Todos los hombres nacen, crecen, se reproducen y mueren. Bueno, no siempre en este orden, especialmente aquí en Venezuela, donde algunos no alcanzan a cumplir la secuencia por que los reclutan para que asesinen y de paso ser ultimados.
Ahora que nuestro Presidente venezolano sabe que la enfermedad llamada cáncer le está respirando en la nuca y en el oído, bajó el tono, y tanto, que titubeó al leer un mensaje a la nación con apenas 14 días de operado tratando de sonreír y de implorar a Dios, a Jesús y al Manto de la Virgen por su protección. Siento verdadera pena por él, porque es un ser humano tan igual a mi que merece vivir, aun cuando no comulgo con su ideología socialista-comunista, sentí lástima al ver su aterrizaje obligado a la realidad ineludible: no somos inmortales.
Si alguien le hubiera recordado a diario esta sentencia, es probable que hubiera morigerado sus discursos estrepitosos contra lo que fuera, contra quien fuera. Es que el paladín se nutre de las contiendas, así que para propiciarlas emite palabras que son decretos contra el resto del mundo
Los hombres en el ejercicio del poder, así sea en su hogar, se convierten en dictadores de normas que regulen todos los sucesos cercanos y, si pueden, también los lejanos. El tiempo y el espacio se supeditan a sus deseos, nada hay en su psiquis que le dicte en sueños aforismos que son bofetadas al ego inflado, así su madre los haya usado, como toda elemental que acoge la sabiduría popular para conducir con frases sencillas y contundentes a su prole.
Ahora se me ocurren algunos, pero soy consciente que ‘El palo no está para cucharas’ porque sería infame utilizar ‘Al caído caerle’ puesto que ‘No hay mal que dure cien años, ni cuerpo que lo resista’. Me duele la noticia dicha sobre él mismo, que es un cáncer que la vida le tenía preparada, que he pasado varios días indagando en Internet sobre la temible enfermedad, leyendo mis antiguas columnas escritas sobre él, orando por su espíritu combativo que hoy es sometido por una fuerza a la que no podrá oponer resistencia.
Había una vez, hace como doscientos años, un héroe venezolano llamado Simón Bolívar que vivía montado en un caballo, era tal su decisión por crear un reino que prácticamente comía, descansaba y dormía sobre el caballo. El tenaz hombre era consciente que tenía que recorrer extensos territorios para que, con su presencia, los súbditos se amansaran, empezando por las hembras, que no podían resistirse a su mirada letal, donde ponía el ojo ponía todo lo demás. Pasadas dos centurias, un hombre sencillo, también venezolano, imaginó que podría continuar el sueño bolivariano… ¿Lo logrará?
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