No pueden existir dudas en que María Corina Machado sobresalió en el primer ejercicio retórico de aproximación a un debate televisado que no se producía en Venezuela desde hace más de veinte años.
Un torneo bien escenificado montó la juventud universitaria en este primer encuentro. Sirvió para contrastar ideas sobre tres temas angulares de nuestro proceso político actual: La Educación, La Inseguridad y la Falta de Empleo. Fue una exposición polifónica con muy pocas variantes y con ausencia de debate propiamente dicho. Es probable, tal vez seguro, que la estrategia elegida sea la de hacer exposiciones convergentes y así “curar de espanto” cualquier fisura en la necesaria unidad opositora.
Pero en ese escenario la señora María Corina Machado hizo gala de una coherencia inusual en los estilos oratorios que se emplearon. Exhibió con reiteración la noción de “capitalismo popular” y fue precisa en sus argumentos con respaldo en cifras y hechos y elocuente argumentación. Es probable que su opción electoral sea inversamente proporcional a su talento y carismática sonrisa. Las bases populares difícilmente la van a acompañar aun cuando escale en las encuestas en la medida que los debates continúen. Mucho más si se diera la oportunidad de, efectivamente, debatir entre candidatos al estilo de los escenarios de las elecciones en Norteamérica. María Corina fue la ganadora.
Diego Arria, sagaz manejador de la escena y con mucho años de experiencia política, supo utilizar la contundencia del enjuiciamiento del Presidente Chávez ante la Corte Penal Internacional y desnudó la corrupción, el narcotráfico y la alcahuetería militar de manera firme. Hizo oposición al mejor estilo de las democracias responsables y, posiblemente, rompió el libreto de los demás candidatos de la Mesa de la Unidad de que, por ahora, suponemos, a Chávez ni con el pétalo de una flor. Su pragmatismo contundente lo llevo a dejar en el aire algunos aspectos programáticos que pudieran proyectar la imagen de ser un precandidato solitario que expone sus propias ideas sin el auxilio de asesores de conveniencia y se desenvuelve de acuerdo con su propio libreto. No hay dudas que Diego se anotó un merecido segundo lugar.
Es claro que las mediciones de opinión sobre el debate van a reflejar las simpatías del electorado por cada candidato sin importar cual haya sido su actuación. Aparecerá Capriles como posible ganador y Pablo Pérez y Leopoldo López pugnaran por el segundo lugar. Sus seguidores organizados votaran por ellos haciendo caso omiso de sus intervenciones anodinas, desangeladas y coincidentes. Nada agregara este debate a sus posiciones. Saldrán a cantar victoria de inmediato y sus encuestadores complacientes rubricaran sus triunfos. Estos tres jóvenes, entre los cuales estará el candidato de la Unidad y a quien desde ya apoyaremos, no presentan diferencias. Usan frases simples y repetitivas de escaso contenido que poco importa quien las pronuncie. Lo dicho por López pudiera ser dicho por Pérez o Capriles sin que podamos establecer diferencias. Esto no necesariamente los pone en entredicho. Ojala les sirva para que en un futuro su autocritica les sirva para comunicarse con mayor libertad. ¿Es la política la palabra? Los tres tienen un merecido empate en el tercer lugar.
Pero en lo que todos coincidimos es que fue un triunfo de la oposición unida. A riesgo de que Chávez se frote las manos como el lobo con la Caperucita, la oposición tiene ya rostro y palabra. Existe, respira y habla. ¿La engullirá con sus filosos colmillos un Chávez diezmado por la salud y su irresponsable gestión de gobierno? ¿La decisión de Arria de ir a la Corte Penal Internacional cohesionara aún más a los boliburgueses y los narcogenerales del chavismo en su decisión de evitar un triunfo opositor?
Noviembre 14 de 2011
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