El Metro de Caracas inoperante, el Sistema Eléctrico Nacional colapsado, las empresas básicas de Guayana en quiebra; el crónico desabastecimiento de insumos básicos, la indetenible delincuencia , los reiterados incidentes aeronáuticos y, para colmo de males, los Trenes de los Valles Tuy trágicamente descarrilados. Así, por más que traten de esconder la improvisación gubernamental con una robusta e impune máquina mediática, sus dañinos efectos siempre salen a flote tarde o temprano.
Todos sabemos que la improvisación es una vía ancha, laxa, difusa y, aunque parezca paradójico, laberíntica que se presta a todo, menos a conducir a los ciudadanos a alguna parte. Es así como la incertidumbre es una constante. La confusión en todos los niveles es su nota dominante, con la que se exacerban las contradicciones y los males.
La improvisación crea graves deficiencias, por un lado, el predominio de la inercia, esto es, la realización de acciones de manera mecánica; la sobreposición de las circunstancias transformadas luego en urgencias y la indiferencia a las demandas de cambio profundo de la realidad; y por otro lado, la pérdida de tiempo derivada de la atención pormenorizada de cotidianidades, susceptibles de ser reguladas en una normativa menor; y, por último, el predominio de un gobierno que reacciona frente a las eventualidades por sobre la previsión y la atención proactivas de las causas de los problemas.
El predominio de la improvisación lleva a todas las instituciones públicas a seguir la dirección de los cambiantes acontecimientos con la sensible ausencia de un cálculo sistemático que preceda y presida las acciones de gobierno, sometiendo las decisiones a la presión variable de las circunstancias, las urgencias y las sorpresas, que reducen la gobernabilidad del país.
Es urgente la modernización del aparato público, debido a su complejidad y a las múltiples dimensiones que lo componen, ello demanda una acción coordinada y un criterio unitario para que las dependencias públicas contribuyan al aumento de la eficacia del sector en su conjunto.
Ello sólo puede obtenerse mediante un plan estratégico, que considere en su totalidad los elementos necesarios para mejorar la acción de la Administración Pública y establecer compromisos que permitan generar en ella una adecuada conciencia de servicio, así como una actitud innovadora, dinámica y responsable.
Tantos y tan reiterados acontecimientos nefastos sucedidos en el país son señales palmarias que desnudan la improvisación gubernamental. Lo más lamentable: no surgen iniciativas para revertir este cuadro de inercia. Por tanto, es urgente e imprescindible la adopción de medidas de emergencia orientadas a restablecer la racionalidad mínima y la respectiva seriedad en la Administración Pública. Los verdaderos estadistas lo hacen. Sobre todo a identificarse genuinamente con las necesidades y expectativas populares, porque no son suficientes las insinceras proclamas y los pomposos anuncios publicitarios.
El presidente, sus ministros y demás funcionarios públicos no parecen hijos de la revolución, más parecen hijos de la improvisación.
Juan Carlos Apitz B.
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