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lunes, 20 de febrero de 2012

ALEXIS MÁRQUEZ RODRÍGUEZ : MAGISTRADOS

La palabra “magistrado” conlleva en sí misma un sentido de dignidad y decoro. El significado que de ella da el DRAE lo señala: “1. Alto dignatario del Estado en el orden civil, hoy especialmente en la Administración de Justicia. 2. Dignidad o empleo de juez o ministro superior. 3. Miembro de una sala de Audiencia Territorial o Provincial, o del Tribunal Supremo de Justicia”. Lo corrobora su origen etimológico, pues “magistrado” deriva del latino  “magistratus”, que a su vez viene de “magister”, que significa  “maestro”. “Maestro”, por su parte, es el que enseña, no sólo  conocimientos,  sino también formas de comportamiento, tal como lo precisa la primera acepción de esta palabra en el DRAE: “maestro, tra. 1. Dicho de una persona o de una obra: De mérito relevante entre las de su clase”.

En Venezuela es tradición llamar “magistrados” a los jueces del máximo tribunal, la antigua Corte Federal y de Casación, más tarde Corte Suprema de Justicia, y  hoy Tribunal Supremo de Justicia.

Ser miembro del órgano supremo del Poder Judicial  supone representar en su grado máximo la dignidad de por sí implícita en la  condición de juez.

Conozco personalmente muy pocos de los actuales magistrados de nuestro Tribunal Supremo de Justicia. Algunos, muy contados, son o han sido mis amigos. Otros, igualmente pocos, me son meramente conocidos. A la mayoría no los  conozco y nunca los he visto. Pero de todos ellos me pregunto hasta qué punto son  verdaderamente magistrados, en el sentido exacto de la palabra. Me lo pregunto  sobre todo cuando veo su comportamiento como integrantes del máximo  órgano del Poder Judicial, un poder que en Venezuela ha perdido totalmente una de sus condiciones intrínsecas y definitorias, como es la de su independencia de los demás poderes, y se ha convertido en un vulgar apéndice del presidente de la República, al cual, para colmo, sirve para la satisfacción de sus  designios y conveniencias.

¿En tales circunstancias vale la pena ser magistrado de un Tribunal  Supremo que de eso no tiene nada? Peor aún, ¿puede llamarse con propiedad “magistrados” a semejantes personajes?

Debo decir, sin embargo, que, siempre a juzgar por lo que se informa en los  medios de comunicación, hay una esclarecida excepción, en la  magistrada Blanca Rosa Mármol de León, mi antigua alumna en el Liceo Andrés Bello, una de esas que andando el tiempo lo hacen a uno sentirse orgulloso de  haberla tenido como tal.

De los restantes, no puedo individualizar a ninguno ni en pro ni en contra. Lo  que me induce a decir lo que aquí digo es el abominable comportamiento corporativo del TSJ,  del cual, que se sepa, sólo la Dra. Mármol de León ha sabido diferenciarse.

(Tal Cual. 17/2/12)
grealemar@cantv.net

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