El mandato no está hecho y
por eso nadie debería quedarse en casa. Bueno es recordar que las primarias no
sólo servirán para escoger al abanderado presidencial del país no chavista. La
calidad de la jornada -medible a través de su quórum, entre otras variables que
ya no vienen al caso- revelará la corpulencia con que la opción democrática se
enfrentará a su poderoso adversario
Nadie debería quedarse en
casa. Cualquier pretexto que se emplee para eludir la participación en las
primarias beneficiará los cálculos del oficialismo y de quienes han jugado
furtivamente contra la renovación del liderazgo político nacional. A la medición
del 12-F estamos llegando tras una postergación que el país cuestionó en su
momento y que fue concebida a espaldas de una abrumadora mayoría cercana al
80%, para impedir lo que ya entonces lucía como una tendencia sostenida.
Cualquiera dirá que a los promotores de esa argucia les asistía el sagrado
derecho al pataleo: tal vez sea cierto, aunque lo más cuestionable es que en el
ejercicio de esa prerrogativa se añadieran obstáculos semejantes a los que el
chavismo le ha aplicado a la propia oposición a lo largo de estos oscuros años
de ventajismo revolucionario.
El mandato no está hecho y
por eso nadie debería quedarse en casa. Bueno es recordar que las primarias no
sólo servirán para escoger al abanderado presidencial del país no chavista. La
calidad de la jornada -medible a través de su quórum, entre otras variables que
ya no vienen al caso- revelará la corpulencia con que la opción democrática se
enfrentará a su poderoso adversario. Todos los estudios de opinión confirman
que, aún gravemente enfermo, el Presidente ha logrado escalar en los afectos
populares. El exuberante incremento del gasto público y el lanzamiento de
nuevas misiones que están recreando la piñata del 2003 y 2004, son apenas parte
de las razones que explican este ascenso, ocurrido en el paréntesis de una
batalla en la cual Chávez ha jugado solo, sin contendor designado.
En esa contabilidad resalta
también el incumplimiento de la promesa parlamentaria de la oposición y la
sobreexposición de diferencias que, siendo provechosas sólo en una democracia
saludable, han resultado imprudentes para el objetivo existencial de convertir
las primarias en la prueba irrefutable de que la oposición está acordada
alrededor de los temas cruciales y, por tanto, en condiciones de garantizarle
estabilidad a Venezuela... Por eso nadie debería quedarse en casa; porque son
los ciudadanos, con su presencia entusiasta en las urnas, quienes pueden zanjar
las insolvencias acumuladas en el entreacto del retraso, y porque las mismas
encuestas que reportan la recuperación de Chávez señalan también que, pese a
todo, persiste el anhelo de una esperanza.
La irrupción y consolidación
de esa esperanza llegarán de la mano de unos resultados que confirmen la
existencia de una alternativa pujante, compatible con el cambio al que todos
los polos están abrazados. Nadie debería quedarse en casa, porque el tablero
actual es volátil y susceptible a la vehemencia de las urnas.
Argelia.rios@gmail.com