En la mal llamada democracia venezolana convertida en socialista-comunista del siglo XXI, escasean las virtudes como la coherencia, y abundan vicios como la fragilidad, la debilidad, la hipocresía, la falsedad. Hay una enorme distancia entre los valores e ideales que proclaman los partidos y sus prácticas cotidianas. Poco tienen que ver los principios ideológicos que dicen defender, con lo que cotidianamente promueven y ejecutan los miembros de los partidos que militan.
Prima la incoherencia y abundan las prácticas ajenas a la búsqueda del bien común, del bienestar de los ciudadanos, de la justicia, de la libertad o de la convivencia pacífica
De otra parte, los partidos han monopolizado la vida pública, son escasas otras formas de participación y acción ciudadana para también, acceder al poder.
Así la maltratada democracia venezolana se debilita cada vez más y genera apatía política en los ciudadanos que se sienten degradados, exonerados a la condición de simples espectadores, mientras los políticos activos se convierten en profesionales de la política, en expertos empresarios electorales, esa es su Carrera, es lo que saben hacer mejor; la política y el poder son el horizonte de su vida y aumentar y perpetuar ese caudal es su objetivo fundamental.
Las opiniones o las coincidencias entre sus ideas y las del partido no es asunto que les preocupe. Los ideales cuentan cada vez menos. Las fronteras ideológicas entre los partidos se han hecho difusas; los Adecos, los Copeyanos, los Masistas, un Nuevo Tiempo, Patria para Todos, Causa R, Primero Justicia y sus análogos son ahora más homólogos, las diferencias carecen de importancia, son todos simples organizaciones cazadoras de votos, de empleos, de cuotas de poder, de recursos que los fortalezcan luchando en la MUD para lograr cargos una vez ganadas las llamadas primarias
Mientras tanto el ciudadano, o sea, el elector como usted o como yo, perdemos el interés en las opiniones, en los partidos y en la política; en muchos prevalece la indiferencia, no hay coincidencia entre sus intereses y los del político profesional. Ese divorcio conduce a la sustitución de la relación política-formal por la fidelidad personal que significa lealtad a un jefe y a su maquinaria que son la “personificación” del partido. Todo parece basarse en la máxima del “dame que te doy” Esa metamorfosis que ha sufrido la democracia venezolana la hace mas débil, desvirtúa su esencia y la corrompe porque los políticos profesionales ponen su mayor empeño en obtener más recursos, en “aceitar” su maquinaria electoral que es el instrumento de trabajo para obtener el favor de los electores.
El voto de éstos se logra a través de medios como el favor o la recomendación personal, la compra directa, el chantaje, la amenaza o cualquiera de los procedimientos clientelistas. En realidad, lo escaso es el voto libre, el voto de opinión.
Parece como si la legítima opinión fuera la de quienes se abstienen de votar porque han comprendido que las elecciones son sólo un rito y como tal son intrascendentes
Desde luego esas maquinarias de los políticos profesionales demandan enormes gastos. Cada voto cuesta y cada campaña compromete sumas astronómicas que ningún patrimonio personal resiste ni ningún candidato arriesga. Suele argumentarse que: un político pobre es un pobre político.
Por eso se esmeran en apropiarse del Presupuesto, de los dineros públicos, que por ser de todos no son de nadie. El Congreso, Los Ministerios, las Instituciones de todo orden, Las Asambleas, las Gobernaciones, Los Concejos, las Alcaldías, son botines apetecidos, proveedores de votos y de billete.
El IVSS, por ejemplo, se rumorea que es una “mina” porque facilita empleos, contratos de servicios, de obras y de suministros, robo de equipos y de medicinas. Se dice que ser “Presidente o dueño” de una filial del IVSS, en diferentes ciudades capitales, garantiza empleos, becas universitarias y cupo en las Misiones. Así operan las pescas electorales y el país clientelista tanto de izquierda como de derecha.
El problema de la sustracción al erario no ha sido suficientemente dimensionado. Cuantificarlo es casi imposible por la naturaleza clandestina de sus transacciones, pero se sabe que es real. La corrupción es algo tan cotidiano y tan corriente que lo invade todo, por eso a muchos ya no los sorprende y en vez de inspirar repudio genera escepticismo cuando no tolerancia cómplice, con quienes exhiben tal habilidad para enriquecerse con facilidad.
Sin embargo, anima el entusiasmo y el coraje de quienes impulsaron la huelga de hambre de las valientes y arriesgadas mujeres de negro por la amnistía de los presos políticos. Ojalá el uso de la mascarilla no le haya facilitado a los corruptos camuflarse como almas bondadosas de la caridad, en el acto de protesta, porque esto sería un freno al desarrollo, que afecta mayormente a los presos políticos, a los periodistas amenazados y a todos sus familiares.
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