Para el 12 de febrero, claridad y coraje.
Desde hace años hemos dicho que
los demócratas venezolanos debemos visualizar todos los escenarios posibles
para rescatar la institucionalidad perdida. Especialmente los peores, los más
peligrosos. Si no se dan, pues que viva Dios, pero si se dan que no nos
sorprendan. Que los sorprendidos sean los oficialistas al encontrarnos
organizados para luchar en cualquier terreno. El electoral es uno de ellos.
Importante, sin duda. Sin embargo no es el único, ni será suficiente de no
estar acompañado de suficiente fuerza civil y militar capaz de derrotar
definitivamente las pretensiones de Chávez de permanecer en el poder hasta que
le de la gana o la salud se lo permita. Las intenciones están a la vista y las
amenazas se han multiplicado en los últimos días y meses.
GANAR POR NOCAUT |
Sigo convencido de que la
verdadera naturaleza del problema no es electoral sino existencial, de
principios y valores que el régimen ha pretendido destruir, con relativo éxito.
El cambio de presidente es sólo el primer paso, indispensable por supuesto, para
cambiar radicalmente este régimen nefasto y rehacer institucionalmente a una
República que necesita ser relanzada en todos los aspectos, empezando por el
ordenamiento jurídico. Los caminos son fáciles de encontrar y los instrumentos
para alcanzar los propósitos existen. El problema está en la voluntad de
hacerlo, en la convicción y el coraje del liderazgo para asumir la lucha sin
esguinces ni retrocesos, sin complicidades ni desviaciones.
La exagerada dosis de poder
político y económico concentrada en Chávez y sus babosos alabarderos, les
empaña la mirada. Sólo ven lo que les conviene. Presienten el peligro de la
necesaria rendición de cuentas y se preparan para impedirlo apelando a todos
los recursos al margen de las leyes y de la ética. La designación de Rangel
Silva profundiza la degradación de la Fuerza Armada y genera serias
controversias en la calle y en los cuarteles. La grosera y ofensiva celebración
del 4F y del 27N del nefasto año 1992, más que conmemorar un notable fracaso es
una cobarde amenaza a los demócratas civiles y militares. El 23 de enero pasa
por debajo de la mesa para “glorificar” la cruenta jornada del magnicidio
frustrado y la entrega del jefe rebelde.
¿A que patrón sirven estos
señores? No se limitan a cumplir instrucciones de los hermanos Castro.
Conocemos de las preocupaciones existentes en La Habana por los desvaríos del
comandante-presidente. Allá saben, igual que en Estados Unidos, Colombia y el
mundo entero, de la presencia activa en Venezuela de las estructuras del crimen
organizado que sirven de instrumento al narcotráfico, al terrorismo incluido el
transoceánico, al lavado de dinero negro mediante operaciones tenidas como
lícitas y, en fin, al sicariato y demás derivaciones. Esas estructuras tienen
dedos largos en todos los sectores políticos, económicos y sociales. Por
supuesto, en los poderes públicos hoy bajo el férreo control de un presidente
que lo sabe todo. Para el 12 de febrero, claridad y coraje.
oalvarezpaz@gmail.com
Lunes, 23 de enero de 2012
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