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jueves, 5 de enero de 2012

EL PAÍS (URUGUAY): UNA NUEVA FORMA DE IMPERIALISMO. EDITORIAL

Si hay una palabra "gastada" en el debate político es "imperialismo". Se podrá atribuir esto a la repetición machacante con que la misma ha sido usada para justificar todos los males del mundo, desde el más encumbrado dirigente gremial en la tarima del 1° de mayo, hasta el sesudo intelectual que critica el éxito de Tinelli.

Pero hay otra manera de ver los efectos del imperialismo, particularmente en América Latina. Y tiene que ver con la dependencia que existe a nivel político y cultural, de los análisis y visiones que vienen de fuera de la región. Por momentos pareciera que de tanto prestar atención a lo que se dice en Europa o EE.UU., muchos dirigentes e intelectuales "compran" esas visiones que buscan aplicar a fenómenos diferentes, los rígidos criterios ideológicos de sus países de origen. Esto, que parece complicado, se ve bien claro con ejemplos.

Días atrás, el prestigioso diario El País de Madrid publicaba un extenso reportaje analizando la marcha del gobierno de Ollanta Humala en Perú, destacando que tras cinco meses de gestión, el mandatario había dado un virulento giro ideológico, lo cual estaba teniendo un fuerte impacto en su apoyo popular. Según el medio español "si el candidato Ollanta era percibido como un nacionalista de izquierda, que incluso llegó a coquetear con el chavismo, el presidente Ollanta luce ahora como un gobernante de centro derecha, cada vez más cercano al poder económico". La nota se extiende en esa visión materialista y simplona, señalando como ese viraje político ha generado que los pobres dejen de apoyarlo, y que por el contrario los "ricos" lo vean hoy con mejores ojos. Un determinismo eurocéntrico y absurdo, para explicar en cuatro palabras la realidad política de un país sumamente complejo como Perú, donde coexisten desde indígenas amazónicos que están en la prehistoria, hasta profesionales cosmopolitas que viven en Lima igual que podrían vivir en Los Ángeles. ¿Se puede entender a un personaje como Humala en base a criterios como izquierda o derecha?

Se trata del gran problema de estos tiempos de internacionalización absoluta del pensamiento político, donde desde los países "centrales", sobre todo los europeos, se busca explicar una realidad diferente apelando a conceptos, que poco o nada tienen que ver con la actualidad política de América Latina. Es hasta gracioso ver los malabarismos idiomáticos que hacen las agencias de noticias europeas para aplicar esos conceptos a movimientos políticos como el APRA peruano, el peronismo argentino, o incluso el batllismo. Movimientos policlasistas y diversos que no se adaptan nada bien a esa visión donde los pobres se supone que son de izquierda, y la derecha es la representante del orden establecido, defensora de la iglesia y de la aristocracia.

Y de Uruguay mejor ni hablar. Leer los despachos de los corresponsales extranjeros que cubrieron la última elección, resultó un experimento bizarro, en el cual se hacían todo tipo de cabriolas para encastrar los 180 años de historia de blancos y colorados y a un personaje como José Mujica, en su cerrado esquema de derecha e izquierda. Pero el problema más grave que genera esta situación, es que a nivel local son muchos los que incorporan esta irreal visión extranjera de la realidad nacional. Ya sea por la carencia de pensamiento sólido local, por la influencia que tienen los medios y corrientes políticas europeas en nuestros dirigentes, o directamente por la falta de vuelo intelectual de muchos de ellos, cada vez es más frecuente ver como ese discurso de buenos y malos, se replica en forma mecánica. Basta ver el reciente debate sobre el aborto para comprobar lo pernicioso de esta visión maniquea, en la cual parecía que no estar de acuerdo con la ley, convertía al individuo en un derechista esbirro de la iglesia católica. Cuando esta institución hace más de 100 años que casi no tiene influencia en el debate político nacional, y donde un "izquierdista intachable" como Tabaré Vázquez vetó un proyecto similar.

El gran desafío de nuestro tiempo es superar de una buena vez este colonialismo, y entender que la política de América Latina excede en mucho las visiones eurocéntricas que pretenden explicar todo en base a clasificaciones como izquierda o derecha, o a un materialismo en el cual los intereses de ricos y pobres siempre deben estar enfrentados. Un debate que es irreal, ajeno, y que conspira contra la búsqueda de soluciones propias a los problemas propios que enfrenta la región.

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