La posición está siendo solicitada y los personajes que la persiguen están inscribiéndose. Mientras más se inscriban, mejor, pues según La Constitución (Art. 6): “El gobierno …es y será siempre democrático, participativo, electivo, descentralizado, alternativo, responsable, pluralista y de mandatos revocables”.
Que tantos quieran ser Presidente, es decir, guía y gerente de este país, es digno de admiración y de apoyo. Venezuela es un clavo caliente. Todavía hay muchas personas con espíritu de lucha, creatividad, buenas intenciones y disposición para el sacrificio al pretender conducir un país que carece de orden y le sobran problemas.
El oficialismo, por boca de su jefe, ha dicho que esperan que la “oposición mate la patria”, pero la realidad es que no nos están dejando patria que matar, la han regalado casi toda y la han hecho dependiente de las veleidades socialistoides de personajes distantes y desinteresados del progreso, el desarrollo, el crecimiento personal y la previsión social y de salud de nuestro terruño.
Así de crudo es el panorama que se presenta al elector venezolano, con los agravantes de la inseguridad, la inestabilidad jurídica y la polarización política, racial, económica y social.
Ante ese cuadro abstracto e indescriptible, hace falta una actitud más fuerte de la que estamos viendo en quienes participan en la mesa de la unidad democrática.
No puede ser que la MUD, aparte de establecer planteamientos generales de sentido común y obvia necesidad, se distinga más por no sacar chispas que por sacarlas. Que no transmita algo más que facilitar la búsqueda de un candidato único. Eso está muy bien, pero… ¿y la seguridad, la confianza, la esperanza de un buen gobierno de ese candidato, qué?
No se trata sólo de alcanzar el poder y de presentarse al elector como poseedor de habilidades para ejecutar planes de gobierno, se trata también de transmitir al elector que se tiene la legitimidad y el derecho de ejercerlo y por supuesto que ese ejercicio estará planamente justificado. En otras palabras, la mesa detenta la autoridad que luego representará y ejercerá el nuevo presidente o gobernador o alcalde.
Además, si la mesa no precisa la disciplina necesaria para el ejercicio de las primarias y el comportamiento general de los candidatos ante el elector y de la mesa ante el gobierno, la oposición corre el riego de entrar en confusión respecto a su papel y el de los candidatos.
La mesa hoy y el candidato mañana, deben entender que ante el desorden y confusión reinante, hay que mostrar una actitud que demuestre autoridad ante propios y adversarios, que sea moralmente enaltecedora y que trasluzca benevolencia en las actitudes de gobierno del futuro presidente.
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