12 años después, "... el si yo fuera pobre también robaría..." es más que realidad.
Francisco Ruíz Estanga apodado “Yoifre”, es uno de los “pranes” que lidera la toma del penal del Rodeo II. En 1998 tenía 8 años de edad.
Por más que lo intenten, no lo pueden disimular. Para los defensores del Gobierno, los sucesos de la cárcel del Rodeo han constituido una cachetada moral. Ahora el cinismo puro y duro es la última línea de justificación.
Esta situación recuerda lo que fue la migración del Mariel para el régimen de Fidel Castro en 1980. Para entonces estaba previsto por los teóricos de la revolución cubana que el “hombre nuevo” producto de la nuevas condiciones sociales, educativas y políticas creadas por el socialismo empezara a dejar sentir su presencia en Cuba. Pero muchos de esos jóvenes que habían nacido y crecido en la revolución terminaron en Miami.
Solo ese año, 200.000 cubanos abandonaron en condiciones desesperadas la isla. Pero a diferencia de la emigración de los primeros tiempos, estos nuevos emigrantes eran todos aquellos a los que la revolución tenía que redimir.
Como en Mariel, la crisis del Rodeo es el símbolo de un fracaso. Ha revelado la verdadera cara del gobierno de Chávez: incompetencia, improvisación, hipocresía y corrupción al más alto grado.
Son los hijos de los pobres lo que van a esos infiernos en la tierra que son los recintos penitenciarios venezolanos. Eso, no es nuevo. Pero es que este Gobierno no sólo no ha resuelto el problema, lo ha agravado. Y ese, es el punto.
Que un grupo de detenidos súper armados se atrinchere en el penal del Rodeo II, desafiando durante diez días la autoridad del Estado, todos sabemos que es sólo la punta del iceberg de un problema mucho mayor y más aterrador.
Ya lo ha destacado Joaquín Villalobos, refiriéndose precisamente a Venezuela: “que la inseguridad se multiplique cuando se está distribuyendo la riqueza acaba con uno de los grandes mitos que relacionan pobreza con inseguridad”.
¿Dónde están los frutos de los miles de millones de recursos distribuidos en las misiones sociales?
La clave del problema puede estar en el cáncer de este gobierno: impunidad. Impunidad para mentir, impunidad para robar e impunidad para matar.
Según el informe del Observatorio Venezolano de Violencia, que coordina el sociólogo Roberto Briceño León, entre 1998 y el 2010 se ha abierto una enorme brecha en la relación: homicidios cometidos y detenciones por homicidios.
Los datos recabados por ese informe indican que en 1998 por 4.550 homicidios ocurridos se detuvieron a 5.017 sospechosos. En el 2000 por 8.022 homicidios se detuvieron a 1.512 sospechosos. Y así, año tras año, hasta los 16.047 asesinatos y sólo 1.491 detenidos de 2009. En 2007, 2008, y 2009 por cada 100 homicidios se detuvieron sólo a 9 sospechosos. Es lo que en ese trabajo se denomina como la creciente brecha de impunidad.
El “si yo fuera pobre, también robaría” fue más que una frase pronunciada en cadena nacional de radio y televisión por el Presidente en 1999, ha sido una política de Estado, según la cual el delito no se debe reprimir. He aquí las consecuencias.
El Gobierno pretende justificarse echándole la culpa del auge del crimen en Venezuela al “capitalismo y la pobreza”. No obstante, en estos mismos años, Colombia y Brasil (donde hay capitalismo y pobreza) las tasas de homicidios por cada 100.000 habitantes han disminuido. Siguen siendo altas para los estándares internacionales, pero se han situado por debajo del nuestro. Mientras que en Venezuela, donde se está combatiendo al capitalismo y la pobreza, no deja de subir.
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