Hugo Chávez fue elegido Presidente en diciembre de 1998 para un período de cinco años sin reelección. Ese fue el mandato constitucional. Claro, terminante, acatado sin reparos durante los cuarenta años de vigencia de aquella Carta Magna. Sin embargo, está iniciando el año trece en la presidencia luego de cualquier cantidad de elecciones, constituyente, referéndums, plebiscitos, “relegitimaciones” a capricho y cualquier cantidad de maniobras, esguinces, disimulos y mentiras que han mantenido el ambiente enrarecido y el tiempo muy nublado sobre Venezuela. Las casi ocho horas de duración del Mensaje Anual a la Asamblea el pasado sábado, es suficiente para ratificar lo antes dicho. También para respaldar el título de esta nota.
Venezuela está infinitamente peor que hace doce años, lo cual es mucho decir, pues ya estaba bastante mal para entonces. No hay manera de justificar este desastre. Vimos al Presidente desencajado, inestable, tratando de agradar a ratos a la oposición, pero amenazante y embustero como siempre, incapaz de mantener la coherencia para explicar las razones del fracaso de su gobierno. No las hay, más allá de la ignorancia enciclopédica de los jefes, de su probada ineficacia y de la inmensa dosis de corrupción que les ha sido característica. No sólo han sido corrompidos, sino que se han convertido en los grandes corruptores de la historia. Estas líneas de identificación no podrán borrarlas jamás. Mucho menos con el palabrerío insulso del sábado.
Recuerdo haberle escuchado decir, alguna vez, a José Vicente Rangel que lo peor no era que en Venezuela el sistema estuviera corrompido, sino que la corrupción era el sistema. ¿Qué opinará ahora?
Hugo Chávez sabe que la cuenta regresiva está en marcha. Se acerca la hora de la rendición de cuentas ante el tribunal de la historia, por una parte que no le preocupa tanto, y por la otra, ante la justicia penal nacional e internacional que lo esperará desde el mismo inicio de la transición hacia la normalidad democrática. Él sabe que su responsabilidad personal es exclusiva y excluyente, lo que no significa que el brazo largo de esa justicia no alcance a unos cuantos prevalidos de sus favores, sobregirados de poder político y económico. Es bueno repetirlo hasta el cansancio.
Las responsabilidades de Chávez no son transferibles con relación a la inseguridad de las personas y de los bienes. Tampoco en materia de las supuestas o reales, todo está por aclararse pero se hacen los locos, relaciones con estructuras del crimen organizado que le dan soporte operativo al terrorismo y al narcotráfico, ni en relación con violaciones a los derechos humanos. Presos y exilados políticos, régimen penitenciario en general, destrucción del aparato productivo, robos a mano armada presentados como expropiaciones, confiscaciones o “recuperaciones”, empobrecimiento miserable de la población, son algunas de las razones que lo condenan. El cambio viene. Nada lo detendrá.
Lunes, 17 de enero de 2011
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