Para las huestes estudiantiles oficialistas el ingreso justo a la educación superior y la distribución eficiente y equitativa del presupuesto universitario son aspectos obligatorios en una próxima Ley de Educación Universitaria. También es imperioso, dicen, “el voto paritario de los y las estudiantes, los profesores y las profesoras, trabajadores y trabajadoras para elegir las autoridades universitarias”. Es decir, el voto paritario se convierte en una especie de varita mágica que resolverá, finalmente, todos los problemas que aquejan a nuestras universidades.
Esta propuesta de democracia universitaria se concibe como participación de toda la comunidad académica en la elección de sus autoridades, incluso de los empleados administrativos y de los obreros, quienes no son parte de esa comunidad, ni tienen intereses comunes con ésta. En otras palabras, consideran a la universidad como una pequeña república y entienden su democracia como se concibe la democracia existente en la sociedad política, la cual responde a la división en clases de la misma.
El gran error de esa proposición es que las jerarquías universitarias no se producen como consecuencia de una votación, sino que deben ser el resultado del esfuerzo y el estudio permanente. Un profesor no se elige, se forma en el estudio cotidiano y la investigación constante. La graduación de un estudiante no se decide en un acto electoral, sino que ha requerido varios años de formación en la que el esfuerzo personal realizado es lo más importante. Ambos son iguales como ciudadanos en el país, con los mismos derechos a elegir y ser elegidos, pero no son ni pueden ser iguales académicamente, ni entre sí ni con el resto de sus compañeros profesores, estudiantes y trabajadores.. Si fueran iguales en cuanto al dominio de conocimientos, instrucción y formación, no tendría ningún sentido la existencia de las universidades, ni tampoco lo tendría asistir a ellas como estudiantes o trabajar en ellas como docentes o investigadores.
Luego, universidad democrática no puede significar universidad donde las autoridades son elegidas por igual por profesores, estudiantes, empleados y obreros. Este ofrecimiento es una aberración producto de la ignorancia de lo que es y debe ser una universidad. Puesto que, el voto paritario no es equivalente al voto igualitario para todos, al llamado 1 X 1 en el cual cada voto vale lo mismo; como sucede en las elecciones de los representantes a los poderes públicos, donde existe un solo colectivo de votantes: los ciudadanos de la república. En cambio, en la Universidad existen colectivos diferenciados según sus roles, tamaño y tiempo de vida activa en la institución. Además, es también una demostración de una gran hipocresía, pues quienes la hacen o se muestran de acuerdo con ella resguardan a varias universidades experimentales (Universidades Ezequiel Zamora, Simón Rodríguez y Rafael María Baralt) de cualquier tipo de elecciones, ni siquiera de aquéllas en las que participan normalmente profesores y estudiantes en las universidades autónomas.
En definitiva, se nos propone que votemos todos los miembros de la comunidad universitaria, entendida como el todo en donde porciones que no forman parte de un mismo espíritu son unidas en forma artificial, en aras del populismo académico que fomenta el actual gobierno nacional. Así que, aceptar esta propuesta significaría la condena a muerte de las instituciones universitarias, es decir, 1 X 1 = 0.
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