A una semana de la celebración de
nuestras Primarias, un hecho de trascendencia histórica en la tradición
democrática de América Latina, crece la expectativa por sus resultados.
Mientras partidos, grupos de electores y personalidades acicatean a sus
seguidores para responder masivamente al llamado de la Mesa de Unidad
Democrática, los tartufos y esbirros del régimen hacen cuanto está a su alcance
por minimizar su efecto o desprestigiar sus consecuencias. Tratando de tapar el
sol democrático con el sucio mega dedo presidencial. Lo cierto es que nuestras
Primarias, contrariamente a lo que sucede en los territorios del régimen y sus
pantanosos aledaños, reafirman nuestra vocación democrática e imponen el discurso
de la libertad, de la igualdad y de la justicia en una sociedad que resiste
valientemente a la corrupción, el malandraje y la represión totalitaria. Un
régimen comandado por un ladrón, como bien lo señalara con su habitual lucidez,
oportunidad y coraje nuestra diputada y precandidata María Corina Machado.
Democracia de Primarias contra Dedocracia monárquica. Más claro, imposible.
Nos preocupan dos fenómenos,
concomitantes con los procesos de Primarias donde quiera tengan lugar: la reacción
de los derrotados y la respuesta de los vencedores. Asunto tanto más crucial
cuanto que al día siguiente de celebradas, las Primarias deben dar paso a la
conformación de un frente unido, cuya fortaleza, coherencia y capacidad de
combate en su marcha hacia el enfrentamiento verdadero y definitivo, que tendrá
lugar el 7 de octubre frente a un sólido, inescrupuloso y poderoso adversario,
dependen de la generosidad del vencedor y la grandeza de los vencidos. Pues un
elemental ejercicio de matemática electoral señala que sólo unidos, férreamente
unidos, los votantes de vencedores y vencidos podrán alcanzar y fortalecer el
poder necesario para derrotar a quienes disponen de la omnipotencia del Estado,
los bienes de todos los venezolanos, la disposición sobre las instituciones,
las fuerzas armadas e incluso de un árbitro electoral quye actúa como virtual
ministerio al servicio del presidente de la república.
A esa necesaria sumatoria de
voluntades y esfuerzos debe agregarse un factor de extraordinaria importancia:
cada precandidato aporta un aspecto singularr, una determinada sabiduría, una
fuerza específica de ideas y propuestas. Un paquete de anhelos ciudadanos.
Todos los cuales son indispensables. Conjugarlos sin mezquindad, sin absurdos
resquemores y prejuicios, sin prepotencia ni soberbia es la primera obra del
talento del candidato electo. De su éxito en esta tarea depende la victoria
final.
El triunfo del vencedor puede
convertirse en pírrica victoria si no abre su corazón a todas las fuerzas y
tendencias opositoras. Debe, en primerísimo lugar, despartidizarse: a partir
del 13F deberá dejar de ser el candidato de un partido o de una alianza de
partidos para convertirse en el candidato de TODOS los venezolanos. Tarea de
apertura y grandeza que debe ser asumida no sólo por el candidato, sino por sus
partidos. Los cuales deberán dejarlo en absoluta libertad de acción para que
pueda conectarse con el corazón de cada venezolano. Lo cual vale no sólo para
los partidos del vencedor, sino también y principalmente para los partidos de
los vencidos.
Desde que la cultura política ha
superado la horda y el canibalismo tribal, se recomienda magnanimidad en el
triunfo y grandeza en la derrota. El 13 de febrero, deberemos ser capaces de
cumplir con ambos mandatos. Que la sabiduría de Dios y de los hombres nos
ayuden a resolverlos a cabalidad.
sanchezgarciacaracas@gmail.com
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