La cuaresma es tiempo de reflexión y de ayuno. ¿Pero qué ayuno? La liturgia del Miércoles de Ceniza nos advierte sobre la hipocresía que corrompe tres actitudes espirituales muy loables y necesarias. Jesús dice: no den limosna a son de trompeta por calles y sinagogas, como los hipócritas; no hagan oración ostentosamente para que los alaben; no ayunen vestidos de saco y ceniza”para que la gente note que están ayunando”. Por el contrario, oren de verdad en el interior de su corazón, que tu limosna quede en secreto y que por tu cara alegre y vestido festivo la gente no sepa que estás ayunando, “sino tu Padre que está en lo secreto” (Mat. 6 1-18).
¡Cuánta palabra, anuncio, cadena y promesa! para ocultar nuestra triste realidad y dar la falsa impresión de que el gobierno se desvive por los pobres y éstos se lo crean. La política siempre es un torrente de promesas. En parte es inevitable y no es malo si van preñadas de realidades y proyectos, pero estamos llegando a extremos inauditos de hipocresía que, con la palabra “revolución”, quieren tapar las vergüenzas de la realidad desnuda. Ante la Universidad está en quiebra y el país temblando por el secuestro y la inseguridad, se anuncian leyes “revolucionarias” y operativos para impresionar. Terrible nos parece el encadenamiento de las cadenas bilingües con los chinos para causar la ilusión de que los asiáticos no dejarán una familia sin vivienda digna. Se denuncia la corrupción, pero se silencia el escándalo multimillonario del señor Illarramendi con los fondos de jubilación de PDVSA; un gobierno honesto empezaría con la renuncia o destitución del Ministro Ramírez. Muchos creyeron que la revolución de Gadafi iba en serio con su Libro Verde; pero ya no es posible ignorar que este criminal lleva más de 40 años transfiriendo el petróleo nacional a sus cuentas multimillonarias, mientras el 40% de los jóvenes no tiene empleo y a los pobres de su país los bombardea si dejan de adorarlo.
La cuaresma es una actitud espiritual de honestidad ante de Dios y de mirada limpia al prójimo. Gobierno y oposición tienen que sincerarse en esta emergencia nacional con la educación y la producción, deprimidas, el clamor contra la descarada corrupción multimillonaria y el rescate de las empresas básicas de petróleo, petroquímica, aluminio, hierro, electricidad, alimentos…
El segundo día de cuaresma la Iglesia nos invita a meditar la lectura del profeta Isaías en la que 700 años antes de Cristo aparece gente religiosa hipócrita reclamando a Dios porque no escucha sus oraciones, ni acoge sus ayunos. El profeta airado responde: Dios no los escucha porque mientras ayunan y oran maltratan al pobre y oprimen al trabajador. Dios no quiere oraciones y ayunos hipócritas.
“El ayuno que yo quiero de ti es éste, dice el Señor: Que rompas las cadenas injustas y levantes los yugos opresores; que liberes a los oprimidos y rompas todos los yugos; que compartas tu pan con el hambriento y abras tu casa al pobre sin techo; que vistas al desnudo y no des la espalda a tu propio hermano” (Isaías 58, 1-9).
Es el ayuno que Venezuela y su sistema político necesitan. Más allá de limosnas individuales, urge un esperanzador proyecto de país con el pobre en el centro, con educación de calidad que lo potencie y con empleo digno que lo vincule a la producción económica y ciudadana; no como carne de cañón de la demagogia, mientras los corruptos bailan y la “revolución” fabrica millonarios y multiplica pobres.
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