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martes, 20 de diciembre de 2011

VICTOR RODRIGUEZ CEDENO: MEDIDAS A LA MEDIDA

Los regimenes arbitrarios, como el bolivariano, adoptan medidas de distinta índole parastablecer contra viento y marea el sistema político que se han propuesto, generalmente rechazado por la mayoria, con el exclusivo fin de perpetuarse en el poder, para lo cual usan herramientas criminales como el amedrentamiento, la persecución y la segregación o apartheid político. 
Estos regimenes suelen recurrir a la interpretación sesgada de las normas y de los procedimientos, especialmente en el ámbito de los derechos humanos, para minimizarlos, evadir los controles y allanar el camino para lograr el fin planteado.
Recientes decisiones judiciales dejan perplejo al jurista y al analista  político. En días pasados un juez del regimen desvirtúo con una decisión aberrante el concepto y la naturaleza del delito de difamación e injuria al manipular e interpretar de manera interesada, tergiversando el valor de sus elementos constitutivos, el significado y el valor procesal del insulto y la descalificación en forma reiterada y sistemática en perjuicio de una persona honorable, mas grave aun, ausente. Otro juez, igualmente dependiente, legaliza irresponsable y peligrosamente la invasión a la propiedad privada, contrariando las normas fundamentales que la protegen. La via judicial no es la única a la que recurre un ejecutivo avasallador para imponer tales medidas, sino también la legislativa que se expresa en base a una mayoría ilegitima que usurpa la iniciativa popular, a la que con tanto fervor se refieren los revolucionarios bolivarianos cuando intentan definir la "democracia participativa y protagonica." La promulgación de una ley que crea un poder judicial paralelo, como si el actual no fuere suficiente para atropellar a quienes ejercen su derecho a disentir, completa la decision de acabar con el sistema, a través de la ruptura del orden constitucional y legal.
Adentro, estos regimenes logran tener cierto éxito, pero no tan solidamente;  menos aun en forma indefinida. Afuera, estos regimenes intentan también modificar el orden de la cosas, interpretando a su manera  las normas y los mecanismos generalmente aceptados, especialmente, cuando se trata de ámbitos que, de respetarse, pondrían en peligro su propia existencia, como serian los derechos humanos. Para ello, estos regimenes se asocian, actúan en conjunto, promoviendo nuevas instituciones y esquemas que de actuar de acuerdo con sus intereses, generarían contradicciones y desorden.
Los países del ALBA, por ejemplo, intentan disminuir con sus posturas forajidas, el funcionamiento y la importancia de instituciones regionales como la OEA, para dar forma a conceptos y criterios absolutamente ideologizados, contrarios a la sana evolución de las normas.  La tentativa de crear instituciones regionales y subregionales, de concertación o de cooperación, como la reciente CELAC, solo persigue, para ellos, la creación de foros para desvirtuar y sustituir los conceptos existentes que forjados con el tiempo y aceptados por todos, responden a la evolución de la sociedad internacional. Afortunadamente, ese grupo marginal esta lejos de imponer tales criterios aunque algunos gobiernos democráticos se presten al juego avalando directa o indirectamente ciertas posturas que buscan el debilitamientola de esas instituciones que de funcionar adecuadamente fortalecrian las posiciones regionales.
Las normas relativas a los derechos humanos, recogidas en tratados internacionales y en las legislaciones internas de los Estados, son de aceptación general por la comunidad internacional.  Su interpretación no puede sino responder al sentido de sus términos, a la practica y a la jurisprudencia, en fin, al sentir de los ciudadanos. Si en el plano interno esos regimenes interpretan a su manera el derecho a la libre expresión, el derecho a ser informado y a informar, el derecho a elegir y a ser elegido, el derecho a pensar,  mediante decisiones judiciales de corte político, leyes y decretos anticonstitucionales, en el plano internacional no pueden lograr tal fin, pues el escenario  y los procesos de adopción de las decisiones son diferentes y además, hay un fuerte rechazo que neutraliza tal pretensión.
Intentar disminuir la importancia de los mecanismos de protección de los derechos humanos, como la CIDH o la Corte Interamericana de Derechos Humanos es una aberración que solo puede tener un relativo y efímero impacto interno. Desconocer las sentencias de los tribunales internacionales y las recomendaciones de los órganos del sistema regional de protección  traduce la naturaleza totalitaria de un  régimen.
Diseñar medidas a su medida, en contra de la corriente, con el objetivo fundamental de perpetuarse en el poder, es una irresponsabilidad mayúscula que será castigada con el voto en el 2012; y, por la justicia, al aplicarse la ley y castigarse a los responsables.


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