A partir de enero de 2009 y hasta julio de 2011 la deuda pública de los EE UU ha aumentado en casi cuatro trillones de dólares, el crecimiento más rápido en la historia del país. Tal aceleración es resultado de múltiples programas de gasto gubernamental: el “estímulo” a la economía, de decepcionantes resultados; el aumento en el número de empleados públicos, subsidios alimenticios y extensión de pagos a desempleados. En dos años y medio, en materia de deuda, el actual Presidente logró lo que su predecesor en ocho.
Se han perdido 2.2 millones de empleos desde 2009 y la actual administración está en camino del peor desempeño en la historia de la nación. La tasa de desocupación se ubica en 9.1 por ciento de la fuerza laboral y el desempleo crónico es mayor que durante la Gran Depresión.
La desconfianza de los consumidores se aproxima al punto más bajo desde Jimmy Carter; el mercado de acciones está semiparalizado y el crecimiento económico ha desaparecido. El status crediticio del país ha sido degradado por vez primera; el mercado inmobiliario se encuentra estancado y de hecho su situación es peor que durante la Gran Depresión. Los inmuebles valen alrededor de un tercio menos que hace cinco años.
La inflación en los costos de los alimentos y combustible se hace notar cada día más. Sólo 26 por ciento del electorado expresa esperanzas en la gestión económica del actual Presidente. Ya la mayoría se cansó de que el mandatario eche las culpas de todo a su predecesor, y le pide que asuma su responsabilidad y ejerza de algún modo el liderazgo, pues la pobreza crece. El porcentaje de personas productivas que hoy son pobres llega a los niveles de los sesenta, cuando se lanzó la “guerra nacional contra la pobreza”. Cuarenta millones de estadounidenses dependen ahora de los subsidios nutricionales, un aumento de 12 por ciento con respecto al año pasado.
De acuerdo con la información más reciente, correspondiente al año fiscal 2008, 53.6 por ciento de hogares pagan impuesto sobre la renta y 46.4 por cierto no lo hacen. Casi la mitad de los ciudadanos de los EE UU no pagan impuestos. Aún si el gobierno estableciese hoy un impuesto de 100 por ciento a las ganancias corporativas y a los “ricos” (que ganan 250.000 dólares o más al año), los ingresos alcanzarían para financiar al gobierno por sólo seis meses, pues la actual administración ha engordado el gasto público de 18 por ciento del PIB a 24 por ciento. De paso, un 40 por ciento del grupo que no paga impuestos recibe dinero del gobierno en forma de ayudas a las familias pobres con hijos, los ancianos y minusválidos. Los que dicen que a muchos que no pagan impuesto sobre la renta se les retienen sin embargo ciertos ingresos por nómina, deben tener en cuenta que se utilizan para financiar la seguridad social de esas personas; en otras palabras, es para su propio beneficio.
Me impactó sobremanera la siguiente cifra: setenta por ciento de los niños de origen afro-americano nacen de madres solteras, que normalmente son más pobres que las casadas. El actual Presidente, primer afro-americano electo a ese cargo, no ha dicho una palabra acerca de la tragedia de la familia de color, que está en vías de extinguirse. En lugar de enfrentar tabúes, hablar claro y ofrecer respuestas, el Presidente lanza invectivas contra los “ricos” y sigue el ruinoso camino de la insolvente Europa socialdemócrata, aumentando la dependencia de los ya dependientes en vez de crearles oportunidades y llamarles a la responsabilidad personal y familiar.
Estamos contemplando un fracaso total.
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