Seguimos insistiendo en que más allá de la MUD debería existir una Segunda Mesa que profundice, extienda la unidad como fenómeno político capaz de aglutinar a la gran mayoría de la sociedad civil venezolana, si es que de verdad intentamos medirnos contra el socialismo chavista en las prometidas elecciones presidenciales de diciembre del 2012. Recordemos que más que los votos de Chávez, el número de los compatriotas que se negaron a votar en los pasados comicios de septiembre, ¡Seis Millones!, constituyen una afrenta para nosotros. Tenemos que sumarlos a nuestra propuesta democrática. El sólo cónclave partidista, con o sin primarias, con o sin consenso, no es suficiente para enfrentar el reto. Resulta algo más que ingenuo pensar que el régimen, su socialismo y su candidato -- el actual dueño de todo el poder – permitirán que por la ocurrencia de una pírrica y circunstancial mayoría, en unos comicios cerrados, entregarán a su revolución, sin que al menos promovieran un nuevo fraude, fácilmente explicable para la opinión pública nacional y para la capacidad de observación de la comunidad internacional.
Somos de los pocos a quienes las cifras del REP no nos asustan, porque debemos confesar que hemos accedido a su conformación, comprobando la fidelidad de sus números hasta en un 90%. Y que esas cifras podrán, para finales del año que viene, estar en 18.500.000 electores, equivalentes al 60% de la población total del país. La MUD ha dicho, oficialmente, que aspiran a captar, con su candidato presidencial, escogido en primarias, unos Siete Millones de votos; es decir, un 38% del padrón electoral, dejando a su adversario y a la abstención el 62% restante. ¿Están hablando con seriedad y racionalmente, o están, más bien, entregándose de una vez, en un ejercicio de perversa hipocresía? ¿Entiende la MUD lo que se está jugando Venezuela o creen sus dirigentes que el binomio castro-chavista es una ficción y que el llamado socialismo bolivariano, no pasa de ser un entretenimiento de política banal, concebido para engañar incautos? ¿Aspiran a perder o aspiran a ganar?
Buenos amigos nuestros, quienes no son analistas formales, pero si son experimentados en el fuero, en el trabajo político y en varias latitudes latinoamericanas, más bien piensan que todo este escenario electoral es un “montaje” del régimen para seguir disfrazando su totalitarismo autoritario bajo un hinchado perfil democrático y que lo que viene ocurriendo entre nosotros ya pasó en Cuba, donde nadie puede dudar que funciona el esclavizante sistema del socialismo real, convirtiendo a sus ciudadanos en unos simples peones del Estado, sin asomos de justicia, ni de libertad, ni de independencia, ni política, ni económica, ni socio-culturalmente hablando. Creemos que exageran, pero que más vale pecar de demasiado exigente que de carencia de imaginación, cuando se trata de actuar en el caso especialísimo de la Venezuela de hoy. El caso de una nación entera, la cual, sin darse cuenta o, lo que es peor, con conciencia del riesgo, viene desde hace algunos años deambulando al borde de un precipicio, cuya profundidad es algo más que insondable.
¿Cómo que Siete Millones de votos? ¿Dejando casi Doce Millones al azar? Tomemos el toro por los cuernos. Venezuela no es Cuba, ni Chávez es Fidel, ni estamos en 1960. Nuestro problema no es el REP, ni siquiera es la escasa vergüenza de los siniestros Rectores del CNE; nuestro problema es el Régimen, en su totalidad; los poderes públicos en manos de inescrupulosos seguidores de un psicópata, empeñado en eternizarse en el gobierno, en nombre de una fementida revolución, ausente de grandeza. Y nuestra obligación, nuestro deber, nuestra responsabilidad es transitar todos los caminos, usar todas las herramientas, valernos de todas las armas para recuperar la democracia en Venezuela y defenestrar a quienes ocupan, ilegítimamente, la cúpula del poder. Sacarlos de raíz, como quien limpia un campo de malas hierbas y entierra en su seno, para sustituir a las otras, nuevas semillas, promisoras, de fértil germinación. Concretando, veamos cómo es que podemos vencer al monstruo en un escenario electoral, con las reglas actuales y aún con los árbitros vigentes.
En su momento más candente, Chávez, con un 72% de popularidad según las encuestadoras más respetables, en la justa del 2006, obtuvo 7.300.000 votos, en medio de un concierto de promesas que devolvieron perdidas esperanzas al pueblo venezolano. Aún no proclamaba su delirante socialismo y más bien en su discurso la democracia era la esencia protagónica y participativa de un proceso real de cambios que, según él, no había sido bien comprendido por los venezolanos. No hablemos de fraude. No vale la pena. Los que perdieron –o perdimos-- no supieron o no supimos comunicarse o comunicarnos con el país. Pero, indudablemente, Chávez engañó a Venezuela. La supo engañar por segunda o tercera vez y Venezuela se dejó engañar. Permitimos que la engañara. Seis años después la trampa está al descubierto. Son miles de los que votaron por él, quienes siguen esperando lo que ya saben que NO tendrán. Por eso su popularidad ha bajado a menos de un 45%, entendiendo que estas cifras siempre están más arriba de los sentimientos y pareceres de las gentes, multiplicados por la metodología de los encuestadores. Desde el punto de vista de opinión, Chávez está perdido.
Pero puede ganar, incluso, limpiamente. Puede recuperar los Siete Millones del 2006 e igualar y sobrepasar la cifra a la que aspira la MUD. Para eso tiene el poder y abusa del mismo. Tiene al Estado y a todos a quienes sirven al Estado. Toda la riqueza es suya. Y no tiene vergüenza. Nada lo frena en su afán de poder. Para derrotarlo habría que acopiar una magnitud de votos, más de Diez Millones digamos, suma que le obligaría a precipitar a las instituciones que les son fieles a coparticipar en un fraude descomunal. Un fraude cuyas “costuras” estarían a la vista de todos, suficientemente comprobadas, imposibles de esconder. Un fraude indignante, capaz de motivar la reacción encolerizada de todo un pueblo. Y de un desconocimiento del “orden” ilegítimo establecido, que haría pequeñas a las calles, las cuales, como el 11 de abril del 2002, volverían a llenarse de hombres, mujeres, niños y ancianos y no solamente en Caracas, sino en todas las demás ciudades y pueblos del interior. Y que haría gritar el fraude a la comunidad internacional y poner a funcionar los mecanismos de protección humanitaria de la democracia.
Pero tenemos que cambiar la estrategia. No nos bastan las primarias. No se trata de ganar una competencia interna, ni de ver cuál de nuestros dirigentes políticos es más popular. Se trata de hacer comprender a todos los venezolanos, sobre todo a los que no votan, que Venezuela ya está casi perdida y que falta un paso en falso más, para que caiga, definitivamente, al despeñadero. Y esta no es sólo tarea de la MUD. Ni la de los otros “agregados” de la clase política, de izquierda o de derecha. Todos estamos comprometidos, incluso buena parte de los llamados chavistas de abajo, los que creyeron en los falsos positivos del caudillo gobernante y que hoy tienen más razones que nosotros para protestar el incumplimiento de las promesas, olvidadas sin justificación. Tenemos que involucrarnos todos en una cruzada a favor de la participación electoral. En un NO a la abstención y en defensa de la democracia, contra el socialismo totalitario. Trabajadores sindicalizados y estudiantes. Deportistas. Académicos y artistas. Profesionales liberales. Comerciantes grandes y pequeños. Mujeres y hombres entregados a la feligresía católica o a la iglesia protestante. Fieles de las demás religiones. Militares, activos y retirados. Porque no sólo debemos tomar la decisión de votar y concurrir a nuestra mesa electoral, permanecer cerca de ella y vigilar los trámites finales de la votación, en diciembre del 2012 o cuando el CNE convoque a elecciones para la sucesión presidencial. Debemos estar psicológicamente preparados y militarmente atendidos para que nuestra soberanía sea suficientemente respetada. Identifiquemos a esos Seis Millones de venezolanos que se abstuvieron el año pasado. Digamos con ellos NO a la abstención y SI a la democracia. Comencemos desde ahora. Hablemos con nuestros vecinos. Averiguemos quienes de nuestros amigos y conocidos se abstuvieron de votar recientemente y expliquémosles cuánto vale su voto y cuál es su responsabilidad con Venezuela. Pasemos la voz. Generemos la inquietud que corresponde. Hay que derrotar a este falso socialismo y sólo si sumamos un océano de sufragios, haremos que se nos respete y que se imponga la soberanía nacional. La historia pondrá su punto final.
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