítico republicano, el proceso de formación del Poder público, entendido
como una instancia más amplia y compleja que el acto de votación. Veía de esta manera
corroborada la aseveración, reiterada de mi parte, de que es en el proceso de
formación del Poder público donde radica la fuente no sólo de la legalidad de
ese Poder, sino también la fuente de su legitimidad. María Corina y sus
compañeros de labores montaban así guardia, velando por la salud de la
República.
La segunda razón: He observado
y analizado el desempeño de María Corina, como candidata a Diputado, como
Diputado y como candidata a la nominación presidencial. De esa observación y
análisis ha quedado en claro la propiedad con que ha sabido María Corina
correlacionar su prolongado estudio de la formación del Poder público, con su
desempeño como candidata en procesos electorales de diversa naturaleza. Creo
que la base de este logro ha consistido en la asimilación del principio básico
de la Soberanía popular, que consiste en una combinación de respeto y amor
respecto del pueblo venezolano. Respeto, porque la conducta de ese pueblo ha
motivado el altamente informado juicio de María Corina sobre su hacer la
Democracia. Amor, porque le sabe capaz de
perseverar en el empeño de erradicar el despotismo y de realizarse como
una sociedad genuinamente democrática.
La tercera razón: Consiste en
que esa prolongada observación y el trato personal me han permitido apreciar en
María Corina cualidades nada comunes. En sus intervenciones en los medios ha
demostrado lucidez expositiva, al revelar estar bien informada y haber
reflexionado sobre las materias y cuestiones planteadas a la sociedad
venezolana, al igual que consistencia conceptual respecto de problemas y
soluciones. Ha dado prueba de pertinencia en la elección de oportunidades de
presencia y acción; y de honestidad discursiva nacida de genuina convicción. En
suma, cualidades que reunidas en su femineidad han despertado mi admiración.
Vayamos a la anécdota: Vi, y
ayudé, a la mujer votando, cuando, en 1946, la democracia que se instauraba le
reconoció sus derechos políticos. ¡NO SE LOS OTORGÓ, SE LOS RECONOCIÓ! Hoy me mueve ver que la hija que una mujer
llevaba en brazos, -como consta en una fotografía-, y que votó por primera vez
en 1946, simbólicamente representada por María Corina, se postula para servir
al pueblo desempeñando el más alto cargo de la República. Es más, lo hace
basada únicamente en su trayectoria personal, en su preparación política y en
su probado patriotismo; y enfrenta el reto con el coraje intelectual y personal
de una mujer.
* *
* * *
El domingo 15 de enero tuve el honor,
en compañía de varios distinguidos invitados, de ocupar la tribuna, durante el acto de presentación,
por María Corina, de su Programa de Gobierno. Lo mostró al público, pero ni
siquiera lo abrió. Dedicó alrededor de media hora a exponer, de manera puntual
y sistemática, las que definió como las alianzas sociales necesarias para poner
orden y paz en nuestra devastada patria. Lo hizo en correcto lenguaje puntual,
sobrio y libre de excesos electoreros. Unió la precisión conceptual a la
discreción en la valoración de las dificultades que será necesario superar. Fue
convincente; y así lo apreció con sus aplausos la muy numerosa audiencia.
No puedo terminar sin dejar
constancia de que no rehúyo la responsabilidad de que mi testimonio parezca
cargado de simpatía. Asumiré ese eventual reparo y alego un agravante: muchas
veces he declarado, por escrito y verbalmente, que por haber comprendido algo
de la evolución histórica de mi sociedad, he llegado a la conclusión de que el
acontecimiento de mayor proyección en esa evolución ha sido el que un pequeño
grupo de hombres tomara la decisión de reconocerle sus derechos políticos a la
mujer, completando así la sociedad de ciudadanos que debe ser una República, y
multiplicando las fuerzas de esa sociedad; y así ha sido. Me felicito, como
historiador, de ver en vísperas de su culminación esa expectativa de desarrollo
social y de definitiva instauración de la Democracia en nuestra patria.
Germán Carrera Damas
Escuela d Historia
Facultad de Humanidades y
Educación
Universidad Central de
Venezuela
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