A lo largo de los tiempos se ha pretendido definir el concepto de patria recurriendo incluso a las etimologías. Esto es, a la raíz de las palabras en cada lengua gramaticalmente formalizada. Yo, en cambio, intentaré una aproximación a la idea de patria indagando la estructura olfativa, afectiva y visual que se escurre silenciosamente detrás de este importante concepto histórico-antropológico; lo mismo que al sentido de pertenencia nacional.
En esta línea de pensamiento para hablar de patria se requiere una especie de incursión primigenia en la psicología de los niños, niñas y de los adolescentes que en el curso de sus vidas han aprendido a identificar, entre mismos, los olores y sabores del ambiente y de la gastronomía de cada subregión nacional, en tanto que la memoria gustativa es una de las más duraderas en los registros sensoriales del ser humano.
Unos autores asocian el recuerdo de la patria al olor singular que emana de la tierra recién mojada, después de los primeros aguaceros del mes de mayo o en los finales de la temporada de lluvias. Pero al hablar de la lluvia, de la tierra y de sus estaciones, entramos en el capítulo del paisaje y del paisanaje de cada país y de cada región, porque el entorno geográfico define un porcentaje nada desdeñable de los comportamientos humanos.
A los antiguos egipcios, por ejemplo, los definía la existencia imponente del río Nilo, al grado que un personaje de una novela del escritor finlandés Mika Waltari, el cual expresaba “que el hombre migrante que había bebido las aguas del Nilo, sólo en este mismo río podía saciar su sed”. A la parte gastronómica y geográfica se suma el conjunto de costumbres que se advierte en las maneras y valores (o antivalores) que articulan la identidad peculiar de los individuos en el entramado social.
He aquí entonces la vértebra del paisanaje que caracteriza a ciertos individuos –hombres y mujeres– que sin importar las décadas y las distancias exhiben la curiosa tendencia de parecerse entre sí. Ello se detecta especialmente en las colonias de migrantes que por razones diversas han tenido que abandonar sus propios terruños.
Es esencial, en el heterogéneo tema de la patria, el capítulo relativo a la lengua y al lenguaje común de los habitantes de un determinado país o de una comunidad de naciones, pues el idioma forma parte de las estructuras afectivas más íntimas del ser humano, en tanto que los hombres y mujeres sueñan en un determinado idioma y rezan en una determinada religión.
El fenómeno lo experimentan sobre todo los viajeros que después de varias semanas de itinerancia, sienten la necesidad impostergable de buscar a otras personas que hablen la misma lengua o algún idioma parecido. Jorge Luis Borges decía que “la patria es un acto de fe”. A lo que se podría añadir que esta fe la configuran los sabores, los olores, los paisajes, el idioma, el dialecto y las cosmovisiones religiosas de cada pueblo.
Por eso la posible amenaza constante proveniente de un tirano golpista y de sus genuflexos seguidores de cerrar los medios de comunicación televisivos, radiales e impresos a penas de recibir sus ordenes, se recibe como un insulto imperdonable que pretende violentar las intimidades más queridas de la patria y de sus habitantes, por muy pequeña o por muy grande que ésta geográficamente sea. Es posible que haya algo irracional detrás del concepto patria. Pero también hay algo sagrado y trascendente que a los esnobistas ideológicos socialistas-comunistas del fulano siglo XXI de hoy en día les es imposible comprender.
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